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Felipe, el ánimo y la realidad

Felipe, el ánimo y la realidad

jueves 11 de abril de 2013, 17:18h
El que tuvo, retuvo, dice el refrán. Y bien cierto es, al menos en el caso de Felipe González, único líder que, de verdad, ha tenido el socialismo español en los últimos treinta años. El, como algunos más, para quienes tienen menos de cincuenta años es un personaje desconocido en toda su dimensión, cuando no un perfecto desconocido. Sin embargo, sea cual sea su grado de conocimiento, conserva ese punto de líder que hace que lo que dice sea escuchado con atención. No es necesario señalar que para unos es excepcional y para otros excepcionalmente malo, pero unos y otros deberán convenir que sus últimas palabras, pronunciadas en un coloquio organizado por la Asociación para la Defensa de la Transición celebrado el miércoles en Madrid, fueron un diagnostico certero y acertado de la situación española. Afirma Felipe González que aunque a él no le gusta el cómo, tiene la seguridad de que de la crisis económica saldremos, "pero -dijo- de la crisis política e institucional no estoy tan seguro de que salgamos. Esa crisis galopa hacia una anarquía disolvente".
  
Añadió que "si no cuidamos las instituciones podemos entrar en otro momento oscuro de nuestra historia". Estas reflexiones, y algunas más, las señaló, después de sentenciar que estaba preocupado, "si, pero más por el estado de ánimo del país que por la realidad".

La realidad es compleja y difícil pero ¿Cuál es el estado de ánimo?. No se como lo describiría Felipe González, pero creo que el estado de ánimo de los españoles se nutre tanto de un cierto sentimiento de orfandad porque no hay referentes a los que mirar como de una elevada dosis de una cierta ira, consecuencia, en buena medida, de los efectos devastadores de la crisis económica.
  
Este punto de ira se manifiesta de muchas maneras y legitimo es que la sociedad, que la opinión pública haga saber sus desafectos, sus decepciones, que reivindique sus derechos, pero la ira lleva, puede llevar, al desbordamiento de los ánimos. Y me temo que por ahí andamos. Muy cerca del desbordamiento que se produce cuando a amplios colectivos políticos y sociales les parece "razonable" que unos cuantos ciudadanos se atrincheren ante el domicilio de un electo, cuando la justicia solo es justa cuando su juicio coincide con el nuestro, cuando todo y todos están sometidos a sospechas y juicios sumarísimos, cuando la Oposición no es considerada una "institución", cuando a los miembros del Gobierno se les llama "criminales" y aquí no pasa nada, cuando no cabe el matiz y todo es brocha gorda, cuando se banaliza -otra cosa es la critica razonable y necesaria- con la Monarquia, con la unidad de España.
  
"¿Todo el esfuerzo de la Transición se esta yendo por el desagüe", se preguntaba Felipe González. Y muchos nos tememos que sí y no solo porque quienes no la vivieron nos cuentan ahora como debería haberse hecho ignorando lo que la propia Transición supuso y costó, sino porque quienes a día de hoy la seguimos poniendo en valor porque la vivimos, añoramos el poder compartir objetivos y metas. Añoramos ese punto de responsabilidad que se extendió tanto entre políticos como entre periodistas para hacer posible lo que parecía imposible, ese punto de generosidad indispensable para los grandes acuerdos.
  
Soy consciente y asumo que quizás me deje llevar por la melancolía. Aquella realidad mucho más incierta que la de hoy, estaba presidida por un ánimo institucional y colectivo que se ha esfumado como por arte de magia y que algunos echamos en falta.
  
Tan urgente como salir de la crisis es un gran acuerdo, al menos, entre los dos grandes partidos que si bien en las encuestas se están desplomando, son, a la hora de la verdad, los únicos capaces de manejar un país como España. Sabemos todos de las profundas discrepancias entre Rajoy y Rubalcaba pero ambos dos tienen la responsabilidad directa sobre los dos grandes partidos -no es relevante a estos efectos que uno este en el Gobierno y otro sea el jefe de la Oposición- y a ellos, antes que a nadie, les concierne el "ánimo" y reconstruir lo que se ha venido destrozando. Si Rajoy y Rubalcaba; es decir, PP y PSOE no se deciden de una vez por todas a hablar de España -por un ratito se puede dejar el déficit en el cuarto oscuro- pueden tener la seguridad de que vendrán otros que lo harán por ellos pero, en ningún caso, lo harán como lo pueden hacer ellos. Creo que lo podrían hacer muy bien. Si quisieran.
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