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La Europa enflaquecida

La Europa enflaquecida

domingo 10 de febrero de 2013, 11:43h

Recuerdo que en los noventa se tenía la pretensión de que el presupuesto comunitario se acercara al 1,4% del PIB. Ahora se ha aprobado que esté por debajo del 1%. Entonces se hablaba de la creación de fondos de cohesión, de duplicar los fondos estructurales, de estrechar al máximo la horquilla de la renta per cápita hacia la media europea. Por eso nosotros entramos como persiguiendo un sueño. Y nada más entrar, los primeros datos fueron impresionantes. Conseguimos durante años mantenernos en un saldo financiero positivo de 6.000 mil millones de euros en términos reales.

Eso supuso mantener una inversión en infraestructuras cercana al 4% del PIB, con una aportación comunitaria cercana a la mitad. El objetivo era claro. No se debe crear una unión monetaria si antes no se resuelven los desequilibrios territoriales. Sería agrandar más la diferencia entre ricos y pobres. Y además tampoco tendría sentido esa unión si no se hacía una apuesta por una Europa social. Entonces mandaba gente como Khol, Miterrand, Delors o Felipe González, y el sentimiento de que el valor político se imponía al valor económico generó unos años de impresionante prosperidad, años que no creo vuelvan salvo que cambien mucho las cosas.

La razón básica de la unión europea fue evitar que volvieran a producirse las guerras mundiales, verdadero infierno de un siglo que tuvo de todo con ansia, como diría el gran José Mota. Y también había un sueño filosófico que venía del racionalismo del siglo XVIII. La utopía de Europa como espacio de cultura, orden y justicia. Y por supuesto el desarrollo de un bienestar social que había nacido a finales del XIX en Alemania, gobernando nada menos que Birsmark. Ortega y Gasset fue en nuestro país el mejor exponente de ese sueño.

Y en aquellas dos décadas, los dirigentes europeos, que eran gente con ideas, y no meros transmisores de los mercados, intentaron acercarse lo más posible a ese sueño. Y lo hicieron tanto que durante ese tiempo sucedió aquí, quizá, uno de los mejores momentos de la humanidad en cuanto a justicia social y humanismo. Había una verdadera estrategia para eliminar la pobreza. Y no el efecto de la caridad, que ha de ser el parche que tape las fugas, pero no el sistema que resuelva la miseria.

Al final se ha impuesto la Europa de los mercaderes. Por eso a la gente ya apenas le importa el proyecto. Le da la espalda, le pone un rostro de cacique que SOLO se preocupa de los balances. Es una pena. La internacional de los mercados, o sea el imperio del becerro de oro, se han apropiado de los sueños. Los han convertido en esta pesadilla diaria. Una en la que nos vamos acercando más a los duros países orientales, y menos a los suecos o finlandeses.

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