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Historias Ejemplares

Fernando Limón: ácido, salado, dulce...Todo está bien

Fernando Limón: ácido, salado, dulce...Todo está bien
martes 07 de agosto de 2012, 03:34h
Con unos pocos ahorros y un par de colaboradoras instala una primera versión de La Sopa Boba en un modesto caserón al borde de la carretera, cercano a San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Fernando Limón, un cocinero del que oiremos hablar... y mucho.

Hay ocasiones en las que una crónica sobre emprendedores se convierte casi en crítica gastronómica. Es lo que ocurre cuando hablas del propietario y cocinero de La Sopa Boba, un restaurante no muy conocido en Alpedrete (Madrid), que, quien suscribe, se recomienda vivamente. Fernando Limón (Valencia de Alcántara, Cáceres, 1967) siempre quiso ser cocinero y poner un restaurante; nunca se planteó otra cosa. Dice en su biografía que, ya a los siete años, hacía croquetas de la mano de su tía abuela Leoncia, que llegó a ser cocinera de Alfonso XIII.

Donde verdaderamente empezó con los fogones fue en la 'mili'. Luego, aprendizaje aquí y allá (Casa Paulino, con los hermanos Adriá...), viajes de estudio y, finalmente, se independizó. Con unos pocos ahorros y un par de colaboradoras instala una primera versión de La Sopa Boba en un modesto caserón al borde de la carretera, cercano a San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Allí se gana a unos cuantos, pocos pero entusiastas, parroquianos. La cosa va a más y, al cabo de algunos años, se muda a la cercana Alpedrete, a un edificio con mayores pretensiones decorativas y de elegancia, aunque los precios siguen siendo extraordinariamente razonables. Las cenas en una improvisada terraza, en verano, suelen ser, en lo que cabe, concurridas; pero el emplazamiento deja poco margen a los días laborables en invierno.

Poco le importan las dificultades a Limón: para él, lo importante es cocinar, crear nuevos platos -por inventar, hasta ha inventado un gin tonic que es una auténtica locura--, combinar sabores en principio incompatibles; por eso digo que Limón puede trabajar con lo ácido (no es un juego de palabras), lo dulce, lo salado y dejarte estupefacto con las mezclas. No quiere trasladarse a Madrid, ni masificarse, ni convertirse en un restaurante de lujo; ni su timidez, ni su humildad -aunque se sabe realmente bueno en lo suyo--, ni su sentido peculiar de lo que debe ser una casa de comidas, que es su emprendimiento y su compromiso de por vida, se lo permiten. Sigue siendo él quien ofrece la carta, aconseja platos y vinos y frecuentemente también quien sirve; un par de dedicadas camareras y una pinche en la cocina completan el staff.

Hay, es verdad, mucho emprendedor en el ramo de la restauración. He conocido a bastantes de ellos; pocos con una idea tan clara de por dónde hay que caminar como Fernando Limón. Oiremos hablar de él...si se deja.

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