¿Estamos saliendo de la crisis?
miércoles 10 de abril de 2013, 20:00h
Ya nos podemos dar por enterados: apenas nos
quedan ocho meses de sufrimientos, porque según el Gobierno este 2013 es el
último año de crisis. En el 2014 vamos a retomar la senda del crecimiento y el
empleo. Así de simple. Primero fue Montoro el Atrevido quien hizo el anuncio
optimista, pero después le han seguido diversos representantes gubernamentales,
incluyendo el su Presidente Mariano Rajoy.
De inmediato, la oposición y una buena parte
de los analistas económicos han puesto en duda la feliz previsión, usando
varios informes técnicos de dentro y fuera del país, que apuntan a que la
crisis se extendería al menos hasta el 2017.
Y, claro, la gente de a pie se pregunta
perpleja a quien creer. Por un lado, la credibilidad del Gobierno no atraviesa
su mejor momento, pero por el otro en la oposición también se nota una lectura
interesada: parece que algunos prefieren que el país se vaya al carajo, con tal
de no aceptar que la gestión conservadora del Gobierno pudiera tener el mínimo
éxito económico.
Mi juicio es que ambas posiciones tienen algo
de cierto, o dicho de otro modo, que ambas son medias verdades. Es cierto que
existen signos sensibles de que se está recuperando la inversión externa en el
país y que comienza a desarrollarse un mejor clima para los negocios. Por ello,
no sería extraño que el año que viene tenga lugar una franca recuperación de la
actividad del capital (que ya se ha iniciado), que impulse el proceso
productivo.
Ahora bien, eso no hay que confundirlo con
una recuperación de otros indicadores socioeconómicos referidos principalmente
al factor trabajo. Desde luego que no. En realidad, será un estancamiento de
los salarios lo que facilitará la recuperación de los negocios. Por eso, aunque
se inicie lentamente la recuperación económica no tendrá efectos paralelos en
la situación social. Así que para la gente de a pié la cosa no será tan fácil:
no le quedan ocho meses de sufrimientos sino, previsiblemente, como dos o tres
años más. Ello siempre y cuando no se produzca algún nuevo desajuste en la
economía mundial, algo que no es precisamente una posibilidad a excluir.
El otro asunto que parece necesario examinar
con buen pulso se refiere a la justificación que dio Montoro del otro motivo de
recuperación (el primero fue el sector exterior): el incremento del consumo
interno. ¿Cómo sería posible un mayor
consumo si se reducen o no aumentan los ingresos de los asalariados?
La respuesta estriba en la necesidad de
distinguir la segmentación del universo del consumo. En España, como en casi
toda Europa, existen tres esferas de consumo: la esfera superior, la de la
clase media y la esfera más popular, que incluye el 20% de pobres estructurales
que hay en el país. Lo primero que hay que decir es que lo que caracteriza a las crisis
económicas es un aumento de la distancia entre las tres esperas de consumo. La
esfera superior de consumo apenas se ve afectada por la crisis, incluso hay
sectores que se aprovechan del momento. La esfera de consumo de la clase media
agudiza su comportamiento social: dado que su estatus y prestigio depende mucho
del consumo, trata por todos los medios de no disminuirlo ostensiblemente (como
se puso en evidencia en las pasadas navidades). Desde luego, lo que sufre con
este comportamiento es su capacidad de ahorro, que es mucho menos pública que
su capacidad de consumo. Algo que desde luego significa un menor ritmo de la
formación de capitán interno. Donde la crisis impacta realmente es en la espera
popular de consumo; por un lado porque aumenta la cantidad coyuntural de
pobres, y por otro, porque las familias trabajadoras dejan de consumir cosas
que no refieran a la inmediata supervivencia. Cuando la gente dice eso de que
se siguen vendiendo autos o que los restaurantes siguen llenos, está
refiriéndose al consumo esforzado de la clase media, mucho más que al consumo
popular (que pelea por mantener su cesta de la compra).
Dicho en términos proporcionales, cerca de un
40% de la población hace un esfuerzo por mantener la capacidad de consumo,
mientras que el 60% restante no tiene más remedio que constreñirla. ¿Puede
desarrollarse así la producción, la economía real del país? Pues lo que sucede
es que aumenta la segmentación del mundo empresarial, entre quienes siguen
pudiendo mantener y mejorar su negocio y quienes no pueden. Todo ello hace más
necesario que antes el crédito y las inyecciones de capital desde fuera del
sistema económico. Por eso hasta Rajoy ha comprendido que si quiere que sus
predicciones optimistas se hagan realidad, tiene que obtener ese capital donde
sea, sin aumentar, desde luego, el déficit público. Y por eso reclama ahora mayor
actividad del Banco Central europeo.
Algún comentarista se pregunta por qué
Alemania se niega a seguir ese camino. Pues no creo que sea tan difícil
pensarlo: Berlín no se fía de sus socios comunitarios del sur; considera que en
cuanto les suelte las riendas se dedicarán a gozar de la vida y entonces, para
mantener la sanidad financiera de la Unión, acabarán siendo ellos, los
alemanes, los que tengan que pagar la cuenta. Eso puede ser no del todo cierto, ni respecto
del sur ni de ellos mismos, pero eso es lo que cree la gran mayoría del público
alemán y a esa creencia se atienen sus políticos (muchos incluso la alimentan).
Por eso, si el crédito no llega, la recuperación en España será lenta y
diferenciada, entre los sectores más dinámicos (que podrán recuperar el
crecimiento en 2014) y los sectores más populares que seguirán sufriendo la
crisis por varios años más. Insisto, siempre que la economía mundial no tenga
un nuevo pinchazo.