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Sí, es casi suicida, pero todo se aplaza

Sí, es casi suicida, pero todo se aplaza

domingo 28 de abril de 2013, 23:30h
Compareció Mariano Rajoy en la tarde de este domingo, en Granada, acompañado del primer ministro irlandés. Era su primera aparición ante los medios tras la noticia de que los parados ya son oficialmente en España seis millones doscientos dos mil. Y tras el desastroso Consejo de Ministros del pasado viernes, que no adoptó las medidas de urgencia que parecían imprescindibles tras el 'shock' nacional que supuso la irrupción de los datos del (des)empleo. Y la verdad es que Rajoy, creemos que más bien para mal que para lo contrario, sigue actuando como si no pasara nada, como si la normalidad fuese la tónica: ¿remodelar el Gobierno? De eso nada: los ministros están actuando con "sacrificio, pundonor y coraje", dijo. ¿Medidas de emergencia, un plan nacional contra el paro? De sus respuestas a las tres preguntas que le formularon en su aparición junto a Enda Kenny nada de esto podía deducirse. Más bien al contrario, dio la impresión de que todo se hace bien y que la cosa acabará dando resultados positivos algún día. Algún día.
 
Lo peor es que en el PSOE, que sigue siendo el principal partido de la oposición y el segundo en importancia en el país, tampoco parecen tomarse las cosa con las prisas que exige el hecho de que España fabrica un parado nuevo por minuto, una nueva tragedia cada sesenta segundos. Este lunes debería haberse presentado por Rubalcaba -así lo prometió el viernes, tal vez llevado por el escaso contenido de la rueda de prensa conjunta de Soraya Sáenz de Santamaría, Luis de Guindos y Cristóbal Montoro-una batería de medidas de choque para regenerar la situación económica; pero ahora habrá que esperar a conocer el documento que el Gobierno enviará en los próximos días a la Comisión europea antes de que el PSOE ofrezca una lista de sugerencias concretas. O habrá que aguardar a la comparecencia de Rajoy ante el Parlamento, probablemente la segunda semana de mayo, quién sabe.
 
Esperar, esperar...Nuestros representantes parecen acostumbrados a permanecer instalados en la espera, que es lo más cómodo y lo menos comprometido. El país entero es un clamor pidiendo movimientos urgentes, y desde el lado oficial y oficioso el ritmo sigue siendo desesperantemente lento, tal vez porque allí, en el olimpo, no hay contactos con la gente desahuciada de la vida laboral, que ven con aprensión muy justificada el futuro, y no solamente el futuro hasta ese ya de por sí lejano 2016 que es donde ahora se coloca la frontera del inicio de la recuperación.
 
Pero el país no puede aguardar, con ese ejército impresionante de seis millones doscientas dos mil setecientas personas -que a estas horas serán ya algunas más--, a que escampe. Ni se puede dejar que se pudran los problemas, ni cabe ya refugiarse en la mayoría absoluta y en el 'lo estamos haciendo bien', que es la respuesta habitual desde los atriles del poder, ni se puede seguir desmintiendo la evidencia -por cierto, Rajoy sí dijo el pasado miércoles que en el Consejo del viernes no se trataría sobre los impuestos; tuvimos la ocasión de oírlo personalmente, aunque ahora lo nieguen--. La situación económica es alarmante, pero puede que aún lo sea más la situación política y la situación anímica de unos españoles que necesitan acciones eficaces, espectaculares, nuevas. ¿Pueden nuestros políticos poner en marcha algo de esto? ¿No? Pues entonces coincidamos en que ha llegado la hora del relevo. Lo malo es que quien tiene que propiciarlo son ellos, los que deben ser relevados, que sí, que sin duda están llenos de sacrificio, pundonor y coraje, pero que están ayunos de ideas y de arrojo.
 
Nunca hemos sido, desde este periódico, alarmistas ni pesimistas sin causa; siempre hemos confiado en que, al final, los gobiernos sabrían cómo salir del atolladero. Nos defraudó por completo Rodríguez Zapatero y ahora lo hace Rajoy, un político sin duda respetable que se ha zambullido en los cambios pero que huye como de la peste del Cambio, que es lo que ahora todos le reclaman, le reclamamos, en vano.
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