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La canción del prisionero

La canción del prisionero

lunes 15 de julio de 2013, 19:06h
Rajoy se esconde en la oscuridad imposible de su silencio. Quiere mirar para otro lado, esconder la cabeza debajo de la almohada, sentir que todo es una pesadilla que se desvanecerá cuando abra los ojos. Pero hay una luz tan intensa que llega desde la prisión de Soto del Real, que rompe la coraza de sus párpados, que penetra hasta lo más profundo de su carne, allí donde siente que nada puede conseguir tocarlo. Cuando abre la ventana no puede dejar de escuchar que el viento transporta una música indeseada, un sonido amargo que no quisiera que existiera, pero que está ahí con sus notas diáfanas que se clavan en sus oídos. Y claro que no quiere escucharlas señor Rajoy, es siempre su estrategia. Tampoco mirar afuera ni sentir que todo está sucediendo. Pero si abriera los oídos y los ojos vería que está en una enorme plaza pública en la que también se escucha la canción de Bárcenas, y que hay un montón de gente, millones de ojos, mirando cómo pretende esconderse del tórrido sol que le quema el alma y la carne, el futuro y el presente, el pasado y el recuerdo, hasta la sombra que busca pero que de usted se aleja.
   
 Oiga, el problema es que usted tiene una historia, le dijo  hace poco a un Rubalcaba cuya faz se va arrugando cada día un poco más, hasta parecer un muñeco gastado por el tiempo. Y ahora el viento le dice a usted señor presidente, oiga, el problema es que usted tiene una historia y una canción que canta un prisionero que estuvo dentro, que manejó los hilos y los remos, las luces y los despachos, los agrios logaritmos de los presupuestos y los nombramientos ilógicos o lógicos. Oiga, el problema es que el poder de dentro se ha desmelenado. Ha roto la baraja y está desnudando su hedor con el sonido de una canción que suena desde la cárcel. Y también desde los meses oscuros en los que todo estaba permitido. Como si el poder significara manejar una finca llena de voluntades cautivas o entregadas.
  
  El administrador de las extensiones de la finca, el tal Bárcenas, un tipo agrio, escurridizo, oscuro, chulesco, presunto hampón sin medida, fue acumulando un tesoro y un baúl de archivos. Con el primero pretendía llegar a la riqueza malvada de los soberbios. Y con el baúl sostener la claudicación del Estado. Impulsar por el viento de este país harto de la mentira, una mentira gigantesca. Y que triunfara la codicia. Pero con tanta luz ha sido imposible ocultarla. Los candiles de las togas no han querido apagarse. Por eso el Cancerbero que guardaba el infierno  cotidiano ha abierto sus puertas. Oiga, el problema es que es imposible ya desplegar el olvido sobre este país cansado de tanto expolio moral, económico, histórico, amargo, interminable, doloroso... Señor Rajoy, el problema es que usted tiene un problema, la verdad.           
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