El novio que se quedó sin luna de miel
jueves 15 de marzo de 2012, 08:14h
Estuvo largos años persiguiendo el
objeto de su pasión: la gobernación de España. Hizo la travesía del desierto,
durante la cual todos -propios y extraños- pensaron que moriría de hambre y de
sed. Tuvo que hacer el camino a Damasco, sorteando trampas a derecha e
izquierda. Y el inevitable viacrucis le dejó heridas indelebles en su alma de
político con ambiciones.
Pero la nave del país empezó a
enfrentar una tormenta tremenda. Y no dudó en plantearse como alternativa para
enrumbarla. Incluso mostrando su lado menos generoso. Y no es que no le
preocupara la gravedad del temporal, es que calculó que era su oportunidad para
abrazar su prolongada pasión: alcanzar la gobernación de España de otra manera.
Y finalmente lo logró, aprovechando
la tempestad. Una noche feliz la gente le apoyó masivamente para formalizar su
matrimonio con la cúspide del poder político. Nadie podía descartar unas semanas
de gozo público. La degustación de las mieles del poder parecía inevitable.
Sin embargo, a los cuatro días de
haber obtenido la gobernación de España comenzó a darse cuenta de su mala
suerte: había conseguido el poder, pero no para conducir al país con
normalidad, como los gobernantes anteriores (Aznar, por ejemplo), sino en unas
circunstancias terribles. La nave del Estado hacía agua por los cuatro costados
y se había declarado un incendio en la sala de máquinas, que afectaba
directamente a los trabajadores.
Así que, esforzado como es, el recién
casado tuvo que ocuparse de enfrentar las emergencias internas de inmediato.
Pero conforme iniciaba el esfuerzo empezó a enfrentar incomprensión y crítica. Por
otra parte, él tampoco ayudó mucho con sus incapacidades comunicativas. Y así
se consumieron los días y los meses en que se presumía que debía disfrutar de
algo parecido a una luna de miel con su adorada gobernación sin que pudiera
gozarla ni de lejos. Y lo peor es que nadie le asegura que le vaya a suceder
como a esos matrimonios entre personas muy ocupadas que dejan la luna de miel
para más adelante. Es perfectamente posible que haya perdido su oportunidad
para siempre. Solamente le queda una lejana esperanza: lograr la renovación de
sus votos matrimoniales dentro de cuatro años. Una eventualidad muy poco
segura.
Sin embargo, tozudo como es, el
recién casado aprieta los dientes y enfrenta los deterioros del navío con las
recetas más descarnadas. Parece no importarle que los opositores quieran
extender el incendio. Ha decidido aguantar el pulso. La pregunta que hoy se
hace todo el país es ¿hasta dónde? ¿Cuanta presión social soportará este novio aparentemente
imperturbable? ¿Tiene claro que hay un límite para poder mantener la paz
social, que también es parte de su deseada gobernación? De momento está
aguantando el tipo y las cosas no le han ido tan mal en el forcejeo con
Bruselas. Sin embargo, la amenazante huelga general puede acabar perfectamente
en un empate. Y es imposible hacer cálculos sobre cómo evolucionará la calle en
los próximos meses. ¡Sería el colmo de
las desgracias que sin haber tenido luna de miel se encaminara progresivamente
hacia un futuro divorcio!