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Crítica de la película

'Los descendientes': El pequeño milagro de dar vida a la ficción

'Los descendientes': El pequeño milagro de dar vida a la ficción

jueves 19 de enero de 2012, 21:29h
'Los descendientes' es una de esas películas que parece que no están contando nada y que cuando te quieres dar cuenta estás tan metido dentro de la historia que te has olvidado por completo de que estabas viendo una obra de ficción. La película va creciendo en el que la contempla hasta el punto de quedarse con él después de verla y de hacerle sentir vivo, a pesar de tener la muerte tan presente. 
Alexander Payne vuelve a encontrar el ritmo adecuado para una cinta en la que todo es natural, el humor, el drama, nada está forzado y parece totalmente espontáneo y, sin embargo, todo está realizado con una precisión asombrosa para lograr ese efecto. Con un ritmo pausado, el guión se toma su tiempo para presentar a unos personajes que cuando te quieres dar cuenta son como de la familia. 

El argumento de la película gira en torno a la familia de una mujer que ha quedado en coma, en concreto, sobre como su marido, George Clooney, tiene que hacer frente a la situación, principalmente, a su relación con a sus dos jóvenes hijas. La acción transcurre en un Hawai alejado del tópico del surf y la playa. Aun así esa tierra se convierte en un personaje más, gracias a la magnífica utilización de la música autóctona que, además, sirve como bello recurso narrativo al director de 'Entre copas'.

Las actuaciones están al mismo nivel que el resto de facetas de la película. Es decir, altísimo. Lo de Clooney es increíble, llámalo carisma o lo que sea, pero desde los tiempos de Cary Grant o Gary Cooper no se veía nada semejante. Se nota la confianza ciega que ha puesto en Payne. La recompensa es su papel más memorable hasta la fecha. Las chicas, Judy Greer y Shailene Woodley, están perfectas en su papel, especialmente la mayor. Pero es que los secundarios cumplen con creces. En otras producciones, papeles como el de Beau Bridges o Robert Forster no serían más que caricaturas, mientras que aquí tienen vida propia, evitando tópicos y lugares comunes. Incluso el papel del joven novio de una de las chicas, que parece destinado únicamente a ser un elemento cómico, tiene un verdadero peso dramático. 

La película de Alexander Payne es todo un prodigio de saber hacer, de puesta en escena, de ritmo, pero, sobre todo, de como tratar unos temas que podrían caer en el telefilme más casposo y melodramático del mundo y lograr que los sintamos como propios. En definitiva, lograr que unos personajes de ficción cobren vida y se comporten como humanos de carne y hueso, con todas sus imperfecciones, penas y alegrías. Junto a 'The artist' la mejor película del año.

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