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El precio de la soberbia

El precio de la soberbia

jueves 20 de diciembre de 2012, 16:07h
"La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae desde donde subió". Lo dijo un tal Francisco de Quevedo hace siglos, pero no creo que sea el autor de referencia ni de Artur Más ni de sus socios de ERC. Más bien, lo contrario. Quevedo conocía las virtudes y miserias del español de entonces, pero no parece que hayamos cambiado mucho. Hay cosas que son consustanciales al ser humano y que forman parte de su esencia como el poder, la ambición, el dinero, la religión y el sexo. El dirigente de Convergencia Democrática de Cataluña, la derecha más derecha catalana, no solo no ha escuchado el mensaje que le dieron los ciudadanos en las urnas o los empresarios en los medios de comunicación, sino que ha emprendido una huída hacia ninguna parte. O, mejor, ha elegido tirarse por el precipicio y empujar a él a los que le votaron y a los que no.

Es posible que haya tenido cómplices en esta aventura de difícil retorno y que entre ellos esté también el Gobierno de la nación. Pero eso no le disculpa. Tratar de sustituir el Estado por otro Estado de rebajas, tratar de caminar en dirección opuesta a la que camina todo el mundo no es su principal error. La equivocación más grave es utilizar a su electorado para un enfrentamiento de gravísimas consecuencias. Para Cataluña y para España. Para los catalanes y para los españoles. También para los europeos. Renunciar a su programa para echarse en los brazos de quien no representa el sentir de los catalanes y excluir a todos los demás, es un gravísimo error. ¿Quién va a confiar en alguien que no respeta ninguna de las reglas, que apuesta con la ruptura y que exige la solidaridad de aquellos a los que va a perjudicar? ¿Quién va a invertir en un país donde la seguridad jurídica brilla por su ausencia y donde su principal responsable se salta las reglas de juego? ¿Qué pasará si el Estado ejerce sus competencias como está obligado a hacer?

Pero cada uno es responsable de sus decisiones. Lo es Más, lo es Oriol Junqueras -seguro que nunca pensó que llegaría a tanto con tan poco detrás- y lo es Durán Lleida. Entre otros muchos. El silencio es aprobación y complicidad. El silencio es culpable. La radicalización de los dirigentes catalanes es un disparate colectivo que va a arrastrar a todos los catalanes en un momento en el que los ciudadanos, los empresarios, los funcionarios, están sufriendo una crisis sin precedentes que en Cataluña y en España se va a agravar por la decisión de avanzar hacia la independencia. Quevedo, otra vez, decía que "ruin arquitecto es la soberbia, los cimientos los  pone en lo alto y las tejas en los cimientos". Lo malo es que el precio de la ruindad la vamos a pagar todos y que, pase lo que pase, va a dejar una herida profunda en el entendimiento de los ciudadanos.

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