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Guindos y Montoro no son Rajoy

Guindos y Montoro no son Rajoy

martes 10 de abril de 2012, 11:42h
El protagonismo indiscutible ha estado, en estas últimas jornadas, en el patio de Luis de Guindos y de Cristóbal Montoro. Hay bastante más coordinación entre ellos de lo que a primera vista pudiera pensarse: ambos, en sus más recientes comparecencias, este martes y por separado aunque a la misma hora, coincidían en huir, como alma que lleva el diablo, de términos como 'copago', que era la palabra maldita. Ambos han unificado ese difuso lenguaje que últimamente utiliza nuestra clase política -no solamente el PP, desde luego- para hablar de 'ajustes' más que de 'recortes', de 'actuaciones' más que de 'limitaciones'. Y de 'copago', ya digo, nada.

Lo que ocurre es que, aunque se defienden con bravura de las contradicciones e incumplimientos a los que el Gobierno se ve forzado, entendemos todos que por las presiones europeas -Guindos desmintió tajantemente esas presiones: "el Gobierno hace las cosas por convicción"--, el combate de los dos ministros contra el resto del mundo es desigual. Hay mucha improvisación en lo que se dice y quizá en lo que se hace, entre otras cosas porque la hoja de ruta se marca en base a las cifras cotidianas de la deuda o a cómo anden las empresas del Ibex en los mercados. O, claro, en base al humor de los Rehn, Draghi, Van Rompuy...o del entorno duro de Angela Merkel, comenzando por su ministro de Finanzas, el poderoso Wolfgang Schäuble

Y esa improvisación, acaso inevitable, necesita explicaciones convincentes: empieza a ser un clamor la exigencia de que sea el propio Mariano Rajoy quien comparezca, como un torero ya en solitario ante el toro y sin banderilleros ni picadores, para explicar, con la máxima autoridad que le confiere el cargo, lo que está haciendo y lo que piensa, de verdad, hacer. Y por qué hace lo que hace, que muchas veces no se compadece con lo que dijo que haría.

Tengo muy buena opinión del señor Rajoy, lo confieso, y de la mayor parte -que no de todos- de sus colaboradores. Tengo confianza en que la actual situación, dificilísima, no se le irá de las manos. Pero me parece que debería partir de la base de que ya no es posible gobernar como en el pasado, sino que se impone un período de interinidad, aprovechando que no hay elecciones a la vista, en el que se diese el triple pacto. Pacto político, con la llamada a La Moncloa a Alfredo Pérez Rubalcaba; pacto de los agentes sociales (un nuevo pacto de La Moncloa), y un gran pacto autonómico, con la convocatoria, que ya es urgente, del Consejo de presidentes de las diecisiete comunidades.

Es momento de diálogo, más que de mostrar firmeza por encima de todo. Es la hora de la flexibilidad y de la habilidad. Sabemos -y me parece que, a regañadientes, aceptamos- que los tiempos son de dureza. Pero me parece que a nada conduce permitir que se apodere la inseguridad jurídica o 'de facto' entre los españoles, y eso no lo pueden hacer las manifestaciones de dos o tres ministros, por muy influyentes, preparados que sean y por mucho peso específico que tengan; ahora es necesario que toree Rajoy el más difícil, el más imprevisible, de los morlacos. ¿Quizá este miércoles, en la sesión de control? Insuficiente. ¿El jueves, en la sesión parlamentaria de la ley de estabilidad presupuestaria? Su protagonismo no esté confirmado. ¿El viernes tras el Consejo de Ministros? No está previsto, dicen. Y, si no ¿cuándo? Es ahora, precisamente ahora, cuando Mariano Rajoy tiene que mostrar su talla de estadista, que, personalmente, como el valor, se le supone.
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