La muerte tenía un precio

Como si viviésemos en los tiempos del 'salvaje Oeste' el ministro de Ferrocarriles de Pakistán, Ghulan Ahmed Bilour, prometió el sábado pagar 100.000 dólares al que mate al autor de la película antiislámica 'La inocencia de los musulmanes'. Ante la incredulidad general, nadie en el Gobierno pakistaní hizo nada. Ha tenido que llegar el domingo para que alguien se pronunciase, en concreto, un portavoz del primer ministro que dijo que "no es una política del gobierno". Faltaría más. En declaraciones a la BBC, Shafqat Jalil ha señalado que el Gobierno de Pakistán "se desvincula absolutamente" de las declaraciones de Bilour. Muy bien, pero que sepamos el señor Ahmed Bilour continúa siendo parte de su gabinete. ¿Alguien piensa que quien pone precio a la cabeza de una persona debe ser parte del gobierno de cualquier país?

Que no se entienda esto como una defensa a una película despreciable, pero eso no puede llevar a que alguien se erija en juez, jurado y ejecutor. Para colmo el ministro de Ferrocarriles solicitó el apoyo de los talibanes y de la red terrorista Al Qaeda y pidió a "los ricos que pongan a disposición de la causa todo su dinero, para que así el asesino pueda ser bañado en oro y dólares". Tan alta y clara como sus declaraciones debería ser la respuesta de la comunidad internacional o ¿acaso es que nadie es capaz de decirle al gobierno de Pakistán que es imposible tomárselo en serio con personajes como Bilour?