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La columna de Gema Lendoiro: 'Máxima, la nueva reina de los holandeses'

La columna de Gema Lendoiro: 'Máxima, la nueva reina de los holandeses'

martes 29 de enero de 2013, 10:15h

Tienen la particularidad los holandeses de ser gente tranquila, afable, sonriente, educada y, sobre todo, muy civilizada. La democracia es algo que se toman muy en serio, así como las normas de convivencia. Sólo visitando Amsterdam unos días se puede dar cuenta el turista cómo se respetan las colas, los semáforos, las bicicletas (me estoy imaginando los improperios si 4 de cada 10 madrileños decidieran usar la bici en lugar del coche y pasaran de esa guisa por la Castellana). Tan en serio se la  toman que, cuando su príncipe heredero decidió pasar por el altar el parlamento dijo sí, el pueblo lo mismo, pero con una condición: La muchacha no tiene la culpa pero su padre fue ministro de un dictador, por lo tanto no puede acudir a la boda. Una pena que Máxima, entonces la princesa casadera, apenas pudo ni quiso disimular en forma de llanto cuando en plena ceremonia de su boda la orquesta la obsequió con el Adios Nonino. Lógico y normal. Su padre, por muy adepto a la dictadura que fuera, era su padre. Y la sangre tira.Aún así no lo tomó en cuenta y siguió sonriendo. Desde que salió de la catedral y para siempre.

El caso es que aquello no fue más que un episodio pequeñísimo comparado con lo que después vino. Máxima saludó en perfecto holandés al que sería su nuevo pueblo, dejó todo por amor, se casó con su príncipe y cumplió con la única obligación que tiene una princesa; parir hijos. En su caso tres niñas que, como en Holanda no existe la ley Sálica, son tres herederas como tres soles. Misión cumplida.

Y en el inter, mientras no llegaba lo que llegó ayer; es decir que la Reina abdicase, Máxima se ha dedicado a ejercer de princesa expandiendo su sonrisa por donde quiera que vaya. Está en segundo plano pero siempre resalta por encima de su marido. Se ha mimetizado tanto con la corona que hasta se parece a su suegra. Ni un mal gesto, ni una salida de tono, siempre en su papel de futura consorte (haciendo la delicia de los holandeses y de Jaime Peñafiel). Pero Máxima no sólo gusta porque se ría sino porque hace su papel de una manera tranquila y natural con una actitud natural cero impostada.

El próximo 30 de abril será la nueva reina consorte. Se cambian las tornas después de tres reinas por derecho; Guillermina, Juliana y Beatriz dan paso a un heredero, Guillermo de Orange.La dinastía Orange no pasa por malos momentos como la Borbónica. De hecho, el índice de aceptación de la corona supera el 80% de la población. También es cierto que ahí no hay Urdangarines aunque los hijos de la reina Beatriz tampoco son un dechado de virtudes. Lo que sucede en ese país es que, cuando se descubre la falta, se corta por lo sano. Algo que aquí todavía no hemos aprendido. Aquí mandamos comunicados o damos la callada por respuesta. Y las consecuencias pasan factura.

Las comparaciones son odiosas pero es inevitable hacerlas. Mirando a Máxima y mirando a Letizia uno pronto se da cuenta de que no jugamos en la champion league ni siquiera en cuanto a monarquías se refiere.Y da mucha rabia. Si al menos ésta sonriera un poco. Aunque solo fuera un poco.

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