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Harpo, Groucho, Berlanga y el puro de Rajoy

Harpo, Groucho, Berlanga y el puro de Rajoy

sábado 02 de marzo de 2013, 09:57h
Un escenario azul destellante. Una margarita gigantesca en la solapa y los ojos oscuros mirando hacia delante, donde un grupo de periodistas embisten con las palabras y la razón. Y se sucede un discurso surrealista. Que si la indemnización fue en diferido o simulada o que si pareciendo lo que era no era lo que parecía. Los periodistas no salen de su asombro. Oiga, que esa mujer es la jefa del partido que manda y está hablando en swahili. La televisión se oscurece muy lenta y aparece Bárcenas. Se querella. El querellado se convierte en querellador. El de la simulación, amante de Suiza y de sus bancos, dice que le han robado dos ordenadores y un mechero. Mientras tanto la luz del atardecer se cierne sobre la ciudad. El jefe de la oposición estaba preparando su discurso de contestación al presidente. 

¿Qué decir Alfredo si la historia es un foso oscuro?, le dice un Alfredo que hay dentro al Alfredo que hay fuera. Cualquiera sabe. Entretanto, alguien se acerca con un Iphone y dice que el jefe del partido en Cataluña, Pere Navarro, quien parece uno de la familia de los milikitos, ha pedido la abdicación del rey. ¡Y a qué narices viene esto!, dice algún asesor hasta aquel momento silencioso. Alfredo mira al techo y se imagina que todo es mentira. Llama por teléfono cabreado al hermano catalán y le dice que por primera vez en la historia votarán en contra del PSOE, que en el fondo apoyarán el inicio de una propuesta secesionista de los nacionalistas secesionistas. Pero el hermano catalán tiene cera en los oídos y en la mejilla un beso misterioso de Artur Mas y los Pujol. ¡Dónde vamos Alfredo!, dice alguien arreglándole la corbata. Al vacío, responde un coro griego que lleva esperando en Ferraz decir su palabra. Y las imágenes van veloces a Génova. 

María Dolores de Gospedal, tu espiche costalero no lo ha entendido ni tu jefe de gabinete, refunfuña un ujier en el vestíbulo, por dónde van apareciendo periodistas con una extraña cara de cachondeo. Encima de cualquier mesa hay un periódico usado, leído, pisado, mojado, con el círculo de una taza de café. Huele a sombra alrededor de las letras. En él hay una fotografía enorme de una belle rubia llamada princesa Corina. La musa empezó a andurrear por el aire mediático cuando estuvo con el rey cazando elefantes. Esa rubia tan dulce, matando moles de carne, dice un chaval que paseaba por la calle Génova adonde llegó el periódico volado. Le oye un pijo y le dice que los elefantes no tienen alma, no piensan, que si mira un poco más adelante leerá lo que dice un actor que se llama Tony Cantó, el cual a su vez duda de que haya tanto troglodita caneando damas. Los elefantes no tienen alma muerto de hambre. A lo mejor las mujeres tampoco, pues hasta el siglo XIX eran como juguetes que respiraban y ahora quieren subirse encima y odian la postura del misionero. El actor metido a político no entiende la que se ha liado, pues alguien le dice que diez ejércitos de mujeres con tijeras avanzan para cortarle la pilila. Menos cachondeo macho que soy diputado, le dice al personal administrativo que le mira como si tuviese cara de patíbulo. 

Al fondo de la calle de la sede de UPD hay un torero pidiendo en una pancarta el Premio Nacional de Literatura para Tony Cantó, y el de poesía para la señora Gospedal, por lo del surrealismo. Tony Cantó se mira en el espejo y dice joder qué guapo soy. Maria Dolores de Gospedal se mira en el aparador y dice cáspita qué bien hablo. El televisor no deja de echar humo. No para. El abogado de Urdangarín, que parece Peter Seller en "Bienvenido Mister Chance", y que suele asentir a casi todo con gestos humildes, quiere que la gente tenga pena del Duque. El pobre no tiene un duro y busca curro. Corina se ríe. Se joda, que hubiera aceptado el trabajo que le ofrecí. El aire huele a mentiras imprescindibles. Mientras, en Cataluña, quieren desenterrar a Hitchcock para que explique lo de los espías. Pero se abre una puerta y aparecen Groucho Marx y Berlanga
Más España Mas, dice uno de Esquerra que se ha puesto de pendientes dos porros y viene de dejar en el ministerio de justicia una pipa de cannabis que le ha regalado a Gallardón, para que sepa lo que es un cuelgue. 

Un gesto raudo del televisor nos lleva a las fallas, en donde Estaban González Pons, con pechera de alférez legionario, dice ripios asonantes y explica el discurso marxiano de Gospedal. Es que Gospedal quiere decir Dios borracho, si se mira bien, le dice Groucho mientras le quita de un tirón cuatro o cinco pelos del torso desnudo. Al otro lado de la tele Berlanga discute con Groucho los diálogos seleccionados. Al fondo Rajoy, como si fuera el Papa, observa la vida terrena detrás de unos visillos. Joder qué tropa, dice, y cierra las persianas. Se pone cómodo. Saca un puro y se lo lleva a los labios para fumárselo. Pero entonces aparece Harpo Marx con unas tijeras, y mostrando una sonrisa malévola, le corta la panza del habano. 
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