martes 03 de julio de 2012, 16:04h
Escuchar a Luis de Guindos es siempre interesante, aunque, como ha
sucedido en los abarrotados Desayunos de Europa Press -overbooking total- no responda a nada, no aporte ningún titular y
se escape de todas las preguntas. Al menos, sabe de lo que habla, habla sin
papeles -eso merece nota en un político- y confiesa que no se arrepiente de
haber aceptado el cargo -toda una losa- porque "ser ministro del Gobierno de
España es un honor". Al menos no nos vende la moto del sacrificio por los
demás.
De Guindos es un excelente profesional y está curtido en mil batallas.
Sólo que esta es una guerra en la que el enemigo cambia de lugar permanentemente,
disparan desde todas las esquinas y nosotros no tenemos munición. Habló el día
en el que las cifras de paro, por una vez, daban un respiro sensible, pero
también el día en que Finlandia y Holanda daban marcha atrás de lo acordado por
unanimidad este fin de semana y, aunque no parece que sean capaces de frenar el
rescate a la banca española -"proceso de
asistencia financiera" dijo De Guindos- otra vez retumban las alarmas.
Siguiendo a Rajoy, anunció nuevos y duros sacrificios para los
ciudadanos. Tampoco lo dijo así. Habló de "esfuerzos adicionales" y de "proseguir
la senda de reducción fiscal", que es una manera de hablar de subidas de
impuestos, pero sin comprometer cuáles ni cuándo. Pero en julio vamos a ver cómo
la futura y fantástica aportación europea de hasta 100.000 euros se convierte
en llanto y crujir del IVA y en otras medidas que van a afectar directamente a los bolsillos. Esos sí
que van a ser recortes.
En Cataluña han dejado a los presos sin merienda para ahorrar, pero Europa
nos va a imponer subir el IVA del 8 al 18 -y van a temblar muchos empresarios,
todo el sector turístico, el editorial, etc.- y los impuestos especiales sobre
los carburantes, el tabaco y el alcohol; se va a atar en corto a las autonomías;
la reforma de la Administración irá por reducir de forma brusca el número de
contratados y, si no es suficiente, bajar el sueldo de los funcionarios; la
deducción por vivienda vuelve a estar en el aire; se abre el campo a la
liberalización de mercados, bienes y servicios, que nunca se concreta y que
casi siempre es para mal; se puede volver sobre la reforma laboral, y hasta se
pueden congelar las prestaciones por desempleo y las pensiones, aunque estos
dos capítulos son palabras mayores para cualquier político que aspire a seguir
en el poder. Rajoy ya consiguió el acuerdo de Europa con la amenaza de que no
llegaba al lunes, pero septiembre puede ser dramático, después de los recortes
de julio y las vacaciones de agosto. Aunque De Guindos dijo que ésta era una
"crisis de balances", lo que es de verdad es una crisis "de narices". Por no
decir otra cosa.