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La mano en el fuego

La mano en el fuego

miércoles 13 de marzo de 2013, 18:37h
Si, como dijo Molière, todos los vicios cuando están de moda pasan por virtudes, entonces en España, la hipocresía es un vicio de moda. Hipocresía y eufemismos cuando se habla de casos de corrupción. Desde que Mariano Rajoy dijo aquello de que "nadie podrá probar nunca que Bárcenas no es inocente", hasta Rubalcaba asegurando que "pone la mano en el fuego" por José Blanco.

¿Por qué quienes dirigen el país no hablan claro? Y, hablando de casos de corrupción, ¿por qué no se aplican los consejos que dan a sus enemigos cuando han sido pillados en falso? Cuando personajes como Correa o el "Bigotes" reverdecieron la memoria de Rinconete y Cortadillo y el caso de los trajes colocó en la picota a Francisco Camps, José Blanco -por aquél entonces segundo de Zapatero- salía todos los días en los telediarios exigiendo la dimisión del presidente de la Generalidad valenciana. Por decoro, porque -según argüía- la mujer del César amén de ser honrada debía parecerlo.

¿Qué ha cambiado en relación con ese criterio de moralidad pública ahora, cuando es a él a quien el fiscal quiere sentar en el banquillo por un presunto caso de tráfico de influencias? ¿Por qué no dimite? En el mismo registro de perplejidad y conocidos los detalles del informe de la Udef acerca de las regalías de las que en su día se beneficio el matrimonio Sepúlveda-Matos, ¿qué decir del caso de la ministra de Sanidad?

Es verdad que no todos los políticos son iguales y que muchos comparten la repugnancia que sienten los ciudadanos ante aquellos casos en los que personajes sin escrúpulos han buscado en los partidos y en la política una escalera para medrar. Los hay, como digo, y son muchos quienes comparten la indignación ante conductas de lucro descarado. Hablo con gentes del PP que se avergüenzan de lo que hay detrás del caso Bárcenas y de que Ana Mato siga siendo ministra; también conozco a dirigentes del PSOE que no entienden que Blanco pueda seguir en el escaño. Saben, sienten vergüenza, pero callan. Callan porque saben que quien se mueve no sale en la foto y se descuelga de las listas electorales. Lo malo es que las cosas seguirán igual mientras no cambie la Ley Electoral, por mucho que la Constitución (Art. 67) proclame que los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo. En democracia no hay que poner la mano en el fuego por nadie, para hacer justicia ya están los tribunales, pero lo que sí es exigible es la decencia.
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