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Otra vez se habla de los espías

Otra vez se habla de los espías

miércoles 06 de marzo de 2013, 13:57h
Supongo que las cosas van bien cuando no se habla de ellas. Hubo una época, allá por los años setenta, en la que los españoles atemorizados conocíamos el nombre de cada general que ocupaba un puesto importante: ¿era levemente demócrata, era un golpista redomado?. Luego, los militares se volvieron anónimos, porque ya no había espada de Damocles castrense sobre las cabezas de los ciudadanos. Y llegó la época de la turbulencia judicial, cuando sabíamos quién era cada magistrado -y de dónde venía- en cada institución clave, de qué pie cojeaba cada juez estrella... Vino a continuación el turno de los espías, de los perotes y los perotillos, y, algo más tarde, nos cayó encima la época oprobiosa en la que Alberto Saiz era el director general del Centro Nacional de Inteligencia: los 'servicios' estaban de permanente actualidad. Siempre, desde luego, para mal. Por fin llegó una figura de prestigio a la dirección del Centro, como la del general Félix Sanz Roldán, y retornaron la normalidad y, por tanto, el silencio: good news, no news.
 
Pero ahora, en medio del marasmo, vuelve a hablarse de los espías españoles. Espero que usted, amable lector, no interprete que defiendo la opacidad de los servicios del Estado, aun de los que por naturaleza deben ser más opacos. Todo lo contrario: siempre pensé que la transparencia es condimento esencial de una democracia. Pero es mala señal que los diputados citen al director del Centro para que informe sobre alguno de los muchos aspectos en los que estos días se supone que los trabajadores de los servicios de inteligencia deben estar ocupados, a escala interna (y, esperemos, externa, ya que la muerte de Hugo Chávez sin duda ha de tener no pocas connotaciones para los intereses 'reservados' españoles). Es una mala señal porque indica que no hay confianza en el normal funcionamiento de esos servicios.
 
Sí, pringoso asunto que desde el Parlamento se llame para que rinda información a quien, por principio, no debería darla excepto muy restringida, solamente a quien convenga y cuando sea preciso. Hay que admitir que, como antes decía, es mucho el temporal que asola la tierra patria y no faltan motivos para querer saber en qué anda metido, aquí en las cuestiones domésticas, el CNI: desde los 'pinchazos telefónicos' de 'Método3', o la 'recuperación' de la pista del etarra Josu Ternera, hasta los 'papeles de Bárcenas' o el tejemaneje de los correos del ex socio de Urdangarín, es seguro que hay muchas cuestiones 'de Estado' que interesan a los hombres que rigen nuestras vidas. Cuestiones que, se supone, están siendo investigadas por aquellos a los que pagamos para que lo hagan.
 
Por ello, y con todo lo que acabo de apuntar incrementando la nómina de los secretos vergonzantes que conviene desvelar, me parece el colmo del despropósito que se convoque al digno general que representa a 'los servicios' ... para que informe sobre las idas y venidas de alguien que se autocalifica como "amiga entrañable" del Rey. Se trata de saber si, como dice un sindicato policial, contaba con protección de las Fuerzas de Seguridad o si, como asegura el ministro del Interior, contrariando no pocos rumores, tal escolta no existía. O para que nos cuente qué delicadas 'misiones de Estado' ejercía, tal como ella misma dice, la entrañable princesa, presumiblemente por encargo del Gobierno de turno.
 
Supongo que nunca unos servicios de inteligencia dignos, como lo son los actuales españoles, se habrán sentido tan humillados a la hora de tener que comparecer ante el poder legislativo, nada menos, para rendir cuentas acerca de si alguien tan extraoficialmente cercano al Rey como la señora en cuestión gozaba o no de protección oficial, cuánta, por qué y para qué.  Pues eso es precisamente lo que el general Sanz Roldán tendrá que hacer dentro de dos semanas ante la comisión de Secretos Oficiales de la Cámara Baja. Así que de nuevo, como en los malos tiempos, hemos de hablar de los espías, en una era en la que la neblina desciende de las montañas hasta las ciudades. Pues vaya plan.


>> El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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