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Dorothy Parker y la vieja Europa

Dorothy Parker y la vieja Europa

sábado 01 de junio de 2013, 09:47h
Ahora o nunca, me digo mientras leo los poemas de Dorothy Parker, cuando en mi cabeza salta en combustión neuronal el ingenio, agudeza y valentía de la articulista de Vanity Fair y New Yorker, y las imágenes que observo con el rabillo del ojo de los periódicos cercanos que hay en el vagón, en los que se dice que por fin Rajoy y Rubalcaba han entendido que en esta Europa no se dirimen ideologías, sino conceptos y repartos. Y hacia mi conciencia silenciosa se acerca también otro libro que, por razones profesionales, hube de saberme de memoria. Es de la cosecha del 94 y se llama Retos y pistas para entrar en el siglo XXI, El Libro Blanco de la Comisión Europea sobre Crecimiento, Competitividad y Empleo. Eran los años del humanismo comunitario. No se podía concebir  el proyecto Europa sin desterrar los desequilibrios territoriales o las bolsas de pobreza y desempleo. Aquella Europa social nos enamoraba porque en ella se encontraba lo más cercano a la utopía que se había concebido en la historia.

Pero esta Europa solo enamora a los bróker. Se percibe llena de grises funcionarios que hacen prospecciones y fórmulas complicadas en sus simétricos adustos despachos de Bruselas. Un verso de Dorothy, "piensa en los años, como una canción sin fin", consigue que recuerde mi esquelético cuerpo vendiendo Europa por las llanuras secas o las montañas selváticas, con un hambre de libertad desesperado. Y por tanto pienso, bajo el reflejo de los periódicos angustiados que me rodean, que tarde o temprano esta Europa tendrá que acercarse a las viejas políticas de Maastricht. Y eso que los líderes actuales se parecen a Khol, Miterrand, Delors o González lo mismo que una lenteja a un elefante. Solo hay que ver cómo irrumpen, con osadía y luz, en los laberintos oscuros del futuro Durao Barroso o Van Rompuy. Pero no queda otra. Tendrán que volver a los padres fundadores. Habrán de releer el Libro Blanco citado, verdadero manual de la creación de empleo en economías en la que el Estado supone un porcentaje del PIB superior al 60%. Lo triste es que haya ganado el rancio liberalismo que desterraron en el XIX los economistas historicistas alemanes. Fue una dura batalla contra los  patriarcas del Laissez Faire. Entonces nació la Seguridad Social, las pensiones o el seguro de enfermedad. 

Ocurre que si dejas a estos chicos de la gomina manosear los mercados a su antojo, nos devuelven al siglo XIX. "Corazón  pesado, sé feliz, sé feliz", dice Dorothy. Eso es eso lo que nos han hurtado, la felicidad. Oigan, vuelvan a Maastricht. Entérense de una vez que esta Europa no solo se creó para que circule bien el dinero. También para que vivan mejor las personas. Lo contrario de a lo que hemos llegado.
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