En funciones

Siempre me ha parecido equívoca la expresión "en funciones" para designar al gobierno que permanece cuando ya han sido convocadas las próximas elecciones. Las "funciones" son, teóricamente, las mínimas que resulten imprescindibles para la marcha de una administración que ya no legisla, pero sirve para hacer cosas tan sorprendentes como que un presidente que comenzó como pacifista termine como Rambo.
 
Es por ello que, en los meses que faltan para un nuevo gobierno, más que ejercicio "en funciones" lo que vemos es un mayor deterioro de la situación y un gobierno que ya no está en condiciones de tomar las medidas económicas y sociales que va exigiendo la coyuntura. Lo malo es que, cuando no estaba "en funciones", este gobierno tampoco funcionaba y el resultado de su gestión ha sido dejar España mucho peor de cómo la recibió: de la prosperidad a la ruina.
 
Las comunidades autónomas desencajadas y empobrecidas, la crisis económica mal gestionada, la memoria histórica perdida en rencores y falsificaciones, el concepto de nación debilitado, la calidad de la enseñanza en cotas bajas, un enorme sector de la población antes activa en paro y, por si fuera poco, una candidatura promovida desde dentro de dicho gobierno, sin sentido de la unidad del Estado, fría ante la cooperación europea y que pretende sumar votos a base de demagogia izquierdista, atribuyendo a la futura alternativa sus propios defectos, sus recortes sociales y su servilismo ante los poderes económicos. Para ese balance mejor hubiese estado siempre el gobierno "en funciones", que funcionando mal.
 
Comenzó ocultando la gravedad de la crisis y, con el mismo espíritu, mantiene ahora oculta la carta del presidente del Banco Central Europeo, similar a la enviada al gobierno italiano que, en aquel país sí se ha hecho pública, en la que se detallan las condiciones para seguir comprando nuestros bonos. Para tapar vergüenzas estar "en funciones" es mejor que estar funcionando en el Parlamento abierto.