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Sustituyó en Cultura a un César Antonio Molina de trayectoria gris

'La Sinde', una ministra torera que acaba con división de opiniones

Escaso bagaje positivo de su paso por Cultura, afectada en temas polémicos como su ley de descargas y la estafa de la SGAE

miércoles 19 de octubre de 2011, 10:57h
Una taurina división de opiniones puede ser el balance más adecuado de la gestión en Cultura del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Por cierto, un ministerio muy cuestionado y con apenas competencias, pero a la que se ha añadido una de última hora: los toros. Y su gestión la han protagonizado dos amantes de la Fiesta: el escritor César Antonio Molina, que pasó como los coletudos mediocres, desapercibido, pero al que al menos no le cogió ningún toro de forma grave, y su sucesora: la cineasta Ángeles González Sinde, protagonista final y  que sí ha tenido 'cornás' al enfrentarse a dos peligrosos bureles: la Ley conocida por su apellido sobre las descargas de internet y el desfalco en la SGAE.
Al menos la ministra ya es seguro que pase a la historia con esta 'su' Ley que, al haberla votado a última hora el PP, presunto y casi seguro ganador de los comicios del 20-N, se garantiza que dure al menos una legislatura más. Aunque, es muy posible que durante la misma, la actual ministra tenga que responder de esta normativa y sus consecuencias ante la Audiencia Nacional, que ha admitido el recurso a la misma por parte de su más encarnizados detractores: los internautas, más o menos organizados,  que quieren aplicar el 'todo gratis'', el descargarse sin limitaciones lo que quieran de la Red.

Más tranquilo que la aún titular de Cultura se encuentra su antecesor en el cargo, el escritor César Antonio Molina, sorprendentemente designado por Zapatero tras la victoria electoral de 2008 para ocupar la cartera. Y que, como siempre que alguien de esta catadura o un científico importante pasa a ministro, no cumple las expectativas. La labor de Molina, además de literato, doble licenciado en Derecho y Ciencias de la Información y exdirector del Instituto Cervantes -donde tampoco destacó- , fue plana en los 20 meses que permaneció en el cargo.

Aunque, eso sí, sin saberlo fue desbrozando el camino para el pago por descargas en Internet  con declaraciones como ésta "con los piratas, como con los terroristas, no hay nada de qué hablar". Y, así, a finales de ese 2008 lanzó la tercera campaña antipiratería, bajo el lema "Si eres legal, eres legal". Una campaña que provocó numerosas críticas desde distintos frentes como la Asociación de Internautas o Facua, e incluso el colectivo 'Hacktivistas' lanzó una contracampaña bajo el lema "Si eres legal, comparte".

Es más, este su apoyo a sociedades privadas de gestión de derechos de autor  como la SGAE -de la que entonces sólo había sospechas del fraude que después se conoció, aunque ya en tiempos de Sinde- o de multinacionales del entretenimiento  -como Promusicae-  le valieron críticas por parte de un sector la ciudadanía. Alegando, entre otras cosas, que se habían desarrollado políticas en contra de los intereses de los ciudadanos cediendo asuntos competentes en exclusiva al Ministerio de Cultura a ciertas entidades privadas de gestión de derechos de autor.

Lío con Exteriores

Pero no le faltaron críticas internas, es decir, desde otros sectores del Gobierno, como el Ministerio de Exteriores, desde el que también le llovieron a Molina, quien finalmente perdió el reto. Porque nunca entendió Miguel Ángel  Moratinos- ni tampoco se hizo por los diplomáticos profesionales de embajadas y consulados- la pretensión de Molina -sospechosamente apoyadas por la SGAE- de que se le transfirieran las competencias de las acciones y representaciones culturales de nuestro país en el extranjero.

Finalmente, este taurinísimo aficionado tampoco estuvo muy lúcido cuando, en febrero de 2009 y por presiones llegadas desde la Duquesa de Alba y su más que conservador entorno, en el que también participaron folklóricas y gente del mundo del corazón y otras vísceras, otorgó la Medalla de Oro de las Bellas Artes a un torero tan mediocre como Fran Rivera Ordóñez, asiduo de estos programas rosas. El escándalo fue mayúsculo e incluso algunos de sus anteriores ganadores, como los extraordinarios Paco Camino y José Tomás, devolvieron las suyas. Aunque la polémica se quedó en el planeta taurino, el caso es que Zapatero cambió apenas mes y medio después por Ángeles González Sinde.

Esta madrileña también amante de la Fiesta, el día que cumplía los 44 años, 7 de abril de 2009, recibió un regalo muy especial: su nombramiento inesperado -desde fuera, aunque en los círculos próximos a Zapatero ya se rumoreaba- al frente de Cultura. Su larga vinculación al mundo del cine, Goya incluido, como guionista y directora, amén de también directora de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que fundó su padre José Mª González- Sinde, levantaron cierta expectación y también dudas sobre su capacidad para una labor tan distinta ene Ministerio.

La dimisión de Álex de la Iglesia

Sin embargo hasta en el planeta del Séptimo Arte iba a llegar la decepción final de todo su mandato, tampoco claro en objetivos ni logros de otro tipo, que estalló precisamente con la dimisión de su sucesor en la Academia, Álex de la Iglesia, ya este 2011, tras la entrega de los Goya. Precisamente a causa de la más que polémica Ley Sinde sobre las descargas de Internet, la regulación de páginas webs y la protección de la propiedad intelectual, de la que el cineasta bilbaíno se mostraba seguro de que decepcionaba "por igual a internautas ni creadores".

Una ley a la que en principio se opuso el PP y que finalmente apoyó tanto en Congreso como en Senado, también con los votos de CiU y que entró en vigor el pasado 7 de marzo. Esta normativa castiga, aparte de con multas, hasta con la suspensión de hasta un año de la conexión a Internet a aquellos usuarios reincidentes en la descarga de contenidos audiovisuales.

Algo que ella justificaba así: "Hay que seguir peleando. Peleando para que las descargas ilegales no nos hagan desaparecer, para que nuestros administradores comprendan que en el negocio de la red no pueden ganar sólo las operadoras de ADSL, mientras quienes proporcionamos los contenidos, perdemos. Hay miles de puestos de trabajo en juego". Pero la polémica ya estaba montada y no sólo continúa, sino que perseguirá a la todavía ministra, que ha anunciado que su etapa política, en el Gobierno o en la oposición ya ha acabado, durante muchos meses más.

La llamada Ley Sinde, que el Ejecutivo, no muy convencido de su utilidad, metió de soslayo en la Ley de Crecimiento Sostenible, fue presentada por su autora y en algunos medios de comunicación como un instrumento legal orientado principalmente a la persecución de las descargas de contenido con copyright por Internet. Una normativa con la que quedaron muy contentas las entidades de gestión -entre ellas la SGAE, entonces a punto de estallar unos meses después-y las multinacionales del ocio para continuar su monopolio y su acumulación de ingresos.

Una normativa que para multitud de internautas, agrupados en entidades oficiales o no, se aleja de beneficiar a la gente y que ha despertado innumerables críticas en los medios clásicos -prensa, radio y televisión- y sobre todo en Internet. Precisamente la Asociación de internautas, además de recoger miles de firmas en su contra, fue más lejos y presentó un recurso ante la Audiencia Nacional, que ésta admitió a trámite y que puede dar muchos quebraderos de cabeza -'cornás', diríamos/escribiríamos en el rico lenguaje taurino- a su autora.

E incluso los partidarios de la normativa no la defienden mucho porque la estiman corta y casi inaplicable por varias razones. Por ejemplo, el plazo legal necesario para cerrar una página de enlaces es mucho mayor -del orden de varios meses, como mínimo-que el tiemplo necesario para crear un espejo de la página en otro servidor, que es de unas horas escasas. Por ejemplo, se considera que el esfuerzo de bloquear judicialmente una página de enlaces, es mil veces superior al de inmigrarla del servidor. Y también la elevada dificultad para bloquear el acceso a páginas de enlaces ubicadas en servidores extranjeros, pues incluso en tal caso de bloqueo de accesos a servidores extranjeros, dicho bloqueo puede ser sorteado utilizando proxies.

La estafa de la SGAE

Pero no se habían acabado ni los primeros ecos de la polémica cuando a la Sinde la pilló otro toro, incluso más peligroso: el de la estafa de la SGAE.  Que estalló definitivamente el 1 de julio, cuando quizás casualmente,  en esa misma fecha, Alemania comienza a investigar a la Federación de la Industria Fonográfica -algo así como la SGAE teutona acusada de evasión de impuestos. Tras la intervención policial por un fraude de millones de euros, el presunto cabecilla de la trama de corrupción de la SGAE, José Luis Rodríguez Neri, ingresó en la cárcel, junto a su socio en Microgénesis, Rafael Ramos.

Esta nueva polémica afectó muy directamente a la ministra, ya que fue acusada por toda la oposición de no haber cumplido la obligada vigilancia a que está obligado su Ministerio, e incluso el PP aprovechó para pedir su dimisión. Sinde no dio importancia al escándalo el primer día, pero luego llegó hasta a comparecer a petición propia en el Congreso para echar balones fuera y quitarse su supuesta responsabilidad aunque no negó que esa vigilancia legal no la había llevado a cabo.

Y los sustos no iban a acabar, pues el 7 de octubre, la Guardia Civil detuvo a Pedro Farré, ex jefe del gabinete de Teddy Bautista, por un presunto uso fraudulento de su tarjeta corporativa. Según fuentes de la investigación, Farré utilizó la tarjeta corporativa de la SGAE para contratar prostitutas de lujo. Aunque fue puesto en libertad tras ser interrogado, deberá comparecer espera de nuevo ante el juez.

En definitiva, la todavía ministra ya está en la historia como la autora de una ley histórica y que lleva su nombre. Pero que le ha ocasionado más sobresaltos que beneficios e hizo bajar más su escaso bagaje positivo al frente de un ministerio prácticamente sin competencias, pues las tienen las comunidades autónomas. Eso sí, quizás como regalo y consuelo casi final, quizás por su experiencia en cornadas políticas y fracasos como los de los malos toreros, Interior decidió traspasar a Cultura -como apoyó esta ministra aficionada a los toros- todos los asuntos relacionados con la Fiesta, aunque será su sucesor/a quien los disfrute.
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