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Un romance musical

Lester Young y Billie Holiday
Lester Young y Billie Holiday

La leyenda negra del jazz: Lester Young y Billie Holiday

lunes 06 de abril de 2015, 13:03h
El mundo de la música está lleno de mitos y leyendas como la admiración fatal de Salieri a Mozart, la venta del alma de Robert Johnson al diablo en un cruce de caminos, a cambio de ser el mejor bluesman de la historia, o los supuestos mensajes satánicos del 'Stairway to heaven', pero no hay ninguna música tan rodeada de un aura de trágico romanticismo como el jazz. Casi todas sus figuras principales tienen un halo de misterio propio de una música que mezcló la tradicion de África y Europa en la nueva tierra prometida, EEUU. En muchas de estas historias es imposible diferenciar la leyenda de la realidad, pero como dijo el maestro John Ford, "cuando la leyenda supera a la verdad, publicamos la leyenda."

Érase una vez un país en plena Depresión. EEUU vivía a comienzos de los años 30 la resaca de la 'era jazz'. Así había nombrado el cronista oficial de aquella época, Scott Fitzgerald, a los locos años 20. Una época de ley seca, gángsters y música hot. Elliott Ness, Al Capone y Louis Armstrong. Una era que terminó con el crack del 29. A principios de los años 30 el jazz también estaba cambiando, las bandas negras de Harlem se orientaban hacia la música de baile. El swing estaba a punto de convertirse en la locura nacional. Este estilo daba espacio a los solistas de cada banda para que se luciesen. Entre todas las bandas del país destacaba la de Fletcher Henderson, orgullosa de contar entre sus filas con los mejores músicos del país. En los años 20 habían contado con Louis Armstrong y su saxofonista principal, Coleman Hawkins, había aprovechado el breve paso de Satchmo por la banda para convertirse en el saxofonista más importante del jazz.

Su reinado era tan indiscutible que comenzó a grabar en solitario y convirtió a su instrumento en la seña de identidad del jazz. En 1934 dejó su puesto en la banda de Henderson y fue reemplazado por un joven proveniente de Kansas City, Lester Young. Su estilo relajado era totalmente opuesto al agresivo tono de Hawkins, eran la perfecta representación del sonido 'cool' y 'hot'. Pero la banda de Henderson quería un reemplazo que tocase como Hawkins, así que Lester tuvo que abandonar la banda para volver a Kansas City a tocar en la banda de su amigo Count Basie. Fue allí donde Lester comenzó a ganarse una reputación sin igual. Como principal solista de la banda, Lester se levantaba cada vez que le tocaba un solo, pero el espacio en el Reno Club era muy reducido, así que tenía que coger su saxofón con una inclinación de 45°. Esa especial manera de tocar se convirtió en leyenda.

Pero antes de eso se produjo el gran duelo en Ok Corral de la historia del jazz. Hawkins, siempre dispuesto a retar a cualquier saxofonista dispuesto a luchar por su trono, se acercó hasta Kansas City a escuchar al joven prodigio. Según cuenta la leyenda, allí en una jam session que duró toda la madrugada, Lester le robó la corona a Coleman Hawkins. Si no ocurrió así, debió haber pasado. La realidad nos dice que Hawkins partió para Europa en el 34 y no volvió a EEUU hasta bien entrado el 39. Para esa época Young era ya el saxofonista más importante e influyente del país al frente de la banda de Count Basie.

Lady Day

Pero la leyenda de Young no termina aquí ni mucho menos, sino que además se entremezcla con otra, Billie Holiday. Eleanora Fagan tuvo una infancia 'dickensiana', abusos, pobreza, pasos por centros juveniles y coqueteos con la prostitución. Su vida cambió tras escuchar a Louis Armstrong y Bessie Smith. Desde ese momento Billie supo lo que quería ser en la vida, Comenzó a cantar a principios de los 30 profesionalmente y tuvo su primera gran oportunidad cuando el productor John Hammond la consiguió un contrato de grabación junto a Benny Goodman.

Precisamente fue el mismo Hammond el que un día, aburrido de las bandas neoyorquinas, condujo su coche durante toda una noche para ofrecer un contrato a una banda de Kansas City que le había dejado anonadado en una transmisión de radio. Se trataba de la de Count Basie. Cuando la banda llegó a Nueva York, su saxofonista, Lester Young, pasó a vivir en casa de la madre de Billie Holiday en Harlem. Allí él la bautizó como Lady Day por su elegancia y ella a él como Pres, por considerarle el Presidente del saxofón.

Sus caminos se unirían más cuando, el 25 de enero de 1937, Lester se convirtió en uno de los fijos en las grabaciones de Lady Day. Ese mismo año Billie estuvo durante un breve periodo como cantante en la banda de Basie, pero, a pesar de su cariño y afinidad, Lester y Billie nunca fueron pareja. En 1939 Holiday grabó la que sería su canción más recordada, 'Strange fruit'. Ese día Lester no estuvo en el estudio de grabación, pero, tiempo más tarde, tuvo tiempo de comprobar en sus propias carnes que el Sur racista que describía su amiga en la canción seguía existiendo.

Strange fruit

En septiembre de 1944 el mejor saxofonista de los EEUU fue llamado a filas. Allí descubrió la realidad de su país, mientras los músicos blancos como Glenn Miller o Artie Shaw eran puestos al frente de big bands militares, a Pres le enviaron al servicio regular despojándole de su querido saxofón. No fue lo peor. Destinado a una base militar en Alabama, Lester se dio de bruces con el racismo más exacerbado, sufrió palizas y, tras encontrársele marihuana y alcohol entre sus posesiones, fue arrestado. A finales del 45 Lester Young fue licenciado con conducta deshonrosa del ejército estadounidense tras pasar un año detenido. Su experiencia en el ejército le afectó mentalmente para el resto de su vida. Nunca volvió a sonar igual. El saxofón con más swing del planeta se volvió mucho más inseguro y emocional. Hay quien defiende que nunca volvió a alcanzar el nivel que demostró junto a Basie o Lady Day y quien piensa que en sus grabaciones de post guerra se encuentran sus grabaciones más intensas, particularmente en las baladas.

Lo que es evidente es que su conducta se volvió más errática y su alcoholismo empeoró considerablemente. También tuvo que ver el hecho de que Young viese como su sonido de saxofón era imitado con éxito por el movimiento 'cool' de la Costa Oeste. Jóvenes músicos blancos como Stan Getz, Al Cohn o Zoot Sims que conseguían mucho más dinero que él.

En 1955 fue ingresado con una crisis nerviosa. Tras recuperarse todavía tuvo tiempo de entregar algunas de sus mejores grabaciones, como las dos sesiones de 1956 junto a su ex jefe en las grabaciones con Holiday, Teddy Wilson, o su reencuentro con Basie en el Festival de Newport de 1957 en el que dejó para la posteridad una maravillosa rendición de "Polkadots and Moonbeams", una de sus canciones favoritas. Pero el reencuentro más especial se produjo el 8 de diciembre de 1957 ante las cámaras de televisión de la CBS.

Fine and mellow

Billie Holiday se había convertido en una cantante de mucho éxito pero su vida personal era un desastre. Había pasado por la cárcel en 1948 y su querencia por hombres violentos y problemáticos no había hecho sino agravar su adicción a las drogas. Para 1957 su estado de salud era bastante malo y su voz se había ido quebrando. El año anterior había publicado su autobiografía, 'Lady sings the blues', que la convertiría en el prototipo de perfecto matrimonio entre arte y sufrimiento.

Pero estamos en diciembre de 1957 donde la CBS ha reunido a una serie de leyendas del jazz. Billie va a interpretar 'Fine and mellow', durante los ensayos, Lester Young se encuentra en el lado opuesto de la sala y no cruzan ni una mirada. Para todos es evidente que se encuentra demasiado débil. Se le dice que no hace falta que toque con el resto de la banda y es el único que permanece sentado. Cuando están grabando el tema, el gran Ben Webster hace su solo y entonces Lester se levanta y toca. La cara de Billie se ilumina y sonríe. Después canta como nunca aquello de "mi hombre no me quiere, oh me trata tan mal... pero cuando empieza a amarme, es tan dulce y bueno". Las luces se apagan, Lester recoge su saxofón y se va a su casa a seguir bebiendo hasta morir el 15 de marzo de 1959. El día de su funeral Billie Holiday le dice a un amigo, "yo seré la próxima". Cuatro meses más tarde Lady Day cumple su palabra.

Antes le había dado tiempo a firmar su testamento discográfico, 'Lady in satin'. Su voz rugosa se había transformado en un 'quejío' que dirían los flamencos. Es una voz que duele. Para muchos disfrutarlo es el colmo del masoquismo, para otros la más clara expresión del dolor, en definitiva, la conclusión del mito Holiday. En la que persona y música se hacen una para ser el epítome del sufrimiento... aunque ahora sirva para que Amelie nos venda Channel nº5.

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