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Rajoy ya coqueteó con la idea antes de las elecciones

Contrato único: ¿panacea laboral o una excusa para abaratar el despido?

Contrato único: ¿panacea laboral o una excusa para abaratar el despido?

martes 14 de mayo de 2013, 07:28h
El coste del despido ya se ha abaratado dos veces en los tres últimos años. Primero lo hizo Zapatero tímidamente, y luego Rajoy nada más llegar a Moncloa abrió el abanico de causas para aplicar el despido de 20 días. El siguiente paso podría ser el contrato único, algo que Bruselas y los empresarios llevan ambicionando largo tiempo. El propio presidente sugirió esta posibilidad antes de las elecciones, aunque luego la desechó, y el ministro Guindos se mostró partidario nada más tomar posesión de la cartera de Economía. Los defensores aseguran que es la vía para terminar con la dualidad indefinido-temporal mientras los detractores temen que se acabe con la protección de millones de trabajadores.
En España hay más de 40 modelos de contratos, una auténtica selva de normas laborales que se han ido acumulando durante 30 años. Una realidad de la que se ha quejado la CEOE en incontables ocasiones. Pero la gran línea divisoria del modelo es la que separa a indefinidos de temporales, algo que podría terminarse con la implantación del llamado contrato único. La idea de contratar y despedir rápidamente puede dar la sensación de que aumenta la competitividad, la productividad y el dinamismo del mercado laboral.
 
El contrato único es un modelo que obligaría al empresario a pagar una indemnización que sería relativamente baja al principio del contrato y que aumentaría de forma progresiva con la antigüedad del trabajador. En este sistema desaparecerían los contratos temporales, mientras que la ruptura de los nuevos contratos indefinidos solo obligaría al empresario a pagar una indemnización inferior, en la mayoría de los casos, a la actual.
 
Los sindicatos argumentan que esta reforma sería inconstitucional, porque la coexistencia de dos tipos de contratos indefinidos violaría el principio de igualdad y porque la supresión del control judicial sobre los despidos por razones empresariales violaría el derecho del trabajador a una tutela judicial efectiva frente a un despido injustificado. Otra crítica es que el contrato único convertiría en precario todo el empleo. Así pues, no es difícil imaginar que su aplicación provocaría en primer lugar huelgas y más conflictividad laboral.
 
En cambio, la medida es muy del gusto de la patronal. "Si a mí me dejas la legislación laboral, te la cambio en una semana". Bajo esa declaración de principios, el presidente de la CEOE, Juan Rosell, defendió en un encuentro con periodistas hace pocos meses profundos cambios en la regulación de la contratación y los convenios que supondrían una nueva reforma laboral. Rosell propugna con carácter general un contrato único y, para los jóvenes, miniempleos con sueldos por debajo de convenio.
 

Rajoy ya lo sugirió
 
El presidente negó ayer que el Gobierno vaya a tocar la reforma laboral aprobada hace apenas un año. Pero Mariano Rajoy sí ha abogado en el pasado por el contrato único. Cuando todavía era jefe de la oposición y en vísperas de la convocatoria electoral, en julio de 2011 durante la presentación del libro "Lo que hay que hacer" de Juan Velarde, Rajoy citó entre las reformas necesarias hacer una "verdadera reforma laboral que incluya más flexibilidad y apueste por el contrato único".
 
Mariano Rajoy niega ahora que vaya a seguir las instrucciones de Bruselas. Pero también hizo declaraciones parecidas cuando la UE reclamaba con insistencia subir el IVA y, a la postre, acabó dando su brazo a torcer. Meses después el argumento ha virado para justificar la necesidad de tomar medidas que "no le gustan al Gobierno para evitar un rescate total de España".
 
Pero el presidente no es el único miembro de este Gobierno que ha apostado por ello. En enero de 2012, pocas semanas después de llegar al cargo, el ministro de Economía Luis de Guindos publicó una reveladora tribuna de opinión en la web de Wall Street Journal. En ella dejaba claro que el Ejecutivo apostaba entonces por un contrato único en la reforma laboral. Según dijo Guindos, los 40 tipos de contrato existentes tenían que simplificarse en "un único contrato a tiempo completo con cláusulas comunes para todos los nuevos trabajadores y otro para impulsar la contratación a tiempo parcial".
 
También el Banco de España ha hecho de la reforma laboral una de sus principales batallas. Cuando Miguel Ángel Fernández Ordóñez era gobernador de la institución, el Banco publicó un informe firmado por tres expertos de su servicio de estudios que explicaba cómo la brecha entre fijos y temporales envenenaba el mercado laboral. La conclusión avalaba la tesis oficial: introducir un contrato único, con despido más barato, dinamizaría el empleo.
 

Argumentos a favor
 
El conocido como "grupo de los 100 economistas" considera que la principal ventaja del contrato único es que suprime de raíz la segmentación entre trabajadores indefinidos y temporales, contribuyendo así a incrementar la estabilidad laboral. Otro argumento es que el contrato único proporcionaría claros beneficios a los empresarios. Les ofrecería mayor seguridad jurídica y un procedimiento más ágil para los ajustes de empleo en tiempos difíciles. Con todo, aseguran que "este contrato produciría mucha más estabilidad laboral, dando lugar a periodos de empleo mucho más extensos que los que se registran actualmente con los contratos temporales y, por lo tanto, a mayores derechos de protección por desempleo e indemnizaciones por despido, medidas que no tienen por qué ser menores que las actuales".
 
José Ignacio García Pérez, profesor de la Universidad Pablo de Olavide, denuncia la principal injusticia de nuestro mercado laboral. En esta línea, destaca que "la adopción de un nuevo contrato único para las futuras contrataciones beneficiaría especialmente a los trabajadores actualmente más desprotegidos. Estos trabajadores tienen, si no se remedia, una altísima probabilidad de quedar atrapados en el pernicioso ciclo de desempleo y temporalidad que hemos observado en el pasado".
 
Para el abogado laboralista Iñigo Sagardoy la única fórmula de animar la contratación es que se ponga en marcha un contrato único con mayor flexibilidad. "Si se consiguiera llegar a la vía del contrato único, como ya ocurre en otros países europeos -tiene que haber algunos temporales como el de interinidad, formación...-, los empresarios se animarían a contratar".
 

Riesgos evidentes
 
Un grupo de 700 economistas y expertos, apoyados por UGT y CC.OO, han elaborado un informe donde ponen cuatro apellidos al contrato único: inoportuno, ignorante, malintencionado e inconstitucional. "En la coyuntura actual, en términos de destrucción de empleo, no parece muy oportuno introducir un mecanismo que, en el mejor de los casos, aceleraría el ajuste a la baja del empleo", sostiene el estudio.
 
Para estos economistas se ignora que en un sistema productivo como el español existen necesariamente espacios productivos de elevada estacionalidad y dualidad del mercado laboral. De esta forma, la dualidad del mercado laboral se genera por el lado de la demanda (puestos de trabajo temporales), no por el sistema de contratación. Lo adecuado, explican, es responder a esa dualidad no con contratos que la escondan, sino con fórmulas que la absorban (causalidad del contrato), protegiendo a los trabajadores que accedan a esos puestos.
 
Su conclusión es que "un solo tipo de contrato indefinido de tendría que conllevar un coste de despido equivalente o inferior a los que actualmente suponen los temporales". Si esto no ocurriera, posiblemente en los sectores con mayor estacionalidad "se expandiría el espacio del empleo irregular o sumergido y aumentaría la rotación de los trabajadores por diferentes puestos de trabajo. Luego esconde tras de sí, malévolamente, la demanda histórica de las organizaciones empresariales: reducir los costes de despido".
 
Según Antonio González, ex secretario general de empleo, lo peor de todo es que el sacrificio sería inútil. "Una reducción de los costes laborales solo incrementaría la propensión marginal a contratar. Pero esto, en ausencia de una aceleración del crecimiento económico, carecería de efectos relevantes. Máxime en una situación como la actual".
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