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El PSOE de las apariencias

El PSOE de las apariencias

lunes 06 de febrero de 2012, 08:00h
Pues bien, acerté en el pronóstico de que Rubalcaba ganaría a Chacón, pero tengo que admitir que la diferencia (22 votos) es menor que la que esperaba. Yo creí que sería efectivamente una victoria apretada, pero no tanto. Así que todo indica que el voto de castigo al perdedor de las pasadas elecciones ha sido considerable. Por poco no tenemos otra revuelta de los descontentos al estilo de la protagonizada por Zapatero en el 35 Congreso.

Desde luego, creo entender a los que han apoyado a Rubalcaba como la candidatura del mal menor. No hay duda de que la elección obligada entre éste y Chacón, forzada por la Ejecutiva saliente de Zapatero, no daba muchas posibilidades de seleccionar realmente a los mejores. Pero la posibilidad de que se produjera de nuevo una fuga hacia delante, como una reedición del inmediato pasado (zapaterista), suponía un riesgo mucho mayor que la del veterano segundón convertido en primerísimo.

Ahora bien, transformar ese convencimiento de que había que elegir al menos malo, que fue el que embargó al 80% de los delegados, en una organización unida como piña es poco creíble. El resultado del Congreso no debe confundir a nadie. Y supongo que Rubalcaba no es estúpido. Otra cosa es la necesidad que siente de hacer una política declaratoria que disimule las debilidades del momento. Algo en lo que el eterno vice sí es experto y parece dispuesto a poner en ello todas sus fuerzas.

A muchos nos ha llamado la atención la frase de Bubalcaba: "a mí no me van a quebrar". Tanto que ese ha sido el titulo de portada de un diario matutino este pasado domingo. ¿Qué tenía en la mente Rubalcaba cuando lo dijo? Una posibilidad es que crea que a Zapatero sí lo quebraron las circunstancias. Otra, que fuera una comparación con la Chacón quebrada tras la derrota anterior, con ocasión de la competencia por la candidatura del PSOE en las pasadas elecciones. Y finalmente que sea una sensación que le es familiar, porque él mismo se quebró o estuvo a punto de hacerlo, en algún momento de este vía crucis que ha sido la política socialista, desde que Zapatero tiró la toalla.

En todo caso, este destello mental de Rubalcaba refleja bien la situación actual del partido: un PSOE quebradizo. Precisamente por ello tienen que vender la idea de un partido fuerte y unido. Los expertos en comunicación saben que en política hay que usar a la inversa el viejo refrán "dime de qué presumes y te diré de lo que careces".  Y ese juego de apariencias será necesario en el actual PSOE durante mucho tiempo.

Todo lo que hay que esperar es que no exageren hasta el grado de insultar la inteligencia. Por ejemplo, ese cuentazo de la nueva Ejecutiva de integración. Lo que se entendía el sábado por esa idea es que cualquiera que fuera el ganador de la competencia, integraría a la otra corriente en la dirección ejecutiva del partido. Pues bien, a excepción de la obligada colocación de Griñán como presidente del PSOE, en clave de elecciones andaluzas, toda la integración aclamada ha consistido en poco más que un par de vocales del PSC. Como ha dicho Gómez, el Secretario General de los socialistas madrileños, parece que no todos tenemos la misma idea de lo que significa integración. Afortunadamente hay todavía gente que llama a las cosas por su nombre, así que Bono lo ha dicho claramente: "los perdedores tienen que someterse". Más bien, a la vista de cómo entiende Rubalcaba la integración, muchos empiezan a temer que el segundón tenga dientes más largos de los que ha mostrado hasta el momento.

En todo caso, también resulta un mal síntoma la forma en que Rubalcaba entiende eso que proclamó hasta la saciedad antes de ser elegido: la necesaria renovación de la socialdemocracia española. Porque el domingo, una vez electo, se hizo mucho más transparente: no hay que pensar en las causas de la derrota electoral, sino en los factores que nos conducirán a la próxima victoria. ¿Y a quien creerá que engaña, tratando de convencer de que es posible la renovación socialista sin la necesaria reflexión sobre la dramática derrota sufrida? ¿O es que lo de la renovación ideológica, tan cacareada, es sólo un juego de luces para la ocasión?

De hecho, pareciera que lo que quiere Rubalcaba es olvidar el inmediato pasado, no vaya a ser que eso le pueda conducir a un examen serio de los errores acumulados por el zapatarismo. En palabras precisas: ¿querrá Rubalcaba evitar la estrategia de la ampliación unilateral de derechos, para impulsar la armonización de los mismos? ¿Adoptará con rigor una visión de Estado, superando esa ausencia característica de Zapatero? ¿Buscará de verdad liderar un partido que dice las mismas cosas en cualquier sitio, abandonando la táctica de Zapatero de ir negociando con fragmentos para lograr así sumar una mayoría?

Y la interrogante más de fondo: ¿realmente intentará todo eso sin dejar que emerja a la luz la crítica de la salida por la tangente ideológica que significó el zapaterismo? ¿O en verdad estamos pidiéndole peras al olmo, a un Rubalcaba que lo que realmente desea es un aparato político que lo encumbre? Como diría Sartre, parece que a fin de cuentas no le faltó a Rubalcaba "deseo de ser". Habrá que ver cuál es su verdadera altura de miras. En todo caso, una cosa es cierta: el PSOE que hoy sale del 38 Congreso presenta un inmediato futuro repleto de interrogantes e incertidumbres. Una evidencia que no puede ocultarse dando la apariencia de seguridad orgánica. Y ocultar las crisis es como cerrar en falso las heridas: generalmente no suele dar buenos resultados.
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