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El debate

El debate

viernes 04 de noviembre de 2011, 12:10h
El inicio de la campaña electoral va a estar marcado por el debate a dos entre Rubalcaba y Rajoy que se celebrará este lunes. La poca experiencia en España ante este tipo de eventos, donde hemos vivido varias elecciones sin ningún debate, sería difícil de entender fuera de nuestras fronteras, por ejemplo en Estados Unidos, donde se viven con más naturalidad democrática y se consideran elementos propios del escenario electoral. Y, hasta cierto punto, parece lógico que alguien que aspira a dirigir un país tenga a bien confrontar sus ideas con las de sus oponentes y responder a las preguntas de los periodistas. Sin embargo, en España han existido candidatos de uno y otro bando que han sido reacios a someterse a los debates y, finalmente, cuando se consiguen se convierten en espacios donde todo está tan atado que el producto final responde más a una encorsetada sucesión de intervenciones entre los contendientes que a un debate al uso, donde siempre hay más espacio para la improvisación.
 
En este caso, González Pons, por el PP, y Óscar López, por el PSOE, llevan semanas acordando los detalles de la cita. Una vez más, presenciaremos pequeñas exposiciones divididas en varios bloques temáticos por parte de cada candidato. El moderador será un simple controlador de tiempos y no tendrá capacidad alguna de ejercer otra función. Habrá quien piense que llamar debate a esa confrontación de monólogos sea demasiado generoso, sin embargo no hemos de despreciar una cita que puede ser capaz de introducir alguna dosis de aderezo en una campaña que comienza muy necesitada de expectativas.
 
El PSOE se alzó con la victoria en los últimos debates celebrados en 2008. Pero hoy el escenario es tan distinto que el humor electoral sitúa al PP desde hace semanas como claro ganador de una contienda que han conseguido presentar como un mero trámite. Sin embargo, hasta el trámite más inocuo se puede convertir en un problema si no se gestiona adecuadamente. Y el debate del próximo lunes será, sin duda, una de esas pruebas que puede beneficiar al que va perdiendo. Rajoy tiene claramente mucho más que perder que Rubalcaba, al que una victoria clara podría dotar de oxígeno hasta el 20N y, lo que es más importante, podría infundir ánimos renovados a un PSOE que los necesita más que nunca. El PP ha practicado hasta el momento una campaña más basada en la explotación del desgaste del otro que en los méritos propios. En esta dinámica de no meterse en líos, de hablar lo menos posible y de evitar por todos los medios la exposición del líder es comprensible que, en círculos internos, haya incluso quién no entienda por qué el líder popular aceptó un debate donde, a priori, con todo a favor se puede perder más de lo que se puede ganar.
 
Sin embargo, es muy probable que los estrategas de la campaña de Rajoy hayan valorado mayor el riesgo de no aceptar un debate con Rubalcaba, que a buen seguro lo usaría como argumento para evocar la "incapacidad" de su oponente, que el hecho mismo de celebrarlo y perderlo. Otro elemento a tener en cuenta son las expectativas que el propio PSOE y Rubalcaba han puesto en ese debate, que han hecho que el listón que se espera para él sea superior al que se espera para Rajoy y, si no llega, seguramente habrá perdido.
 
Como siempre que hay una confrontación directa el debate servirá para exteriorizar la polarización. Parece aceptado que los debates influyen, generalmente, en el voto de los indecisos. Sin embargo, el candidato socialista en esta ocasión tiene la difícil tarea añadida de tener que esforzarse por movilizar a un sector del electorado propio que, a día de hoy, está todavía lejos de acercarse a las urnas. Es obvio que algunos de los últimos guiños de Rajoy a los sectores más duros de su partido, como los mensajes contra el matrimonio homosexual o contra el derecho al aborto, podrán ser usados para este fin pero, sin embargo, el tema económico tiene el potencial de eclipsar muchas otras cuestiones que, aunque algunas enormemente importantes, no están a día de hoy en la mente del grueso del electorado. Eso juega claramente en contra del candidato socialista.
 

Manuel de la Fuente es politólogo
@manudelafuente
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