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El de Galapagar fue el gran triunfador en Barcelona

El nacionalismo da la puntilla a los toros en Cataluña con José Tomás como dios supremo

Clima de gran emotividad y tristeza y toros sin trapío para una efeméride así

domingo 25 de septiembre de 2011, 19:31h
Y seis siglos después, el nacionalismo catalán, representado por sus políticos y apoyado por los antitaurinos, apuntilló a la Fiesta. La última corrida, con un gran triunfo de José Tomás, que volvió a erigirse en sumo sacerdote de esta religión olorosa y flamígera, echó el cierre a una historia que comenzó oficialmente en 1687 en Barcelona con Juan I como rey de la Corona de Aragón Eso sí, es justo y necesario destacar que el encierro de la divisa de El Pilar fue indecoroso e impropio por su escaso trapío no sólo para esta especial efeméride, sino para un coso de primera categoría como La Monumental. Tal y como sucedió en el festejo anterior, los tres toreros por la puerta grande y fueron acompañados por los aficionados hasta el hotel.
Al igual que en el festejo del sábado, pero con lleno total y cartel de 'no hay billetes' merced a José Tomás, hubo muchos gritos de 'libertad' e incluso 'llibertat' desde los tendidos y abundantes pancartas reivindicativas. El clima entre el público fue de serena tristeza, pero muy emotivo, cual corresponde al adiós a los toros en Barcelona y en Cataluña. A la conclusión del paseíllo, la terna, compuesta por elde Galapagar, Juan Mora y el barcelonés Serafín Marín, fue obligada a desmonterrarse y saludar junto a sus subalternos de a pie.

Se lidiaron toros de El Pilar, muy mal presentados, noblotes y casi inválidos. Juan Mora apuntó sus detalles de clase, sobre todo con el capote en los de su lote, pero sin llegar a macizar ninguna de sus faenas y fue muy ovacionado. José Tomás, que brindó emotivamente en el platillo su segundo enemiguito -el último de su carrera en 'su' plaza de Barcelona- bordó el toreo al natural frente a su primero, en el que se lució de recibo con 10 verónicas perfectas cargando la suerte desde el tercio al platillo, algo que sólo él es capaz.

Después toreó a la perfección y con máxima pureza al natural, añadiendo molinetes, inspirados adornos y un estoconazo que le valió dos orejas indiscutibles. Menos recorrido tenía su segundo, al que muleteó intentando de  nuevo la pureza ahora más sobre la mano derecha. Antes se había lucido también con el percal en un quite de escalofriantes gaoneras, pero ahora marró con la tizona y no hubo trofeos..

Los intentos del local Serafín Marín en su primero no pasaron de la vulgaridad, siendo ovacionado. El matador local mejoró en el sexto, sobre todo en los redondos con que cerró su muleteo antes de una gran estocada: fue benévolamente premiado con dos orejas en cuanto a méritos, pero se entiende porque era el último de la historia en Barcelona y le había hecho frente el último matador catalán... por ahora..
Tras el último toro

Serafín Marín se derrumbó, tras el último toro, como informa José Rafael Palomra. Le habían concedido las dos orejas y tras recogerlas besó la arena y lloró. De rabia. Una multitud se echó al ruedo de la Monumental y cogió en hombros a los tres toreros, incluso a Juan Mora, que no había cortado orejas. Dieron varias vueltas al ruedo y enfilaron la calle Marina, que rodea a la plaza. Allí pudimos ver a Juan Mora  izado a hombros por la calle, rumbo hacia el hotel.

Los antitaurinos seguían haciendo de las suyas y hubo un conato de enfrentamiento que paró la policía y los Mossos de Escuadra. "Libertad y toros sí" frente a los improperios de los que habían seguido  enfrente de la plaza toda la tarde. Antes de la corrida estaba, la plana mayor del PP repartiendo globos con la efigie del partido. Pero no era el momento quiza más apropiado.

En el exterior, gritos de  "Los toros son cultura, los toros son de Cataluña". Y la fiesta siguió en los alrededores de la plaza hasta altas horas de la noche. Especialmente en el bar la Gran Peña, y en otros, atestados de aficionados. Todo muy emotivo, gente llorando porque le habían quitado su afición de muchos años.

Ahora se abre el interrogante. Las Unión de Aficionados Catalanes prepara un congreso para Noviembre. Y  a esperar lo que diga el Tribunal Constitucional, que tardará lo suyo, y las 300.000 firmas, que de momento no son suficientes para parar la prohibición. El domingo fue duro: emotivo, alegre y doloroso. A algunos nos dejan sin la afición que hemos mantenido toda una vida en la Monumental.   

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