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Una gran entrevista ¿políticamente irrelevante?

Una gran entrevista ¿políticamente irrelevante?

jueves 23 de mayo de 2013, 12:29h
Ha dicho Gloria Lomana, la periodista que dirigió la reciente entrevista al expresidente Aznar, que en su televisora siempre entendieron esta reaparición del dirigente del PP como un evento trascendente. La pregunta es: ¿fue efectivamente así?, o dicho más apropiadamente, ¿realmente lograron conseguirlo? Para responderla es necesario tener en cuenta que, aunque conformara un solo paquete, hay quienes impulsaban el hecho como un evento informativo y quienes lo plantearon como un evento directamente político.


En el campo informativo hay pocas dudas de que la operación obtuvo bastante éxito: buena audiencia, reproducción en el resto de los medios, inclusión del tema en la agenda de los formadores de opinión, etc. La entrevista representa una de esas ocasiones en que un medio produce y reproduce una noticia importante.


Pero en el campo político la relevancia del evento está menos clara. Ello porque para lograrlo no bastaba con la transmutación del jarrón chino en personaje hablante, sino que también dependía de lo que fuera a decir. Y en cuanto a los contenidos y su impacto la consistencia no está tan clara.


Si se examina el desarrollo de la entrevista se hace patente que el discurso propositivo de Aznar tuvo que pagar primero un extenso peaje: para ser creíble en su planteamiento político primero tuvo que pasar por el examen de credibilidad de comportamientos. Y en cuanto a los aspectos peliagudos del asunto, continuó dando respuestas insuficientes. Sobre el enorme regalo de bodas que recibió su hija, trató de reducir el asunto a un inocente invitado, rechazando indignado que pueda hablarse de trama criminal la que regala. Claro que no fue la trama, sólo uno de los protagonistas de la misma. Respecto de las cuentas paralelas de Bárcenas en el PP repite el argumento conocido de que todas las cuentas presentadas por el PP a las autoridades fiscales están hechas de acuerdo a la ley. Por supuesto que será así, pero sabe de sobra que no se pregunta por esas cuentas sino por las otras, las paralelas. Y en cuanto a que no conoce más sobres que los que había en la Moncloa cuando llegó allí, al final cuando le presionan la respuesta es la ya conocida: nunca tuvo conocimiento de que nadie cobrara sobresueldos. Pobre hombre, tan desinformado durante tanto tiempo.


En suma, más allá de la rotundidad con que fueron dichas, las respuestas siguen dejando dudas y deudas de credibilidad, cuando se examina fríamente su contenido.


En cuanto a la parte propositiva de sus declaraciones, la relevancia tampoco es tan alta. Los cinco puntos programáticos que planteó son una acabada suerte de generalidades, como bien advirtió Victoria Prego. Y respecto de los aspectos concretos que le diferenciarían de lo que está haciendo Rajoy, apenas surgió el asunto de los impuestos, que el ministro Montoro descalificó con displicencia hablando de nostalgias de un pasado menos crítico. Es cierto que Aznar trató de dejar clara su distancia con el actual ejecutivo, pero no es seguro que la diferencia fuera tan evidente si tuviera hoy la responsabilidad de gobierno. Por ello los actuales mandatarios le restan importancia a sus declaraciones.


En realidad, donde sí cobra consistencia su discurso es sobre el asunto que tampoco es precisamente una novedad: la incapacidad de Rajoy como líder comunicador y conductor de masas. Y es ahí donde Aznar representa bien a los militantes y votantes del PP que observan confundidos como un gobierno con el mayor poder institucional de la democracia, comenzando por una rotunda mayoría parlamentaria, se encuentra tan limitado de argumentos y tan a la defensiva. Es en este plano donde el discurso de Aznar se muestra más articulado: es necesario renovar los acuerdos de la transición y proyectarlos a futuro. Y desde esa perspectiva, colocar objetivos claros ante la gente, que motiven su compromiso con el proyecto del PP. La gran pregunta es si, en las actuales condiciones críticas, sería el propio Aznar quien fuera capaz de encarnar ese liderazgo que ve tan necesario. Su actual amago de retorno a la política es sobre todo una presión para Rajoy, pero también una duda propia de alguien que siente que no las tiene todas consigo. 


En otras palabras, la aparición estelar de Aznar no tiene tanto contenido ni tanta relevancia. Desde luego, tampoco hay que subvalorar el hecho. Es decir, ni tanto ni tan poco. Refleja más bien la impaciencia de fuerzas internas en la derecha social y económica que reclaman hace tiempo más contundencia en la forma de gobierno. También Aznar está impaciente, pero de ahí a que dé pasos consistentes hacia una alternativa de poder en el entorno PP, hay todavía una apreciable distancia.


Por cierto que en cuanto a la motivación de esta entrevista he leído cosas increíbles, como que todo responde al afán de protagonismo de una cadena y una periodista, Gloria Lomana. Conozco a Gloria desde que coincidimos en los ochenta trabajando en TVE y nos hicimos amigos. Nadie tiene que convencerme de que es una mujer inteligente y ambiciosa. Pero esta reaparición de Aznar es algo más complejo, que responde a un concierto de fuerzas más amplio. En este contexto, Gloria es más bien un instrumento que otra cosa, aunque, desde luego, sepa aprovechar el hecho de serlo. Sigue sorprendiéndome la dificultad de los medios españoles para hacer buen análisis de los hechos políticos, tanto en su expresión fáctica como simbólica.   
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