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Rubalcaba entre dos mantras

Rubalcaba entre dos mantras

lunes 14 de enero de 2013, 09:40h
No está escrito en sánscrito, pero es como un mantra reciclado del budismo o del hinduismo:"la culpa es de la herencia recibida". Y aunque no detiene la caída en estimación popular del Gobierno ni oculta los desmanes de gestión de muchos presidentes autonómicos y alcaldes del PP en el pasado más inmediato, su sola invocación sirve para frenar cualquier atisbo de recuperación del PSOE. Cada vez que Alfredo Pérez Rubalcaba sube a una tribuna a denunciar y criticar los recortes de Rajoy  funciona el inconsciente colectivo. El mismo político, en las mismas tribunas, justificaba hace poco más de año y medio "por responsabilidad"  los recortes de su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, de quien era mano derecha y portavoz. El personal le resta credibilidad, aunque aquellos recortes, pomposamente calificados entonces por Rajoy como "los mayores de la democracia", son hoy un juego de niños comparado con el austericidio impuesto por el presidente popular desde la Moncloa.

El mismo carácter sagrado, la misma invocación a la divinidad que el mantra anterior parece atesorar  otra frase: "hay que defender la unidad de España". El PP se ha quedado solo en invocarla. Los socialistas, tan autores y responsables de ese principio constitucional como los populares,  se encuentran, sin embargo,  maniatados por la errática y fracasada política de su hermano menor, el PSC. Y tampoco en este caso tienen credibilidad para unirse al frente antiseparatista en el resto de España.

Los socialistas catalanes han quedado atrapados por la su deriva soberanista de Artur Mas e intentan sacar la cabeza contestando a la ensoñación independentista de CiU y ERC con otro cuento igual de imposible. Si Mas fabula con el país de nunca jamás, una imaginaria tierra prometida de una Cataluña independiente en Europa, el cuento de Pere Navarro, el líder del PSC, es prometer que luchará por hacer legal un referéndum de imposible legalidad en el que, además, pretende garantizar que los ciudadanos voten no a la separación.

Para salir del atolladero la única ocurrencia de Rubalcaba es balbucear que van a estudiar una reforma constitucional que convierta España en un estado federal. Algo que la gente no entiende y si no se explica bien suena a hacer un estado solo a la medida de Cataluña. El secretario general de los socialistas, que es un experto en comunicación, sabe perfectamente que ante el desafío independentista solo caben dos respuestas: o sí o no. Exactamente el no que firmemente pronunció a puerta cerrada en el comité federal del sábado ante el barón catalán, Pere Navarro. Pero que luego queda diluido, como en la rueda de prensa posterior, con la propuesta de trabajar en el dichoso estado federal. Es verdad que la respuesta más racional ante el cúmulo de desencuentros con Cataluña será finalmente negociar y desarrollar o cambiar las leyes, Constitución incluida. Pero ahora, ante la declaración de soberanía que se prepara en el Parlament para el día 13 y ante la llamada consulta, la respuesta solo puede ser una y sin matices: no. Y el PSOE, en su conjunto, no puede darla.

Javier Arenas, que será incapaz de ganar ninguna elección popular pero de política sabe un rato, ahondó el fin de semana en la herida. Con gran oportunismo ofreció al PSOE un pacto de Estado para defender la unidad de España. Es un pacto que la inmensa de los ciudadanos respaldaría pero que los socialistas no pueden hacer suyo salvo que decidan romper con el PSC y abrir una sucursal propia en Cataluña. El candidato a ministro popular puso en escena el guión elaborado en Génova para aprovechar al máximo el desafío de Más. El PP se envuelve en la bandera constitucional y fomentará la confrontación con los nacionalistas para evitar que el debate nacional se centre en el paro, los recortes o las privatizaciones que preparan o de las que se benefician sus correligionarios en muchos puntos del país. Y de paso volver a coger al PSOE con el pie cambiado. Es la salida estratégica ante la adversidad, la forma de utilizar lo poco de favorable que puedan tener los acontecimientos y de aprovechar la debilidad del rival.

El único logro de Rajoy en su annus horribilis en la Moncloa ha sido haber eludido el rescate europeo. Todo lo demás ha ido en su contra: promesas incumplidas sin cuento, paro insufrible, una economía ahondando en la recesión, la calle incendiada por las protestas y las huelgas, una pérdida de imagen y estimación de voto alarmante y un clamor mayoritario de los ciudadanos contra la corrupción, los políticos y contra las instituciones.

Pero hay una red  protege a Rajoy en su caída libre y es la que tensa el PSOE con su inoperancia. Los socialistas no recogen en las encuestas casi nada del mucho apoyo popular que pierde el PP. Rubalcaba intenta mantener el tipo y arenga a los suyos lanzando  el mensaje de que hace un año estaban peor. Pero sabe perfectamente que 13 meses después de su catástrofe electoral ni siquiera atisban un poco de luz en medio del túnel. El comité federal le ha aprobado una hoja de ruta con un año de gracia para rehacer la alternativa socialista y supuestamente, unos meses  más, para consagrarse como líder o ceder el paso a un recambio. Ni el debate interno ni la catarsis programática le servirán de nada si no gana credibilidad en sus críticas a las políticas contra la crisis del PP y en su respuesta al independentismo del Gobierno de la Generalitat. Y no está nada fácil.


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