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Perder un tiempo precioso

martes 07 de noviembre de 2006, 09:57h

El pasado 1 de noviembre debía haber entrado en vigor el Tratado Constitucional de la Unión Europea, que no olvidemos fue firmado solemnemente por los Jefes de Estado y de Gobierno de los 25 Estados miembros de la Unión en la mañana del 29 de octubre de 2004, en Roma, en la Sala de los Horacios y de los Curacios del Capitolio, el mismo lugar en el que el 25 de marzo de 1957 se firmó el Tratado del Mercado Común o de la Comunidad Económica Europea y el Tratado de la Comunidad Europea de la Energía Atómica o Euratom.

Todos los Jefes de Estado y de Gobierno en aquel día que sin duda era un día para la historia manifestaron sus buenos deseos para la Constitución Europea calificada de compromiso honorable y equilibrado para la Unión Europea constituida como una maravillosa realidad frente a la aparente locura de los Padres Fundadores, el Sueño de los Padres Fundadores convertido en realidad el fruto de aquel fermento conceptual y político del soñado proyecto espiritual para Europa. Pero el Primer Ministro de Irlanda, tras felicitarse como todos, pronunció entonces unas palabras proféticas, "el proceso de ratificación no será fácil pero con energía y determinación nosotros podemos y debemos conseguirlo". Y casi ya lo calcularon en la propia Constitución por cuanto, como es bien conocido, la Declaración 30 de la Constitución Europea manifestaba que si transcurrido un plazo de 2 años desde la firma del Tratado las cuatro quintas partes de los Estados lo han ratificado y uno o varios Estados han encontrado dificultades el Consejo europeo examinará la cuestión.

Pero este 1 de noviembre que acaba de pasar, se cumplieron esos dos años, y como bien sabemos para entonces 15 países habían dicho si y dos no, es decir quince países habían ratificado el Tratado Constitucional y dos, Francia y Países Bajos habían rechazado esta ratificación por vía de referéndum, y tal fuera la reacción, que estas dos negativas han ralentizado el proceso de ratificación de los países que faltan, muchos de los cuales van a decir que si, pero con toda seguridad otros tres van a decir que no o se van a negar a votar este texto: Gran Bretaña, Dinamarca y Polonia. He dicho bien, Polonia, por mucho que nos sorprenda que Polonia va a recibir más que nadie el apoyo económico de la Unión Europea a través de sus diversos fondos con el objetivo de colaborar a su más que previsible desarrollo económico y social, como en su día le sucediera a Irlanda, España o a Portugal.

Y es por eso por lo que en estos días, un gran europeísta, Jo Leinen, actual Presidente de Asuntos Constitucionales del Parlamento Europeo ha dicho que como consecuencia de los referéndum negativos en Francia y Países Bajos el calendario para la ratificación de la Constitución Europea no ha sido respetado y que "Europa ha perdido un tiempo precioso y no es capaz de responder a los desafíos actuales tales como la lucha contra el terrorismo, el numero creciente de inmigrantes y la seguridad energética" y ha finalizado su declaración manifestando que "los costes de la no Constitución aumentan de año en año".

Durante un tiempo hemos venido pensando, como muchos, que el problema no es de los 15 miembros que han ratificado el Tratado Constitucional, entre otros Alemania, Bélgica, Italia, y Austria, Luxemburgo, Grecia, la misma España y muchos de los países de la última ampliación, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Chipre y Malta, así como los nuevos países que entraran a formar parte de la UE en 2007 Bulgaria y Rumania. Y entendíamos que el problema lo tenían los países que habían rechazado la ratificación o los que no querían hacerla, pero cada vez nos caben más dudas de que la Constitución, tal como esta y tal como ha sido rechazada, de modo constitucional o de modo político, pueda salir adelante y todo apunta que el camino queda abierto para que una "mini-Constitución", que contenga las principales normas organizativas y de funcionamiento sea la que finalmente prospere.

En este sentido ya se han manifestado algunos importantes dirigentes de Francia y de otros países y nosotros pensamos que no sería lo peor si ese mini-Tratado fuese más o menos el contenido de la primera parte de la Constitución de 2004 en la que se encuentra algo tan importante como los valores, objetivos, personalidad jurídica, referencia a Derechos Fundamentales, Competencias, Instituciones y Órganos, Actos Jurídicos, Política Exterior de Seguridad y Defensa, Cláusula de Solidaridad, Vida Democrática de la Unión, Finanzas, Presupuesto, Pertenencia y Retirada voluntaria de la Unión.

La ultima palabra sobre esta cuestión tan fundamental la acabamos de escuchar en la mañana del día 6 de noviembre en la Radio Nacional de España al Presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, quien también ostenta la cualidad de haber sido uno de los más notables miembros de la Comisión Europea que elaboró la Constitución de 2004. Para Borrell la Constitución esta bloqueada y difícilmente entrará en vigor tal como ahora esta, y si esta cuestión esta abierta no es menos cierto que lo que esta abierto es un discusión sobre el ser de Europa. La reflexiones que Borrell ha hecho son rotundas, el mundo ha cambiado, somos más y somos más diferentes, y conservamos la unanimidad como regla de funcionamiento y la unidad a 27 es poco menos que imposible. De tal modo que para Borrell el "mal europeo" es precisamente este, la unanimidad, que, y no es un juego de palabras, para cambiarla hace falta precisamente la unanimidad. Es decir que todos acepten que hay que construir Europa por mayorías.

Pero Borrell ha dicho más cosas, que no es la primera vez que se oyen ni que se dicen: que Europa sufre un grave problema de envejecimiento, y que los europeos tienen una visión deformada del mundo que vivimos. Solo somos el 7% de los habitantes del mundo y parece que solo atendemos a nuestro bienestar, somos hedonistas, no vemos con claridad lo que se nos viene encima, el desafío de China y de la India, el de nuestro envejecimiento, el alcance y consecuencias de la inmigración como gran fenómeno, nuestra vulnerabilidad en muchos temas, entre otros, el tema de la energía. Y es por ello por lo que desde la atalaya muy enriquecedora como la que él disfruta en la Presidencia del Parlamento, puede manifestar que no pocos de nuestros debates tienen una relatividad muy distinta, y alguno de ellos muy menor si se mira el contorno verdadero del mundo que vivimos.

Y es así que con seguridad Borrell deplora, como Jo Leinen, que la Unión Europea este perdiendo un tiempo precioso y que nos acercamos a celebrar el 50 Aniversario del Tratado de Roma, el gran logro del Mercado Común, no con un triunfo en la mano, el gran avance que hubiera supuesto la puesta en vigor de la Constitución Europea sino con una reflexión y un debate abierto: ¿qué queremos ser los europeos?, ¿donde acaba Europa?, ¿Cómo articular nuestro futuro en común? Porque hoy, fuera de la Unión europea estos 450 millones de ciudadanos que somos ahora, el 7% de la población mundial, no podemos seguir mirándonos al ombligo recordando nuestros pasados gloriosos pasados nacionalistas.

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*Rogelio Pérez Bustamante es Chaire Jean Monnet y Catedrático de Historia del Derecho de la URJC.

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