Un entregado Miguel Ángel Perera se salva del fracaso torero y ganadero

El tuerto en el país de los ciegos. Fue el papel que encarnó Miguel Ángel Perera en la representación virtual de una corrida de toros, que tuvo poco de verdad y mucho, demasiado, de mentira. El extremeño, al menos se justificó con su decisión y entrega, añadiendo buenos pasajes capoteros y muleteros. Pero sus dos colegas, Morante de la Puebla y Finito de Córdoba, pasaron de puntillas por la función, limitándose a cumplir de mala gana su compromiso. Y de los bicornes, mejor no hablar/escribir. 

Porque Jandilla, con su segundo hierro de Vegahermosa, volvió a fracasar en Las Ventas y no sólo por su justeza y desigualdad de trapío, que ya es pecado -a compartir por los veterinarios, claro, que esa es otra- ,sino porque eran bueyes de carreta, ayunos de sangre brava. O sea, los que gustan a las figuritas y/o figurones y sus poderdantes, que para eso los eligen, llevando así en el pecado la penitencia, a la par que se ciscan en el público. 

Pero como la ley de Murphy cada día tiene más vigor en el planeta taurómaco, todo se puede empeorar. Por ejemplo dejando que salga al ruedo un bicorne acorne, el sobrero de Carmen Segovia,  con más que sospechosos síntomas de afeitado, que más semejaba burel para festejo de rejoneo -merced a la escasa vergüenza profesional de los ya reseñados facultativos y la complicidad presidencial de (le llamaban) Trinidad López Pastor-. O igual semejante birria estaba destinada al espectáculo de toreo a caballo de este sábado 25 y es que somos unos malpensados, ja ja.

Calar en los tendidos

Menos mal que la entrega de Perera le salvó del naufragio y salvó mínimamente la tarde. El extremeño, que cascabeleó un quite por ajustadísimas gaoneras al tercero, le dio distancia, le puso la muleta 'planchá' y se lució en varias series de redondos templados y ligados, como en dos al natural de similar guisa. Eso sí, abusando de colocarse al hilo del pitón y sin cargar la suerte. No obstante caló en los tendidos, máxime cuando concluyó con unas valientes bernadinas. Pero un pinchazo anterior a la estocada le privó de la oreja.

Su intento de repetir jugada con el último se estrelló con lo poco que le duró, pero, como en el anterior si dejó que se lucieran con rehiletes y brega esos dos magníficos subalternos que son Joselito Gutiérrrez y Juan Sierra. Del resto de la representación, casi es mejor correr el famoso (es)tupido velo. Aunque dentro del fracaso es justo y necesario destacar alguna verónica suelta con cante jonde de Morante a su segundo y en un quite al cuarto. 

Porque el de la Puebla, cada vez más torpe y sacando lo peor de Curro y Paula,  no fue capaz de sacar el más mínimo lucimiento a los de su lote, aunque hay que reconocerle que no se puso pesado y cortó rápido, sobre todo con el quinto. A diferencia de este Finito nacido en Sabadell, que se puntó a la canción de Los Pekenikes, sí, hombre, a ésa, 'Embustero y bailarín', en todas sus acciones o inacciones, añadiendo la pesadez, que lo que hacía es oscurecer más la pésima tarde de su reaparición en Madrid, donde nunca se le echó de menos, ni se le echará.
 
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