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Llama un inspector

Llama un inspector

domingo 20 de mayo de 2012, 12:38h
Desde luego, los inspectores que lleguen próximamente -velad, porque no sabéis el día ni la hora-para mirar de cerca los libros de los bancos españoles, no son los únicos que la UE nos ha enviado: tres de estos inspectores anduvieron ya por España, sin que, hasta el momento, conozcamos los resultados oficiales de su evaluación, aunque es probable que el comisario Olli Rehn los dé a conocer el próximo día 30. Estamos como alumnos antes de conocer las notas de un exámen: pensando que hemos estudiado bastante, pero temiendo que la severidad excesiva del profesor -o vaya usted a saber qué otras circunstancias imprevisibles-nos suponga el suspenso.
 
Lo siento mucho -debo figurar en el pelotón de los estudiantes más torpes-pero sigo sin entender cómo es que el Gobierno y la oposición, aún increíblemente aferrados a los cánones políticos clásicos, de la precrisis, no se unen de alguna manera para afrontar el exámen. No nos tratarían de la misma manera los 'cabezas de huevo' de la UE, ni tampoco algunos recientes estadistas, como el vecino Hollande, ni los mandamases del G-8, si supiesen que se hallan ante un país importante políticamente unido frente a los retos, en lugar de debilitado por querellas intestinas del tipo 'y tú mentiste más en las cifras'.
 
Es el caso que esta semana, en la que el omnipresente Luis de Guindos comparece en el Congreso para hablar de cómo andan las cosas en su terreno, el económico, tendremos acaso alguna nueva ocasión de ver si se tienden manos o seguimos en las mismas. No es Guindos persona complaciente ni que ande hurtando el bulto; su jefe le ha colocado ahí para jugar el papel internacional que Rajoy no sabe jugar bien -claro, le toca verse con Merkell, con Hollande y con Obama, pero temo que aún pesa poco frente a ellos--. Pero sospecho que ni Guindos, ni acaso Montoro, ni el ministro de Exteriores García Margallo, ni la propia vicepresidenta Sáenz de Santamaría serían demasiado reacios a un pacto que, ahora, tras el tremendo error socialista de no consensuar el déficit para 2020, Rubalcaba parece ofrecer de manera creíble.
 
No quieren el pacto en el partido, en Génova, donde la secretaria general se ha hecho fuerte frente a la vicepresidenta -colaboradores estrechos de Cospedal en Toledo no se recatan a la hora de la crítica 'a Soraya'--. Ni está por la labor, hasta el momento, alguno de los colaboradores cercanos a Rajoy en La Moncloa, donde, por cierto, el entorno se enrarece de cara al exterior y donde dicen que no quieren fortalecer a Rubalcaba accediendo al diálogo y, por fin, al pacto.
 
Será el propio Rajoy quien, a la vista de lo que le digan sus interlocutores internacionales, a la vista de lo que digan los inspectores que nos llegan, tendrá que tomar una decisión, aunque, para entonces, puede que ya sea tarde. Hasta el momento, Rajoy se ha mantenido como el hombre tranquilo, inalterable, impenetrable, ajeno a toda influencia o presión -incluso a las de los inspectores que nos llegan de más allá de los Pirineos--; es el hombre que ya conocíamos. Pero, para ser el estadista que España ahora necesita, es preciso algo más, dar pasos más allá. Y eso, hasta ahora, no lo ha hecho.
 

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- Blog de Fernando Jáuregui - Cenáculos y mentideros 
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