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A veces, mirando para atrás

'Lagrimas de cocodrilo':  La función belleza

"Lagrimas de cocodrilo": La función belleza

jueves 24 de enero de 2013, 18:11h
Hablamos de los libros con un dejo de nostalgia, como si asistiéramos a algo que se acaba. Una nostalgia un poco prematura, no? Un poco precipitada. Porque ahí están, tenaces, conteniéndolo todo, y dando saltos en el tiempo.

Lo descubre José Carlos Cataño, por ejemplo, y lo pone por escrito, naturalmente en otro libro: hay una experiencia de intenso presente en revolver en esos libros viejos, descatalogados, expuestos -muchas veces casi ocultos-  en puestos, en librerías de viejo, en bibliotecas particulares que se deshacen a mucha más velocidad que se hicieron. Es curioso cómo el personaje narrador de De rastros y encantes, que es y no es José Carlos Cataño, el poeta, el ácido crítico, el fotógrafo certero y eficaz, va convirtiendo una obsesión de reconstrucción -aquella biblioteca que existió en la infancia fundacional y que ya no está- en una manera de ser, en una  manera de vivir. Cataño recorre muchos rastros, en todo el mundo, aunque sea el asiduo de los Encantes de Barcelona, y éste sea su sitio principal,  y se somete a las necesidades y placeres de lo que es casi una profesión. El madrugón para llegar el primero a la novedad del puesto, la disección y estudio de la oferta (a veces casi prevista), la sorpresa -indisimulada pese a todo- frente a ese trofeo glorioso, que, como un amor inesperado, se manifiesta ante sus ojos ávidos.... Y hay amores conversados y perdurables -María Sabelli, por ejemplo- y presencias fugaces pero que cobran cuerpo en su recurrencia. Y sobre todo hay libros y autores, de todos los tiempos, que, desde el presente de su encuentro, le hacen pensar, enfadarse, emocionarse. Y la mirada a los competidores, y conozco algunos con sus matices diferenciales pero nombres y apellidos: Juan Manuel Bonet, Andrés Trapiello o Tomás Paredes, cada uno con sus especiales intereses madrugadores, por citar sólo a unos pocos amigos. Muchas historias, como la vida misma, en esta suerte de diario que publicó la Universidad de Sevilla a finales de 2011, que ha tenido una crítica excelente y merecida -y eso que los críticos no somos santos de su devoción- y que les recomiendo vivamente.

En el Marché aux Puces -mercado de las pulgas- de París, en Portobello de Londres, en el Rastro de Madrid, o en la especializada Cuesta de Moyano, entre otros tantos, se manifiestan a veces libros que hemos deseado. Son pocos los que, como el Fortuny de Guillermo de Osma, llegan por fin, impolutos y reeditados, al mercado español. Treinta años más tarde.  Este, en la cuidada edición de Ollero y Ramos, y con un tipógrafo de excepción, Alfonso Meléndez, que es más que eso, pero también eso, saldrá a la venta el 11 de Febrero.

Mariano Fortuny, Arte, ciencia y diseño, del galerista, apasionado de las llamadas vanguardias históricas, Guillermo de Osma, es un libro que vi en el Metropolitan de Nueva York a finales de los ochenta. Diana Vreeland todavía dirigía la inteligente sección de moda del museo. Entonces el tema de la indumentaria me interesaba mucho, leer trajes como se analizan libros, o pinturas, o esculturas: como arte. Y aplicando a ellos los saberes del análisis a mi alcance, y que, como los libros, cada pieza y cada autor propusiera el método de acceso adecuado.... Cuando conocí a Guillermo, poco tiempo después, me sorprendió: A la vista (fugaz) del libro y del tema, me parecía que tenía que ser un señor mayor.....Y era más joven que yo! Cuántas veces no habremos hablado de él, de la necesidad de que apareciera en castellano -había sido escrito y publicado en inglés, Mariano Fortuny. His life and work , en 1980, por Aurum Press de Londres y la prestigiosa Rizzoli de Nueva York- y siempre decía que si. Que lo haría. Porque es difícil entender mucho arte, y mucha ropa, de todo el siglo XX y hasta ahora, sin Mariano Fortuny. Todavía en Venecia se puede entrar en la boutique donde siguen estando sus sedas y terciopelos tintados y plisados a su manera -y hasta comprar, aunque sea un pañuelo, si usted no está tan en crisis. Pero sólo mirarlo levanta el alma como un Canaletto.

Bueno, ahora, desde hace un rato, lo tengo en las manos. Con el diseño justo, legible y lleno de guiños clásicos; con las excelentes y evocadoras fotografías. Con sus estampados, sus máquinas teatrales y escenográficas pero también sus inventos técnicos; con su inmortal Delfos, la túnica plisada sin la que nadie podría entender a mi diseñador favorito del mundo mundial, Issey Miyake. El, el japonés, lo confiesa a mucha honra. Sus plisplis fueron leídos en Fortuny. Y ninguno de los creadores de ropa que marcaron el siglo, de Cristóbal Balenciaga a Karl Lagerfeld, ha dejado de referirse a él y a su magisterio.  

A veces, los libros van de la belleza. Los dos de que habla esta columna terminan yendo por ahí. Ninguno de ellos puede negar que la actual es convulsa. Y sin embargo. Ahí, compleja, aguda, tonificante, irascible, melancólica. La función belleza. 

 

 

 

- Ediciones anteriores de 'Lágrimas de cocodrilo'

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