viernes 12 de julio de 2013, 16:26h
A raíz de la aparición de las diversas
entregas de los papeles de Bárcenas, la gente duda, al parecer, de la
honestidad de Mariano Rajoy. ¿No desde antes? Los cientos de miles de
estafados con los falsos productos de ahorro de las Cajas controladas
ayer y hoy por el partido que dirige, ya venían dudando, si es que no
teniendo absoluta certeza en contrario. Llueve, para ellos, sobre
mojado, que recuerdan cómo el día que apalabró el rescate bancario con
los prestamistas extranjeros se marchó a Polonia, al fútbol, en un avión
bien regado y abastecido de los mejores caldos y de los más ricos
manjares. De Guindos acababa de guindarles los ahorros a los clientes de
las Cajas recién nacionalizadas, aunque aún permanecía secreto el
infame MOU que lo consagraba, pero el presidente, tras aquella inefable
rueda de prensa en que anunciaba el rescate a la banca a costa del
naufragio de España y de los españoles, se montó rápido en su avión para
irse a la Eurocopa, y para irse bien surtido de ibérico de bellota y
whisky de malta.
La marca España anda (si se ha de hacer caso a los más
prestigiosos medios internacionales que se hacen eco en portada de las
sospechas, llamémosles sospechas, de corrupción en el Partido Popular)
como la marca Rajoy. Y es una pena, pues Rajoy no es España, ni a los
españoles se les acusa de haber trincado sobresueldos de procedencia
oscura. Podría decirse que la marca Rajoy, que la marca impresa en esos
papeles del tipo que él mismo nombró tesorero del PP, tira para abajo,
abrazada a ella, de la marca España hacia el abismo. En tanto cae, y
cae, y cae, el registrador de la propiedad no registra la menor señal de
vida, salvo para darse un garbeo por una fábrica de coches e insinuar
que lo suyo, las graves sospechas que recaen sobre él y sobre la cúpula
de su partido, no es importante.
La marca Rajoy, esa marca de niebla, que no de agua, se superpone a
la marca España, que ya estaba, por cierto, hecha unos zorros. Dueño
del poder absoluto que una democracia famélica le ha concedido, se
escuda en él para no dar la cara, que ni al Parlamento quiere ir por si
le dicen cosas feas. Pobre España. Mucha gente, al parecer, duda de la
honestidad de la marca Rajoy, pero cada vez es más la que ya no duda.