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Un marciano en la Moncloa

Un marciano en la Moncloa

lunes 04 de febrero de 2013, 08:11h

No tienen la grandeza que tenían los políticos en La Transición. La angustia de la gente sube por las escaleras hasta sus despachos pero no oyen su gemido. Las ciudades se llenan de locales vacíos, bares polvorientos, tiendas en liquidación y ancianos angustiados, pero ellos solo piensan en salvar el culo. Más de un millón seiscientas mil familias no tienen ningún ingreso. Generaciones de jóvenes se pisan unas a otras en el deseo trabajar, y no pueden, se tienen que ir porque todo está como en derribo. Lo que más se oye es la palabra estafado. Los estafados por las preferentes, los estafados por Díaz Ferrán, los estafados accionistas de Bankia, los ciclistas estafados por el Dr. Fuentes, los estafados por las urgencias, los estafados por su interinidad obligada, los estafados por los gerentes que se lo montan, los estafados por los constructores, los estafados por la mentira de una vida imposible...

Todos forman una hilera que llega hasta los pasillos de La Moncloa. Mientras, Rajoy se duerme en la ajenidad y cada vez que habla mata la palabra esperanza. El sábado fue el momento de que llovieran dimisiones en cascada, y que se regenerara el tejido político, y que se planteara al PSOE y a los demás partidos un pacto por el país, como en la Transición. Cesar temporalmente los intereses partidarios. Ofrecer un decálogo de regeneración democrática. Plantear algunas medidas propuestas por el 15-M, como los mandatos de ocho años.

Pero si Rajoy no da la cara, como requisito previo, seguiremos igual. Todo sigue igual, como en la sosa canción de Julio Iglesias. Rubalcaba sigue en las catacumbas de su propia oscuridad. Habla como si sintiera que nadie le cree, como si el país ya estuviese vacunado contra él. Todo se derrumba y ellos siguen enroscados en su coraza de hierro oxidado. Y aunque ambos dicen que tienen que pactar, somos muy pocos los que creemos en que lo dicen con el corazón en la mano, y sin pensar en su propio beneficio, electoral o judicial.

Mientras el país se siente envuelto en una túnica que lo asfixia los dos grandes partidos se hunden, y no lo saben. O lo saben y no quieren saberlo. Pero el hecho es que cada día los cree menos gente. Sobre todo porque no son capaces de sentarse en una mesa setenta horas y no levantarse hasta que no tengan un pacto de generosidad con el pueblo, como se hizo en la transición.

Y comenzar a dignificar el papel de los políticos. Todos no son lo mismo como dice Cayo Lara con mucha razón. Rajoy perdió el sábado una maravillosa ocasión para la esperanza. Que sepa que ningún desahuciado, parado, estafado, desengañado, desesperanzado, angustiado, oprimido o amargado después de escuchar su marciano discurso durmió mejor.     

Manuel Juliá

Periodista y escritor

http://manueljulia.com/

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