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La fragilidad del PSOE

La fragilidad del PSOE

lunes 23 de enero de 2012, 00:09h
Este fin de semana, en un acto realizado en Santiago de Compostela, el candidato a la Secretaría General del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, realizó un diagnóstico sobre la preparación del 38 Congreso, que luego extendió al conjunto de su partido, tan enfáticamente optimista que ha provocado algunos comentarios irónicos en medios políticos y periodísticos. ¿Estará hablando Rubalcaba del mismo PSOE que acaba de sufrir una derrota política estrepitosa?

Este discurso optimista refleja en el fondo una posición política a la defensiva. Todo parece indicar que el PSOE sufre una reacción interna para eludir el peligro de aquello que dijo el editorial de El País: dejar de ser la fuerza que lidere el progresismo español. Por eso no quiere mirarse al espejo. Parece que su fragilidad es tal que sólo quiere hablar de sus pasados momentos de gloria. ¿Dónde está la reflexión crítica sobre las causas de la derrota?

El argumento que esgrimen Rubalcaba y Chacón (las dos caras de la misma moneda zapaterista) es que no es momento de autoflagelaciones. Y claro, ambos tienen razón. No se trata de que el partido más representativo de la socialdemocracia española se suma ahora en un valle de lágrimas, dándose descomunales golpes de pecho. Eso sólo conduciría a su destrucción definitiva.

Pero hacer lo contrario también entraña un riesgo similar. Al asegurar enfáticamente que el balance del PSOE siempre será positivo, que nunca se ha equivocado estratégicamente, para evitar así la reflexión a fondo sobre su actual crisis, no se hace otra cosa que practicar la política del avestruz.

En realidad, Rubalcaba y Chacón se ven obligados a practicar un discurso jesuítico: cuando hacen alguna propuesta de renovación se cuidan mucho de que eso pueda verse como algo que antes no se practicaba. Chacón asegura que hubo insuficiente debate, pero nunca explica por qué. Rubalcaba dice que quiere un partido que pueda decir las mismas cosas en cualquier sitio. ¿Será porque el zapaterismo se caracterizó por decirle a los catalanes lo que querían oír, igual que a los andaluces, a los homosexuales, a la Iglesia, a las mujeres y así un largo etcétera?

Ambos candidatos tienen un mismo objetivo: mostrar quien es más ingenioso para decir novedades sin adentrarse en el terreno pantanoso de un verdadero juicio crítico sobre la penosa experiencia reciente. El problema es que sin hacer esa reflexión, parece muy difícil que puedan resolver la famosa distancia que les separa de la ciudadanía. Una distancia que quieren identificar en el PSOE como cuan cerca o lejos está de los movimientos callejeros. Cuando la verdadera distancia se refiere a la cantidad de gente que considera que no deben ser los mismos bueyes los que se dediquen a tirar de la misma carreta.

Asegurar, como dijo Rubalcaba, que se siente satisfecho del proceso de preparación del Congreso, porque "los militantes han discutido sobre qué proyecto de partido quieren" parece una broma, cuando la gran mayoría de los representantes socialistas están de acuerdo en que, como dijo Patxi López, "preparar un Congreso de ideas en un mes es imposible, apenas podremos empezar a plantearnos las preguntas, que tendremos que responder más adelante".

El 38 Congreso del PSOE pasará a la historia de la socialdemocracia española como un paso en falso, forzado por la Comisión Ejecutiva saliente de Zapatero, para evitar que se hagan críticas claras y abiertas a su gestión. Por eso, los supuestos contendientes se ven obligados a usar permanentemente la sordina o bien el escapismo de pronunciar discursos triunfalistas sobre las experiencias pasadas, como lo ha hecho Rubalcaba este fin de semana. ¿Será que es imposible hacer una verdadera reflexión crítica sin necesidad de caer en un llanto depresivo? ¿O es que eso, como apuntan algunos, es sólo reflejo del estado de extrema fragilidad en que se encuentra el PSOE? 
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