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Antropófagos

Antropófagos

domingo 14 de octubre de 2007, 01:22h
Normalmente -y con mucho de ignorancia- el canibalismo es visto como una manifestación sólo de feroz atraso y bestialidad. Un estadio sobrepasado hace mucho por los seres humanos. Lo de sobrepasado es una mirada benévola.  Si uno pone atención, descubre antropófagos que siguen ejerciendo como si nada. Y lo hacen igual que los salvajes de los que se abjura.  Es más, los caníbales actuales hasta pueden ser admirados por su excelso manejo de la tecnología y de depuradas estrategias comunicacionales. Todo atribuible al cambio.  Hoy es algo virtual, pero no por eso menos efectivo, ni deja de ser aterrador el desmembramiento y el deglutir de carne humana.

En estos días hemos sido testigos de una exacerbación en las prácticas de antropofagia en la política chilena.  No es que sea algo nuevo o constituya una acción aislada. Pero en épocas previas a elecciones cobra bríos inusitados. 

El festín actual comenzó con la presidenta Michelle Bachelet el primer día de su mandato, hace algo más de un año y medio.  Tenía atributos, entre los que ser mujer no era el menor.  Porque el canibalismo tiene la característica de ser una práctica difundida mayoritariamente entre hombres.  Al menos era así en el pasado y hasta hace poco en remotas regiones del planeta.

Luego, el ritual chileno se afinó.  No se trataba sólo de sacar jirones a la mandataria. Siempre quedaba la posibilidad de prolongar su agonía hasta el fin de su administración.  Ahora había que apuntar hacia el futuro.  Y le tocó el turno al ex presidente Ricardo Lagos. La orgía se desató con el Transantiago. El último capítulo escrito tuvo como escenario la Cámara de Diputados. La derecha pretendía que Lagos fuera hasta la comisión investigadora sobre el sistema de locomoción capitalino. Y quería que se presentara en persona. El ex mandatario no quiso transformarse en plato de fondo y no compareció.  Eso generó un show en el Congreso. Fue sólo el punto de partida a toda una batería de epítetos de grueso calibre que pretenden destrozarlo.  Hay que comerse al personaje que terminó su mandato con un apoyo de más del 70% de aprobación entre el electorado. Eso aumentaría sus posibilidades para las elecciones del 2009.     

Como los episodios de antropofagia han menudeado, aquí va otro.  Joaquín Lavín, líder de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y ex abanderado de la derechista Alianza por Chile, se declaró “bacheletista aliancista”. No paró allí.  Se ofreció para ser ministro del Trabajo.  Su actitud fue seguida por otro connotado UDI, el senador Pablo Longueira. Éste hizo ver su interés en ser ministro de Planificación.  Hubo un tercer interesado en saltar la valla de la oposición e integrarse al actual gobierno. El alcalde de la comuna de Recoleta, Región Metropolitana,  el UDI Gonzalo Cornejo, dijo estar dispuesto a colaborar con la presidenta Bachelet, si se lo pedía. No manifestó preferencias por ministerio alguno. Y, al igual que los dos líderes anteriores hizo ver que lo guiaba el interés de servir a Chile.

La aparición de “bacheletistas aliancistas” es un condumio que tiene su base en el presidenciable de la misma Alianza por Chile, el empresario Sebastián Piñera. Las encuestas muestran que el militante de Renovación Nacional (RN) está bien posicionado para ser candidato presidencial. Bastante mejor que Lavín o Longueira. Pero la UDI sabe que los guarismos son estrechos y, sobre todo, volátiles. Hay una votación dura que, aunque desencantada de los gobiernos concertacionistas, no estaría dispuesta a abrir el paso a la derecha. Es un rechazo abierto y firme contra quienes colaboraron con la dictadura.  La UDI y RN lo hicieron hasta los últimos días del general Pinochet.

Por eso, Lavín piensa que es necesario dar muestras de apertura, de disposición a lograr acuerdos.  Y en eso marca una diferencia muy tajante con la postura de RN.  Sin duda, una aguda visión política.  Las encuestas califican muy mal a la política chilena, en general, y a la Concertación gobiernista y a la Alianza opositora, en particular. Los electores se inclinan por los entendimientos.  Por empujar todos juntos, en vez de andar con las zancadillas o acariciar el “desalojo” de la Concertación, como lo hace el senador de RN, Andrés Allamand. Los chilenos no quieren saber nada de hechos de violencia. Y el desalojar implica algo que va más allá de las acciones que permite y estimula la democracia.

De allí que Piñera sea el plato de fondo de estos socios que quieren hacer con él un ágape presidencial.

El canibalismo se sigue practicando.  Los tiempos han cambiado, es cierto.  Las diferencias están a la vista.  Los “salvajes” se comían a sus enemigos para sacar de ellos su fuerza, su proyección.  En resumen, por una cuestión en que la trascendencia estaba involucrada profundamente. Hoy, la antropofagia, aunque virtual, no busca lo mismo. Lo de ahora es mera cuestión de poder temporal. De éxito.  De logros mensurables en metálico. De trascendencia, nada. 

Pobres caníbales chilenos.

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Wilson Tapia Villalobos
Periodista
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