jueves 27 de junio de 2013, 16:52h
Poco le ha durado la paz a Alfredo Pérez
Rubalcaba. Estaba satisfecho con el acuerdo con el Gobierno, aunque su
recorrido y alcance sea bien limitado, pero había ayudado a dar al PSOE
la imagen de un partido de Gobierno, de oposición responsable y alejado
de cualquier estridencia. Sabe Rubalcaba que las elecciones se ganan en
el centro y que para ganarlas hay que convencer a aquellos que "no son
de los nuestros". Nunca pensó que el encuentro en Moncloa solucionaba
los problemas del PSOE y ni siquiera que la firma del mismo le pusiera a
salvo de los avatares internos. Sabía casi todo, menos lo que ha
ocurrido. Nunca pudo imaginar que José Antonio Griñán, convertido en
escudero del propio Rubalcaba, iba a dar el paso que ha dado. Mejor
dicho, que iba a dar el paso que ha dado en este preciso momento en el
que se había logrado un microclima de cierta paz interna necesario para
afrontar "sin ansiedad" el debate de ideas previsto para después del
verano y en el que Ramón Jáuregui se está dejando la piel.
Imposible, se mire como se mire, encapsular en Andalucía la
decisión de Griñan y, por tanto, imposible creer que su decisión no va a
tener "efectos secundarios" en el PSOE y en sus movimientos internos,
todos ellos dirigidos, con mayor o menor sutileza, a que Alfredo Pérez
Rubalcaba deje de estar donde está. Esta y no otra es la cuestión que se
dilucida en el seno de los socialistas españoles que si bien todos
admiten que, efectivamente, necesitan dotarse de un proyecto creíble e
ilusionante para el conjunto de los ciudadanos, son muchos y muy
significados los que consideran que "no hay proyecto sin rostro".
Quienes esto dicen aseguran que la cara "no es la de Alfredo".
Hay que reconocer que el secretario general del PSOE no tiene, lo
que llama "un día tranquilo". La perplejidad entre sus más próximos es
absoluta y aunque de momento -solo de momento- Rubalcaba ha tratado de
"encapsular" en Andalucía el adiós de Griñán no es nada seguro que lo
pueda conseguir. Apuesta por mantener el calendario establecido pero la
experiencia está demostrando que el papel lo aguanta todo. Cosa bien
distinta es la realidad y la realidad socialistas, al menos la de la
actual dirección federal, es una realidad adueñada por las meigas, esas
brujas que nadie ha visto pero que nadie, al menos en Galicia, niega su
existencia.
Griñán ha abierto una espita muy importante y no sin cierta
incoherencia. Sus motivaciones hay que respetarlas y su decisión
también, pero la urgencia de su discurso proponiendo nuevos pilotos para
nuevos tiempos casa mal con su voluntad de permanecer al frente de la
Junta, nada menos, que otros tres años. Lo de Griñán no ha sido una
ocurrencia. Obedece a una estrategia y tiempos bien diseñados en
Andalucía y para Andalucía en donde en cuestión de semanas se procederá a
las primarias. Todo esto no se diseña en un día pero los actuales
dirigentes del PSOE ni pueden ni deben caer en el mantra de que es una
cuestión meramente andaluza. Ni Rubalcaba ni Valenciano han perdido la
cabeza, Saben mejor que nadie los posibles "efectos secundarios" y, en
primera instancia -solo en primera- van a tratar de evitar posibles
contaminaciones, pero las meigas están por ahí, merodeando y sin
garantía alguno de que el día menos pensado, por la circunstancia más
inimaginable tomen cuerpo y Rubalcaba vuelva a estar en boca de todos.
¿Debe un hombre de la trayectoria de Rubalcaba estar en boca de
todos?. ¿Debe soportar esa larvada contestación interna?. La respuesta,
sobre todo cuando asume determinadas responsabilidades y quiere a su
partido como es el caso del actual secretario general, no es fácil, y
más-y esto es lo que realmente le preocupa-- cuando no se sabe en que
manos puede caer el partido. La actual dirección necesita tiempo,
reflexionar sobre la actual situación y, a continuación, tomar una
decisión. ¿Alguien se atreve a descartar de manera rotunda que Rubalcaba
diga, "hasta aquí he llegado"?. El panorama no es para menos.