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¿Alguien quiere ser ministro de Economía?

¿Alguien quiere ser ministro de Economía?

martes 01 de noviembre de 2011, 10:55h
Espanta el no sé si buen o mal ejemplo que nos ha ofrecido el griego Papandreu convocando un referéndum para saber si los griegos aceptan o no el durísimo plan de ajuste dictado por Europa (es decir, sobre todo por Alemania) para salvar la economía del país heleno. Da la impresión de que Papandreu, que aparentemente a ninguno de sus homólogos europeos avisó de esta paso que ha dado, tira la toalla, harto de soportar las presiones de los mercados y de la calle. Y Europa, boquiabierta, tras enterrar un montón de miles de millones de euros en una Grecia que no solamente no hizo los deberes, sino que ocultó a todos la verdad, comprueba una vez más que no es capaz de gobernar la situación.
 
Resulta ciertamente difícil pronunciarse contra las consultas populares como forma de gobernar, especialmente en una Europa que ya ha dejado de ser la cuna de las democracias ejemplares, del consenso y de las ideas, para convertirse en una burocracia llena de rutinas y de disensiones internas, mientras un 'motor' -algunos, con humor negro, han hablado de 'cuarto Reich'-decide lo que ha o no de hacerse. Papandreu ha tratado de sacudirse este yugo de la manera ahora más inconveniente: un referéndum en el que se pregunta a los ciudadanos si quieren o no ajustarse más el cinturón da lugar a muchas demagogias, a respuestas inducidas, como bien saben quienes convocaron  consultas cruciales en España -OTAN--, Holanda o Irlanda, sin ir más lejos.
 
Pero lo que quiero destacar con esta mención a la ocurrencia de Papandreu es la dificultad que entraña ahora ejercer el poder desde una nación europea...cuando el poder se ha desplazado fuera de las fronteras nacionales. No entiendo cómo algunos exigen más compromisos concretos a los programas electorales del PP o del PSOE cuando los dirigentes de uno y otro partido ignoran lo que va a ocurrir mañana: este martes comenzó negro para las bolsas, el lunes el Banco de España nos confirmó que el crecimiento económico del último trimestre fue cero, este jueves se reúne el G-20 y tal vez adopte medidas que en algo sustituyan a los viejos esquemas de Bretón Woods, Obama prepara una trascendental reunión con los principales dirigentes de una Europa que ha perdido su identidad...¿Cómo, entonces, esperar  milagros, compromisos que vinculan, cómo intentar sacar petróleo de unos programas que han sido redactados más bien a ciegas, cuando nadie sabe siquiera qué grado de cumplimiento tendrán los próximos Presupuestos Generales el Estado?
 
Los españoles quieren cambio porque este Gobierno está patentemente agotado. El cambio de rostros, de voluntades regeneradoras, es la única esperanza a la que pueden aferrarse unos ciudadanos asustados, que han dejado de creer en buena parte en la madre Europa, en la capacidad de sus representantes políticos, en la solvencia de las instituciones, que consideran que Berlín está demasiado lejos como para entender las cosas que pasan en Andalucía, en Cataluña, en Euskadi, en Aragón o en Castilla-La Mancha, por citar solamente algunos ejemplos.
 
Bueno, al menos es de agradecer que se hayan acabado las promesas irresponsables de creación de no sé cuántos millones de puestos de trabajo, aunque sí se nos hable (¿?) de procurarnos la "felicidad". En fin...
 
La verdad es que, ante este panorama, y con lo que se ha devaluado en España la palabra 'ministro', me cuesta pensar que alguien lo quiera ser de, por ejemplo, Economía. Ignoro a quién diablos se lo ofrecerá Mariano Rajoy, el hombre que cargará con la inmensa responsabilidad de llevarnos a buen puerto, pero al candidato al sillón en el caserón de la calle de Alcalá no le arriendo la ganancia. Sobre todo, cuando nos están avisando de que la recuperación del empleo no se empezará a producir hasta...¡2016! (el plazo que nos ofrecen los gurús cabezas de huevo es, por cierto, cada vez más lejano).
 
Quienes hayan tenido la paciencia de seguirme alguna vez conocen que pienso que una de las pocas fórmulas para devolver a la ciudadanía un mínimo de confianza consiste en aceptar que estamos ante una segunda transición y gobernar con el pacto y el consenso en la mano. Pero, claro, de eso no se va a hablar demasiado, me temo, en la campaña electoral que está a punto de comenzar formalmente, la campaña más triste de este triste noviembre que comenzó con un martes negro. Y, además, en Berlín ¿qué saben de estas dos Españas machadianas y cainitas? Ellos ya hicieron lo suyo, y bastante bien, por cierto. Que inventen ellos, ya se sabe. Pero a lo que íbamos: ¿alguien para el Ministerio de Economía?
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