La política en clave de carnaval
miércoles 13 de febrero de 2013, 13:31h
Acabo de retornar del carnaval de
Bielsa, uno de los más auténticos y antiguos
de entre los festejos tradicionales, con personajes como el oso, los
trangas, las madamas y garretas, el amontato y el caballed, y se me antoja un cierto paralelismo entre el significado
ancestral de sus personajes y lo que está
ocurriendo en el mundo de la política. Para empezar y de modo muy general, casi
todas las apariencias son falsas o son negativas. Bajo la envoltura de los personajes se oculta desde la realidad
del crudo invierno y la maldad hasta la esperanza de una primavera fugaz y todo ello inmerso en una marea de disfraces
al estilo universal. El juicio que remata el acontecimiento determina la muerte
en la hoguera del malhechor Cornelio
Zorrilla. Allí se hace justicia al fin y al cabo.
Trasladados
a la vida real, la semana pasada hemos atravesado algunos episodios de los que
hacen crónica: la cumbre europea con resultados muy discutibles, el caso del
tesorero Barcenas y sus papeles publicados por "El País" y refrendados
parcialmente por declaraciones nada sospechosas de personajes que figuran en la
relación, las dudas nada estéticas de corrupción que afectan a la ministra Ana
Mato, el fiasco del ministro Montoro con su amnistía/regularización fiscal, el
caso Noos, la reforma educativa que el ministro Pert ha tomado como cuestión
vital y ha conseguido llenar las calles de estudiantes y docentes, o el
preocupante aumento del desempleo... Se hace difícil dedicar unas cuantas líneas
a todos estos acontecimientos que parecen haberse concentrado en la semana de
los carnavales sin que se desdibuje su trascendencia entre bailes y charangas.
Y menos todavía porque las explicaciones e interpretaciones ofrecidas a los
sufridos ciudadanos, han sido como poco peregrinas y hasta jocosas. Veamos
algunas.
Se
ha dicho sin sonrojo alguno que la reforma laboral ha evitado un mayor
crecimiento del desempleo, pero sin mencionar la destrucción de puestos de
trabajo y la ínfima participación de los empleos fijos en el total de los
nuevos contratos. Y lo ha dicho la ministra del ramo, su Secretaria de Estado y
hasta la misma Vicepresidenta, rompiendo así un currículo de prudencia en sus
manifestaciones. Igual se podría decir de los efectos de la llamada amnistía
fiscal sobre la que no se ponen de acuerdo el ministro con los inspectores de Hacienda
y sobre la que una Secretaria de Estado
no se entera ni de sus propias explicaciones. O el ensueño de una reforma
educativa que pretende su inspirador que dure hasta el año dos mil cincuenta,
algo imposible de no dejarse en su tramitación unos cuantos preceptos del
proyecto. Y si gradualmente aparecen partidarios de la dimisión de la ministra
de Sanidad es porque, terminado el carnaval, las cosas deben volver a su estado
real dejando atrás la simulación y llamando a las cosas por su nombre. Por ejemplo:
que resulta un gesto inútil hacer públicas las declaraciones por el Impuesto
sobre la Renta
de Rajoy o de cualesquiera otros dirigentes políticos, porque la corrupción en
todos los ámbitos, no solo el político, gravita sobre ingresos, operaciones o
actividades no declaradas al fisco, por lo que tales declaraciones pueden ser
informaciones creíbles o dudosas. Las sospechas de corrupción van por otros
derroteros.
Con
el fondo de toda esta maraña de falsedades, parece sin embargo haberse abierto
una esperanza tras la aceptación en el Congreso de los Diputados de la
iniciativa popular sobre desahucios, la modificación de la ley de tasas
judiciales o el respaldo de Draghi a la política de ajustes del Gobierno. Esta
y otras medidas anunciadas parecen un punto de partida para que la política se
encamine a solucionar los problemas reales, incluida la abundante corrupción.