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Una gran tarde de toros

Una gran tarde de toros

sábado 12 de mayo de 2012, 11:03h
Prometí, en el vídeo en el que proclamaba que este es un periódico torero, o taurino, que alguna vez escribiría de toros, una pasión secreta aunque esté yo lejos de ser un especialista en la materia o siquiera un aficionado tan completo como el comentarista de Diariocritico, Emilio Martínez.  Cumplo ahora con gusto tras haber asistido hace unas horas, en la pequeña plaza de Jerez de la Frontera, a una gran tarde de toros. Una de esas que se recuerda, en la que El Juli tuvo una de esas grandes actuaciones que ya le estábamos olvidando (dos orejas y dos orejas y rabo), El Fandi se marcó dos orejas -cómo banderillea-y José Mari Manzanares, que estuvo sobrio y se llevó una oreja. Los tres salieron a hombros, en una tarde en la que hubo de todo, hasta una petición de indulto para uno de los toros, el cuarto, al que El Juli le hizo una de esas faenas que reconciliaría con el toreo al secretario general de Esquerra Republicana de Catalunya.
 
Debo confesar que, antes de caer en las redes del cada día más ausente José Tomás, era yo un entusiasta de El Juli, de quien hasta me convertí en seguidor por simpatía hacia su padre, a quien dicen, y dicen bien, que me parezco algo físicamente. Luego, El Juli casó con aristócrata y se compró el fincón y ya se sabe que esas son cosas en principio poco compatibles con salir a jugarte la vida frente a los cuernos del toro: el chico dejó de banderillear, se volvió convencional y permitió que muchas veces el toro le dominase a él, y no al contrario. Nada de eso se vió este viernes en Jerez: jugó con los dos que le tocaron (el último, el de la petición popular de indulto, dio la vuelta al ruedo, sin las dos orejas ni el rabo), realizó pases de todas clases, mató bastante bien -los técnicos siempre ponen sus pegas-y literalmente entusiasmó a una plaza siempre condescendiente, dicen, a la hora de conceder trofeos, aunque hubo abucheos porque el presidente se mostró remiso a conceder todo lo que los pañuelos blancos pedían.
 
Andaba bien la tarde de toros de la Feria del Caballo jerezana, con una ligera brisilla que molestaba a Manzanares -adorado por la afición local y, por lo visto, odiado por los músicos, que le racanearon los pasodobles -y al Fandi, que se los puso de corbata al respetable con su manera de banderillear asomándose al balcón: qué par de. Por cierto, al Juli parecía que ni el viento le molestaba: bailó con su oponente y nos dejó, en los dos de su lote, boquiabiertos; insuperable en el segundo, 'Pocarropa'. Manzanares mereció, de acuerdo con los criterios benignos de la plaza, una segunda oreja en su segundo, pero el presidente, que era muy suyo, especialmente a la hora de limitar la tarea de los picadores, se la denegó.
 
Lo pasamos bien, muy bien, en esta plaza tradicional y fumadora que se convierte en el epicentro de la ciudad en feria. Conviene, de cuando en cuando, darse un baño de tradición. E irse a ver al Juli que, como ocurre también con José Tomás, no estará en la Feria de San Isidro, gracias a la racanería y la torpeza negociadora de vaya usted a saber quién.
 

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