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Cuadrando el círculo

Cuadrando el círculo

sábado 08 de junio de 2013, 13:32h
La última ocurrencia del señor Anasagasti disponible en esta página ha tenido su eco en el País Vasco. Insiste el senador en el carácter de derecho, y no de privilegio del concierto económico; responde a su vez al catalán Enric Juliana y a su artículo "Euskadi contra Catalunya". Sólo recogeré esta afirmación de Juliana: "Que dos de las regiones más ricas apenas aporten esfuerzo fiscal a la caja común no es asunto de debate público".

Basta con eso para dinamitar cualquier pretensión de federalismo en España. Federalismo con mayúscula, no ese círculo cuadrado del "federalismo asimétrico"; sólo otra forma de llamar al estado de las autonomías. Los estados federales, como nos recordaba hace poco Pascua Mejía, se construyen de abajo hacia arriba, renunciando a la soberanía, sin "primus inter pares": todos los estados federados tienen los mismos derechos y deberes. ¿Es posible extender el concierto económico vasco a todas las comunidades españolas? No. ¿Es posible quitar ese resto de los fueros a las provincias vascas? Parece que tampoco. Tablas.

En cuanto a los argumentos de Anasagasti negando la naturaleza de privilegio de ese concierto... Pero... ¿Qué argumentos? No los hay, es cierto, hagamos pues algo de memoria histórica.

Como concepto, el término "País Vasco" aparece escrito con B en un texto de Antonio Zamacola de 1818; usando "País" en el sentido tradicional de paisaje y paisanaje. Antes no había existido ni siquiera la noción de "ser vasco". Los fueros medievales se otorgaban, como en toda España, a las villas. Es en el siglo XVI cuando se redactan los fueros provinciales por primera vez; en una sociedad como la española, que valoraba el privilegio estamental como un timbre de honor, la creación con ese fuero de una frontera étnica reservaba a los segundones de los mayorazgos vizcaínos los cargos públicos sin competencia de judíos o conversos. El Fuero Nuevo de Vizcaya de 1526 institucionaliza la hidalguía general, convirtiendo el concepto vizcaíno, cristiano viejo e hidalgo en la misma cosa. Como los hidalgos no eran "pecheros", es decir, no pagaban impuestos directos, Vizcaya queda al margen de las recaudaciones extraordinarias de la Corona. Nada grave, considerando que en el Antiguo Régimen y en una sociedad agraria Vizcaya era uno de los terruños más pobres de la Península; tierra de emigrantes dispersos por los llanos cervantinos o las altiplanicies andinas recién descubiertas.

Felipe V de Borbón confirmó esos fueros en 1704 como premio a la fidelidad de los territorios vascos a su dinastía, disponiendo un sistema de quintas para el ejército. Se excluían del reclutamiento mulatos, gitanos, verdugos, carniceros, vascos, navarros y catalanes, según quedó recogido en las Reales Ordenanzas de Carlos III. En el caso de los tres últimos se trataba, sin duda, de confirmar un privilegio, y los vascos lo agradecen viéndose a sí mismos como la quintaesencia del españolismo nacido de los fueros; eso es lo reflejado en la obra del jesuita Manuel de Larramendi "Sobre los fueros de Guipúzcoa" de 1758, inédita hasta 1983.

El Decreto de Carlos III sobre libre comercio con América, de 1778 autorizaba ese tráfico a 13 puertos de la Península; en el norte Santander, Gijón y La Coruña. La exclusión de los puertos vascos llevó a los caballeritos de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País a otras reflexiones. Por el interés te quiero, eibarrés. José Agustín Ibáñez de la Rentería postulaba la integración de los territorios "bascongados" en la monarquía de Carlos III, dejando los fueros como referencia legendaria sin contenido económico. A cambio, se sobreentiende, los puertos vascos podrían comerciar con América. El alavés Valentín de Foronda y González de Echavarri, fiel al espíritu racional del Siglo de las Luces, defendía para la Constitución de 1812 la división de España en 18 cuadrados trazados con tiralíneas, llamados Número 1, 2, 3, y así sucesivamente.

Es el inicio de un interminable debate prolongado en el siglo XIX, XX, y aún hoy entre racionalizadores del territorio y los mantenedores de la singularidad legal y el privilegio en la mejor tradición del Antiguo Régimen. Lástima que nadie hiciera caso a don Valentín de Foronda y a sus racionales cuadrados para cerrar el círculo.
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