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La razón de ser

lunes 25 de febrero de 2013, 18:22h
Que el caso Urdangarin está haciendo un daño, puede que irreparable, a la Monarquía, es una evidencia. La pregunta es si ese deterioro de la imagen de la Monarquía se debe exclusivamente al yerno del Rey. Si yo tuviera que responder a la pregunta respondería que Urdangarin no es el único responsable, que hay otros elementos que han ido poniendo en cuestión a la institución monárquica. Entre otros el paso del tiempo.

Yo creo que el error cometido también por la Casa Real ha sido dar por hecho que las nuevas generaciones iban a mantener un vínculo con la Corona a cuenta del pasado inmediato. Pero a los jóvenes la Monarquía les parece lo que es, un anacronismo, y tanto la Transición como el papel del Rey el 23-F pertenecen a la Historia. De manera que los miembros de la Casa Real deberían haber estado alerta, sin bajar la guardia, no dando nada por conquistado.

Para que una institución sea apreciada debe de responder a un principio básico: su utilidad. Si es útil no importa que sea anacrónica, pero si los ciudadanos no sienten esa utilidad entonces es lógico que la cuestionen. Y eso es lo que está pasando en la actualidad.

Pero no son los medios de comunicación los responsables del desafecto sino un cúmulo de actuaciones y circunstancias lo que han provocado ese alejamiento de la Corona y los ciudadanos. Para empezar cabe preguntarse si todos los miembros de la Casa Real han sido capaces de anteponer sus obligaciones a sus deseos y proyectos vitales. La respuesta es negativa.

Puede que el día en que las Infantas decidieron casarse con quienes querían deberían haber dado un paso atrás renunciando a cualquier privilegio para convertirse en ciudadanas de a pie. De la misma manera que a los ciudadanos les cuesta entender la elección del Príncipe. No se puede tener lo mejor de dos mundos, el de la gente corriente que puede elegir con quién se casa, junto a los privilegios que supone ser miembro de una Casa Real.

No, no han hecho bodas adecuadas los hijos de don Juan Carlos y doña Sofía. Y es que si la propia Familia Real no alimenta la magia del anacronismo y cada uno ha elegido vivir a su manera entonces deberían de renunciar a hacerlo a cuenta del Presupuesto y sobre todo no pueden pedir a los demás que acepten ese anacronismo sin rechistar.

Don Felipe se ha casado con Letizia Ortiz y su hija mayor, Leonor, puede que algún día se convierta en reina. Imaginemos que Leonor haciendo uso de su libertad se casa, pongamos por caso, con un chico que se llame Luis Pérez. Sus hijos se llamarán Pepito Pérez Borbón. Y así sucesivamente. Lo que pone en evidencia que el anacronismo se convierte en farsa porque para que un Pérez sea Rey de España mejor que sea presidente de la República.

Si a eso añadimos que después de la cacería de Bostwana la opinión pública descubrió el distanciamiento y las vidas paralelas del Rey y la Reina y a eso le vamos añadiendo otras anécdotas vemos como no ha sido difícil llegar a esta situación.

Hay desafecto a la Monarquía porque ésta ha dejado de ser creíble, porque sus propios protagonistas han roto la magia apareciendo más que cercanos vulgares. El caso Urdangarin es el mejor ejemplo. La sociedad ha cambiado y aquí ya nada se puede dar por hecho y, o los ciudadanos sienten que la Monarquía es útil o sencillamente la darán por amortizada. Y si se llega a reformar la Constitución, como algunos partidos proponen, entre ellos el PSOE, entonces habrá quienes pidan revisar que el modelo de Estado sea una Monarquía Parlamentaria y nadie podrá negarse a ese debate.

Verán, yo todavía estoy entre quienes creen que la Monarquía puede jugar un papel importante para el equilibrio necesario de nuestro país y que el papel que los Reyes, si, tanto don Juan Carlos como doña Sofía, han desempeñado en la política exterior ha sido sin duda de una gran importancia. Como es evidente el peso que todavía tiene el Rey por sí mismo en el concierto internacional. Es decir, la Monarquía puede y tiene mucho que aportar. También creo que deben de comenzar a corregir errores. Y un error ha sido, ya digo, olvidarse de que debían anteponer los intereses del país por encima de los personales. El problema de la Monarquía es volver a ser creíble y no lo tienen fácil.
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