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Y la orquesta del Titanic dejó de tocar

Y la orquesta del Titanic dejó de tocar

miércoles 25 de julio de 2012, 16:06h
Tengo la sensación de que viajamos a bordo del Titanic y es que la vida, aparentemente, sigue su curso. Salimos a la calle y amén de que luce un sol de justicia, los niños continúan jugando en los parques, hay gente bañándose en las playas, en las terrazas hay algún que otro despistado saboreando un refresco, continuamos yendo al mercado para comprar alimentos, en las salas de espera de los Centros de Salud los enfermos aguardan pacientemente su cita con el médico... Si, la vida transcurre con aparente normalidad pese a que los informativos de radios y televisiones, además de los periódicos, llevan semanas anunciando la catástrofe.

   Decía Felipe González en una entrevista que somos unos ingenuos si creemos que porque somos la cuarta economía de la UE ésta no nos va a dejar caer. Tiene razón. En realidad, ya lo ha hecho. El expresidente recordaba que Europa ha sido el campo de batalla de dos guerras mundiales, de manera que nada impide que se vuelva a apostar por la destrucción aunque sea económica.

   La reflexión del expresidente viene a abundar en algo obvio: el poder se ha ido desplazando, de manera que hoy se gobierna desde los centros económicos. La pregunta es cómo los políticos lo han consentido, por qué se han ido dejando arrebatar la capacidad de decisión, por qué han ido cediendo un poder que ni siquiera a ellos les pertenece porque simplemente son depositarios de la confianza que los ciudadanos hacen en ellos a través de las urnas.

   De manera que una de dos, o la inmensa mayoría de los políticos que llevan gobernando en los últimos años no son precisamente los más avezados y se han dejado robar la cartera, nuestra cartera, o sencillamente es que estaban y están de acuerdo con esa primacía del mercado.

   A estas alturas no hay que descubrir América diciendo que es mejor la economía de mercado que cualquier otra fórmula económica, pero siempre y cuando los mercados estén al servicio de la sociedad y no al revés que es precisamente lo que ha pasado y cuyas consecuencias estamos sufriendo. La desregulación absoluta lleva a la selva que es, insisto, donde ahora estamos.

   Las democracias europeas habían logrado un equilibrio más que aceptable logrando la libertad del mercado pero con reglas. Pero una vez que se derrumbó el Muro de Berlín se desató una euforia ultraliberal que pasaba por decir que había que dejar que el mercado actuara a sus anchas y estos son los resultados.

   Me parece urgente que los dirigentes políticos, todos los dirigentes políticos democráticos, desde Obama a Rajoy, se enfrenten al toro desbocado y le cojan por los cuernos. Hace falta una nueva regularización del mercado que ponga freno a estos ataques especulativos que están llevándose por delante economías de varios países, entre otros el nuestro, provocando un gran sufrimiento a millones de ciudadanos.

   Lo que no es soportable es que los políticos democráticos estén haciendo una dejación de responsabilidad en el ejercicio de poder porque esa dejación nos está acarreando una catástrofe cuyas consecuencias ni siquiera somos capaces de imaginar. Cuando un caballo se desboca hay que volver a embridarlo y eso es lo que se espera de los responsables políticos. Lo que resulta imperdonable es que se dejen arrastrar y de paso nos arrastren a todos los ciudadanos.

   Es la hora de la política, la hora de enfrentar la legitimidad democrática que dan las urnas a esos caballos desbocados llamados Mercados, de lo contrario una mañana cuando suene el despertador y creamos que comienza un día más nos encontremos con la sorpresa de que la orquesta del Titanic ha dejado de tocar y estamos a punto de encallar en el fondo del mar.
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