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Ojalá empiece el debate, don José (Borrell)

Ojalá empiece el debate, don José (Borrell)

miércoles 28 de diciembre de 2011, 09:42h
No voy a referirme a la gran noticia del momento (que la recesión ha llegado), entre otras razones porque eso lo describí hace tiempo (ver en este medio "La Recesión ya está entre nosotros", del 25/11/11). Así que prefiero recoger el guante que lanza José Borrell anteayer acerca del debate socialista, que, según él, ya ha comenzado (ver "Empieza el debate" en El Público, 26/12/11). Y digo recoger el guante porque asegurar que va a haber debate es bastante arriesgado; es decir, para que haya debate digno de tal nombre es necesario que se den determinadas condiciones. Borrell está de acuerdo en plantearse la cosa en estos términos. Por eso parece bueno tratar de concretar esas condiciones.

Ahora bien, lo primero que es necesario señalar es que cuando se afirma que "empieza el debate" queda implícito que es porque antes no hubo tal debate (algo que reconocen los firmantes de "Mucho PSOE por hacer", entre los que él mismo se encuentra.) A partir de esa constatación se hace más necesario partir de fojas cero. Borrell confirma este extremo cuando afirma: "el PSOE no necesita una crítica, necesita una autocrítica. No le faltan críticos externos, de lo que anda escaso es de motores internos de transformación organizativa y coherencia ideológica". Pero eso no es casual, estimado amigo, sino parte del mismo fenómeno. Por eso, para que haya verdadero debate, es necesario hacerlo a fondo y no como una discusión entre candidatos, sacando de la discusión la crítica del proyecto político que significó el zapaterismo.

Primera condición, por tanto, para que haya verdadero debate es discutir no tanto la gestión gubernamental de Zapatero, aunque también, sino debatir si Rodríguez Zapatero tuvo un proyecto político de fortalecimiento y desarrollo de la socialdemocracia española. Porque sin discutir a fondo el proyecto y la experiencia del zapaterismo no hay manera de discutir las raíces del problema. Es decir, si se saca del debate la discusión que están poniendo sobre la mesa diversos análisis sobre el zapaterismo, como una experiencia negativa para el desarrollo de la socialdemocracia, entonces se estará falseando el debate desde su inicio. Y el problema que ha habido hasta ahora es precisamente ese: que quien ponía en cuestión el proyecto zapaterista (y su cesarismo interno consiguiente) era condenado al ostracismo.

Resulta lógico y natural que quienes hayan estado formando parte del núcleo zapaterista no quieran discutir este asunto grueso y argumenten que no se trata de juzgar el pasado. O como dice Borrell: "Tampoco creo que se trate de una enmienda a la totalidad a la época de Zapatero. Se reconocen, por ejemplo, los muchos avances en materia de libertades sociales y derechos individuales." Pues bien estimado, si se saca esa posibilidad del menú (criticar la experiencia zapaterista en su totalidad) no puede haber verdadero debate. Así de simple.

La autocritica, como el movimiento, se demuestra andando. Si los que fueron o todavía son zapateristas no aceptan que se pudieron equivocar ¿entonces para que comenzar a discutir? Y cuando digo que deben aceptar la posibilidad de haberse equivocado, desde luego no me refiero a tal o cual error puntual. Me refiero al proyecto zapaterista en su perspectiva central.

Alguna gente me ha comentado que eso es ponerse en un plan demasiado conceptual. Y podría ser, pero el problema es que la alternativa es mucho peor: que tenga lugar un Congreso a la estadounidense, donde lo importante son las características de cada candidato, mucho más que una discusión programática. Pero entonces que no nos vengan con ese cuento de que será un debate de ideas y todo eso.

La cuestión es que estoy convencido que la experiencia zapaterista tiene lugar en el PSOE precisamente como resultado de una crisis conceptual. Me explicaré, en la confianza de que José Borrell me va a entender; entre otras razones, porque tuvimos la oportunidad de compartir un seminario a este lado del charco sobre la encrucijada de la socialdemocracia ante el cambio de época y su expresión más clara, la globalización.

En efecto, como se insistió hasta la saciedad, la socialdemocracia sufrió una verdadera crisis de identidad con el cambio que sufrió el sistema mundo desde los años ochenta. Una crisis que todavía no se ha resuelto. ¿Cómo defender el Estado de Bienestar en medio del predominio ideológico de las tesis neoliberales?

¿Cómo enfrentarse a la desregulación del capital financiero mundial cuando todavía no se tiene -ni de lejos- una gobernanza mundial? Preguntas como estas siguen sin respuestas claras. Y el problema es que en medio de esta desorientación/confusión han aparecido toda suerte de salidas en falso. Una de ellas consiste en adoptar programas de otros, o bien convertirse en partidos "atrapa-todo". Yo estoy convencido de que el zapaterismo ha sido una salida en falso de ese primer tipo: en vez de centrarse de lograr que la política gobernara a los mercados en época de crecimiento (y no cuando ya ha estallado la crisis), se dedicó a la lucha por la extensión de los derechos de minoría (algo que ya había hecho el partido radical italiano o el proyecto del senador Kerry en Estados Unidos). Para hacerlo (ganando una imagen de vanguardia política) tuvo que tomar distancia de otros partidos socialdemócratas de Europa que optaron por la perspectiva de la armonización de derechos, sobre todo cuando son divergentes. Por eso Zapatero no entendió nada cuando el laureado Giovanni Satori soltó aquella patada: "No se es más de izquierdas por defender el derecho a regular las relaciones entre homosexuales mediante el matrimonio".

Es decir, el zapaterismo es una expresión de vanguardismo ideológico sin profundidad conceptual. Lo que, desafortunadamente, implica un cambio de prioridades políticas que no refieren a los problemas centrales que debe enfrentar la socialdemocracia en nuestra época de cambio. Y desde esta visión me parece mucho más fácil, por ejemplo, entender porque se cometió el "errorcillo" de no pinchar la burbuja inmobiliaria. ¡Es que Zapatero estaba lanzado al éxito en otras zarandajas! Ve usted, mi buen amigo José, por qué no puede sacarse del menú el análisis que hacemos mucha gente sobre el proyecto del zapaterismo en su conjunto. Si eso se saca del menú, el debate no empezará nunca
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