El presidente de CiU, Artur Mas, y el líder del BNG, Anxo Quintana, han expresado respeto por la consulta popular propuesta por el lehendakari Juan José Ibarretxe para el 25 de octubre de 2008 pero ambos han remarcado que cada una de sus comunidades y Euskadi son realidades diferentes. Ibarretxe encontró más apoyo explícito en Josep Lluís Carod-Rovira, presidente de ERC, lo cual tiene toda su lógica al tratarse de un partido independentista que defiende el acceso a la construcción de un Estado para Cataluña por la vía democrática.
La posición más novedosa de todos estos grupos nacionalistas es, sin duda, la del BNG, que aprovechó la celebración de su 25 aniversario en A Coruña para transmitir una imagen de partido moderado, cuyo afán se centra ahora en que Galicia incremente su peso político en Madrid, pero sin correr más de lo que lo hacen sus propios ciudadanos. Hábilmente, Anxo Quintana dejó las proclamas soberanistas para los líderes históricos del nacionalismo gallego, como Xosé Manuel Beiras o Francisco Rodríguez, reservándose él el discurso de futuro del BNG.
La propuesta de Ibarretxe no va a avanzar más ni menos en función de lo que hagan los otros nacionalistas periféricos, pero su soledad –a veces incluso dentro de su propio partido- le anticipa un futuro poco brillante. De hecho, la propuesta de diálogo que le plantea al presidente Rodríguez Zapatero no sólo no se ajusta a la Constitución, sino que ni siquiera está acordada previamente con los partidos vascos. Es comprensible que Más y Quintana traten de salvar las formas con Ibarretxe –a fin de cuentas, PNV, CiU y BNG forman la plataforma Galeuscat-, pero en el fondo saben que ese tipo de posiciones pueden dañar sus políticas pragmáticas e incluso su propia credibilidad.
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