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La pérfida Europa

La pérfida Europa

miércoles 15 de febrero de 2012, 13:38h
Me disgusta adoptar el papel de acorralado: nos acosan el 'Financial', Reuters, Moody's, Durao Barroso, Olli Rehn y los guiñoles gabachos. Todos contra España. Y nosotros, con la cabeza gacha. Peligroso. Lo peor que nos puede pasar es volver al hispanocomplejo, al acobardamiento frente a las pérfidas potencias europeas que quieren aprovecharse de nuestra debilidad y hasta se meten --¡el colmo!-- con nuestros deportistas. Me parece que, sin sobreactuar, en aras de la dignidad hay que reaccionar: este es un gran país, capaz de muchas cosas. No somos ni Grecia, ni Italia, ni Portugal, que cada cual tiene sus grandezas y sus miserias. Pero nosotros, las nuestras, y muchos de los puntos débiles de los países citados, lo digo sin chovinismo, a los españoles, que estamos sabiendo atravesar el desierto sin derramar una lágrima, nos son ajenos. 

Y, si los vanrompuy y los standardsandpoor del Viejo y el Nuevo Continente me lo permiten, diré que ya está bien de empujones: me parece que el Gobierno y, sobre todo, los ciudadanos españoles estamos haciendo ya muy bien los deberes que los maestros ricos nos han impuesto, no sé yo si con mucha justeza, no sé si con toda justicia ni con algo de sabiduría. Pero si hay que apretarse el cinturón, aunque sea por real eurodecreto, pues se aprieta. Pero que no nos exijan a continuación, calificadores y agencias de calificación que de nuestro aquí y ahora apenas saben de la misa la media, que hagamos un agujero más. Otro más.

Ahora, llega el supercomisario europeo de economía y pide públicamente al Gobierno español, que no lleva ni dos meses en faena, que entregue ya los Presupuestos Generales del Estado. Cuando aún ni conocemos los grandes números de la UE. Cuando La Moncloa se ha comprometido a tener los PGE listos en marzo, es decir, dentro de cuatro semanas como mucho. Las prisas del señor Rehn no son, así, sino una demostración de fuerza, un deseo de poner en evidencia que en Bruselas pueden seguir pisándonos el cuello y dar otra vuelca de tuerca al potro de tortura.

No sé si estos eurócratas y los plumillas que bailan con ellos -quién ha visto a los rectores de Europa y quién ve a los actuales...-lo que pretenden es sembrar la semilla del euroescepticismo más feroz en los ciudadanos de media UE, concretamente en los españoles. Peligroso juego el que se traen los empleados de la señora Merkel y de su ministro de Finanzas: hemos sido y somos fieles socios del club, no damos problemas y, mientras las fuentes anónimas de Reuters no demuestren fehacientemente lo contrario, jamás hemos mentido sobre la contabilidad nacional. Sería muy malo para todos que la opinión pública española se separe del orgullo de ser europeo a base de los errores de los 'cabezas de huevo' que se sientan en las europoltronas, allá en Bélgica o en Alemania, y emiten desde allí sus 'diktat' acerca de lo que los súbditos tenemos que hacer.

Tengo muy claro que los rectores de la UE no han sabido gestionar ni las crisis políticas ni la crisis económica. Y que Berlín ha logrado, sobre los demás, ganar esta guerra sin botas, ni bigotes, sin disparar un tiro y sin un solo grito, menos mal. Pero también estoy convencido de que, si los padres de la idea de una Europa unida levantasen la cabeza, Los Adenauer, Monnet, Schuman y De Gasperi, y tantos otros que los secundaron, volverían a la tumba de inmediato, avergonzados de estos sus remotos sucesores.

Y, sin embargo, yo sigo queriendo ser europeo, no porque no pueda ser otra cosa, sino porque nos ha costado mucho llegar hasta aquí y también porque la ¿utopía? de aquellos 'padres' que impulsaron luego el Tratado de Roma merece la pena. Incluso tanta pena como soportamos.



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