Violencia e intolerancia para protestar en Francia contra el matrimonio gay

Está claro que la libertad de expresión y por tanto de manifestación está fuera de toda duda en nuestra sociedad democrática y moderna. Pero hay formas y formas de hacerlo patente. En todo caso, poco se comprende la furia de parte de la sociedad francesa una vez que el Gobierno del socialista Hollande haya aprobado por fin las uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo. La derecha más rancia y los sectores más radicales se han tomado esta causa como una manera de intentar derrocar y acabar con la etapa socialista y progresista al frente de la República, y no ha dudado en tomar las calles con actitudes algo más que puramente de protesta.

Insistimos, con corrección, toda protesta es legítima. En España hubo también manifestaciones en contra del matrimonio gay, la adopción de niños por parejas homosexuales, así como contra la ley del aborto socialista de la etapa de Zapatero, bajo el lema de la familia se rompe. Pero no fue otra cosa que la libre manifestación de una postura contraria a una serie de reformas legislativas más progresista que chocaron con otras formas de pensar. En Francia se han excedido los términos. Los choques entre la policía y varios cientos de manifestantes lo dicen todo. También la forma de pagarla contra el mobiliario urbano.

Los cientos de manifestantes tomaron París al grito de "esto va estallar", "dictadura socialista" y "periodistas colaboracionistas", lanzando todo tipo de objetos, desde las vallas de seguridad hasta botellas de cerveza contra los policías, que utilizó abundantes gases lacrimógenos en las escaramuzas en los alrededores de la explanada de los Inválidos. Mal vamos si mezclamos posturas radicales con opiniones libres.