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Sin preguntas no hay... respuestas

Sin preguntas no hay... respuestas

lunes 31 de octubre de 2011, 16:18h
Los periodistas pusimos en marcha hace algunos meses la campaña 'sin preguntas no hay cobertura', como señal de protesta ante la negativa de muchos políticos a admitir que los periodistas les interroguen en comparecencias 'informativas'. De aquella campaña queda poco; de las preguntas en las llamadas 'ruedas de prensa', menos aún. De los imprescindibles contactos entre las fuentes y los informadores me parece que ya no queda nada. Del papel que han de jugar los periodistas en una sociedad democrática, en España queda lo que usted quiera que quede, no mucho, en todo caso.
 
Yo, como periodista desde hace la friolera de cuarenta años, no puedo sino protestar por una situación que me parece como mínimo descompensada, injusta y nociva para la buena información de la ciudadanía. Y, por favor, no olvide usted que la información es el bien más apetecido por la persona, tras la vida y la integridad física. Así que esto no es un mero ajuste de cuentas entre el periodista y sus 'fuentes'...por llamarlas de alguna manera: esto, a usted, querido lector, le compete personal y directamente.
 
Cierto: el candidato con más probabilidades de llegar a La Moncloa presentaba este lunes su programa electoral, en Santiago de Compostela, sin permitirse el lujo de contactar con los informadores que habían viajado para poder interrogarle. El vídeo, sordo a las preguntas, sustituye crecientemente al acto presencial; el periodista, tantas veces, se ve reducido a convertirse en micrófono ambulante, en escriba del comunicado oficial u oficioso. Un propagandista, en suma.
 
 Y conste que no estoy acusando en exclusiva a Mariano Rajoy, que ciertamente no se ha distinguido por la frecuencia y calidad de sus encuentros con los muchachos de la prensa; pero es que también las legislaturas presididas por Zapatero han significado una sensible disminución de los contactos con los periodistas: las ruedas de prensa han consistido en conceder la palabra apenas a un par de informadores, la claridad y veracidad de los mensajes han sido cuando menos muy mejorables. Y todo ello ha derivado en una notable inseguridad jurídica para los españoles, que piden la verdad sin rodeos, sin maquillajes. Creo que Zapatero podría haberlo hecho mucho mejor en este terreno, sin contentarse con solo dos ruedas de prensa completamente 'abiertas' al año, que ya se sabe que eso no hace daño...
 
Del candidato socialista tampoco puedo decir demasiadas cosas positivas en el terreno que más me afecta: siento decirlo, pero, hasta donde yo puedo constatarlo -y me parece que tengo experiencias más que sobradas para decir lo que digo--, Alfredo Pérez Rubalcaba y su equipo han mostrado un claro desdén por el contacto con la ciudadanía a través de los medios. Llamadas a móviles de periodistas más o menos amigos, tal vez. Actitudes más consecuentes y plurales no ha habido, que yo sepa. Y sé.
 
Sé también que no voy a hacer demasiados amigos con todo esto que escribo, pero, si no es la verdad absoluta y objetiva --¿existe?--, es mi verdad, mi experiencia, mi queja. Y nadie podrá negarme que los periodistas pintan cada vez menos a la hora de ejercer sus funciones: ¿dónde quedan la fiscalización de los otros tres poderes, dónde la obligada distancia entre el redactor y la fuente, dónde el periodista inquisitorial que busca respuestas veraces y completas? Vivimos, me parece, una época de retroceso del periodismo presencial, el que busca a los testigos de los hechos, el que quiere ir más allá, y nos conformamos cada vez más con lo que nos dicen los buscadores de Internet, la información emitida desde los partidos, desde las empresas, desde las instituciones. Eso abarata costes, esfuerzos y, sobre todo, riesgos. Los periodistas cada vez nos levantamos menos de la mesa.
 
Hay que volver, sospecho, al periodismo del riesgo, del esfuerzo, de la investigación, de la intransigencia. Ya sé que es fácil decirlo. Pero no podemos convertir en héroe -a veces, héroe póstumo-al periodista que cumple su deber hasta el final: simplemente, cumple con su deber. Tenemos que hacer una autocrítica muy severa a nuestros comportamientos, y ciertamente no me excluyo: quisiera aquí y ahora reivindicar el papel del periodista, del simple periodista, del que no busca prebendas ni cargos desde el poder. Pero usted, querido lector, sabe perfectamente a qué me refiero, para qué seguir con esto.
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