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Profecía imperfecta

Profecía imperfecta

viernes 21 de diciembre de 2012, 09:41h

Los mayas se equivocaron. Sí, y no sólo por la fecha, que se pasaron de largo ya que el fin del mundo llegó hace tiempo para muchos. Pero también en la forma en la que se presentaría. Todos hemos visto ilustraciones de volcanes escupiendo lava, meteoritos cayendo sobre la Tierra o planetas chocando unos con otros, pero lo que no supieron prever los mayas es que el fin del mundo sería tan largo, lento y agónico. Para ellos terminaba el calendario, no supieron cómo actualizarlo y decidieron que ahí terminaba todo. Total, como un 21 de diciembre de 2012 no iban a estar para verlo, pues lo pusieron por escrito -en piedra- y que se asusten los que vengan detrás.

Es la misma filosofía que han seguido muchos otros en este país, y no precisamente pensando en el fin del mundo. Para éstos, los de ahora, la motivación era enriquecerse y poco más, sin pensar mucho en el futuro, bueno sí, en el de su jubilación. Para aquellos, los de la profecía, ya tenían bastante con sobrevivir. Los primeros dijeron: "Que lo arregle el que venga detrás, que yo me llevo lo mío". ¿Les suena? Bancos, cajas de ahorros, políticos, extorsión, evasión de impuestos, blanqueo de capitales, malversación, tráfico de influencias, alzamiento de bienes, fondos buitres... Perdón, leía algunos titulares en voz alta. ¿Y cuál es la consecuencia? Pues eso, que se asusten los que vengan detrás que a mí el fin del mundo no me pilla. En todo caso me pilla en una isla del pacífico y línea directa con Suiza.

En este país se viven sentimientos encontrados, una parte espera la llegada de la Navidad para evadirse del trabajo, y otra buena parte esperaba que el mundo se acabara de verdad para terminar con el dolor de una situación agónica. Lo siento, los presupuestos ya se han aprobado.

Y es que para ellos el fin del mundo ya se presentó. ¿Cómo? Las imágenes no hace falta evocarlas, las hemos visto ya. El fin del mundo se ha manifestado en gente buscando comida en contenedores de basura, en interminables colas a las puertas de las oficinas del paro -perdón otra vez, oficinas de empleo-, en gente pidiendo limosna a las puertas de grandes supermercados. Y el fin del mundo se ha ilustrado también, como ha dicho recientemente el escritor Juan Cruz, con el lamentable honor de haber declinado con precisión todos los tiempos del verbo desahuciar. Si los mayas levantaran la cabeza, creo que no se alegrarían de ver un final del mundo que parece no terminar nunca.

Javier D. Bazaga

Periodista

@jdbazaga

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