www.diariocritico.com

José Manuel Pazos

Fin de las Cajas: un triste final de capítulo

Fin de las Cajas: un triste final de capítulo

martes 18 de octubre de 2011, 13:20h
Muchas cosas han cambiado durante las dos legislaturas del Presidente Rodríguez Zapatero. Algunas pueden no ser demasiado visibles, y dependen en gran medida del prisma político a través del que se contemplen. Otras, sin embargo,  han registrado un cambio profundo y visible. De estos últimos, de los visibles, la mayor parte han tenido lugar en la última legislatura, y casi por completo, en la última mitad de la misma. 

Me refiero como es evidente a los aspectos de carácter económico. De una economía sobrecalentada en términos macroeconómicos, caracterizada por problemas de inflación, de excesos crediticios, de alzas en el precio de la vivienda, de fuerte déficit por cuenta corriente, trufada de mensajes del tipo "bajar impuestos también es de izquierdas",  "por el pleno empleo" y "del mejor sistema financiero del mundo",  en resumen, de una economía de aparente abundancia hemos pasado al actual cuadro que no hace falta recordar porque lo tenemos demasiado presente.

Se definió la crisis mundial en su fase inicial como una crisis financiera primero, económica después y social por último.  Tras un periodo de desconcierto inicial en el que la crisis mundial era para nosotros un moderado enfriamiento, el Gobierno decidió trasladar a los ciudadanos la idea de que apoyados en un sistema financiero muy sólido, nuestra economía estaba en condiciones de superar la crisis en mejor situación que otras de nuestro entorno, al tiempo que garantizaba que el sistema de protección social sería la principal prioridad y no se vería recortado.

El Presidente, tras la marcha de Pedro Solbes, su principal baluarte en lo económico en la primera legislatura, pareció querer tomar el control durante un tiempo del área económica. De mano de la vicepresidenta y ministra de economía Elena Salgado,  puso en marcha un plan de estímulo a través de un fuerte incremento del gasto público, que más allá del debate sobre su eficacia, apenas sirvió para mantener alejada a la economía de la recesión algunos trimestres. Pero la crisis era mucho más profunda y su consecuencia más dura se empezó a vislumbrar a través de uno de los mercados más ineficientes de la economía española: el mercado de trabajo, y lo hizo a través de un fuerte incremento de la tasa de desempleo.

La interpretación de la crisis como algo coyuntural no puede prolongarse más allá de un tiempo. Hubo que volver al principio porque la crisis, en España, resulto también ser financiera. Sobre todo a través del efecto explosión de la burbuja inmobiliaria. La construcción y sus ramificaciones estaban en el epicentro. Solo un poco más alejado el sector financiero, y en  su núcleo, las Cajas de Ahorros. Empezaban a manifestarse las consecuencias de un atracón para el sistema financiero, pero de modo muy destacado para las Cajas, para las que el crecimiento había sido el objetivo y único referente. Crecer en el balance, crecer en territorio. Tamaño y territorio.  El Gobierno tenía al frente del Banco de España a un hombre de su confianza. Para qué preocuparse.

Las consecuencias de esa explosión, son terriblemente visibles. La mitad del sistema financiero que representaban las Cajas de Ahorros ha desaparecido, entre fusiones primero, y conversiones en bancos después. Se acabó una institución multisecular que había aparecido como una institución de caridad de carácter local -"Monte de Piedad"  rezaba en muchos de sus nombres-, y que se acaba de diluir en medio de una crisis cuyas consecuencias todavía están lejos de poder ser evaluadas.

Se acaba la etapa del presidente Zapatero de un modo como no podía imaginar hace poco tiempo. La desaparición de las Cajas de Ahorro, y sobre todo el modo en el que lo han hecho, casi como en un proceso liquidador, concentrado en los últimos meses de su mandato, representa,  casi como ningún otro cambio visible, las transformaciones profundas a las que se está viendo obligada la economía española en su intento de escapar de la amenaza de la soga que la desconfianza del ahorro mundial impone sobre nuestra capacidad para salir del estancamiento y del sobreendeudamiento. Cuando el presidente del Gobierno deje la Moncloa, muy pocas cosas dejará concluidas en lo económico. Una de las pocas que habrán cambiado el paisaje económico de forma definitiva será la liquidación de las Cajas de Ahorro, instituciones financieras que representaban para muchas empresas y ciudadanos una forma distinta de entender el negocio financiero, en el que el beneficio retornaba a la sociedad en forma de obra social, vinculando estrechamente a la entidad con su territorio.

Esa parte, la liquidación de las Cajas de Ahorro, está completada. Señalaba hace no mucho la vicepresidenta del gobierno como argumento para la fusión en uno solo de los tres fondos de garantía de depósitos, que el sistema financiero solo era Cajas en un porcentaje que no superaba el 5%. El negocio financiero, ya es solo negocio bancario en España.  No está sin embargo ni mucho menos completada la reestructuración del sistema financiero. No al menos en las condiciones que permitan aspirar a recuperar lo esencial de la misión que tiene asignado el sistema financiero que no es otra que promover a través del crédito el desarrollo de la actividad económica de empresas y familias. De momento, ni siquiera conocemos el coste de la liquidación y menos aún quien hará frente al coste directo, y mucho menos al indirecto. Por el camino, muchas salas de exposiciones, centros culturales, organizaciones sin ánimo de lucro destinadas a la educación de segmentos desfavorecidos, clubs deportivos, espacios para la tercera edad, y junto con ellos miles de puestos de trabajo en ámbitos de la actividad y el desarrollo social también desaparecerán.

Algún día, esperemos que no demasiado lejano, esta liquidación de una de las formas de gestión del ahorro que mayor implicación y apoyo social ha tenido en España durante décadas, tendrá que ser suplida para que sea posible devolver a la sociedad una parte del beneficio que el extraordinariamente protegido negocio del ahorro genera. Como otros muchos capítulos desgraciados de esta profunda crisis, el correspondiente a la liquidación del sistema de Cajas de Ahorro no es culpa del gobierno de Rodríguez Zapatero. Simplemente, con el concurso necesario del supervisor,  con la connivencia de políticos locales y regionales que no entendían nada del negocio financiero y con la colaboración de directivos irresponsables cuando no con  pocos escrúpulos,  no hizo nada para poner límite al desenfreno con el que las Cajas de Ahorro se sumaron al negocio fácil del crédito sin control, y sin otro objetivo que el ansia infinita de más balance y más territorio. 

Pero la factura siempre llega, y alguien ha de pagarla. No podrá el presidente Zapatero sentir otra cosa que pesadumbre cuando de regreso a León y tras dejar el boato de Madrid, compruebe que el lugar que ocupaban las Cajas de Ahorros,  es ocupado, ahora,   en el mejor de los casos, por bancos;  pero aquellos locales donde se hacía visible su labor social no es ya ocupada por nadie. Una pena, presidente, y un triste fin de capítulo, pasar a historia, no como el de un reformador del sistema de Cajas de Ahorro,  sino como su liquidador.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios