Nuestro
país está viviendo el mayor desprestigio de la política y de los políticos
desde el inicio de la democracia; desprestigio que alcanza a la totalidad de
sus instituciones y de las organizaciones sociales, políticas y económicas. La
mayoría de los ciudadanos no confía en nada ni en nadie.
Mal asunto,
además de muy delicado. Todos debiéramos tomar buena nota de ello. Tal
percepción no es fruto de la casualidad, sino que existen razones de
fondo más que suficientes, que hay que analizar en profundidad si queremos que
se recupere la confianza ciudadana perdida.
Sin duda la
incapacidad política para dar solución a la crisis económica y muy especialmente
la falta de respuesta a los 6.000.000 de parados, tanto a nuestros jóvenes, con
cerca del 60 por ciento de ellos sin empleo y sin perspectiva alguna de
encontrarlo a corto plazo, como a esos trabajadores parados de larga duración,
ha contribuido sobremanera en esa crisis global de confianza. A lo que se ha
añadido esa imposición de Europa y aceptada por los Gobiernos de España, de
imponer como única salida políticas de austeridad, que ya todos conocemos y
sufrimos.
Junto a
éstos, son muchos más los elementos que la han acrecentado: la corrupción
política y económica y la falta de medidas concretas para evitarla por parte de
quien tiene en su manos la posibilidad real de hacerlo; la utilización de las
instituciones en beneficio propio; el recurso, sin pudor a la mentira, al
engaño como instrumento de acción política; el desmantelamiento por los
actuales gobernantes de las partes esenciales del estado del bienestar; una
reforma laboral que refuerza el poder a los empresarios y perjudica a los
trabajadores; la falta de un debate político serio y razonado, en el que prime
la propuesta y el acuerdo, en lugar del insulto, la descalificación del
contrario, el regate corto, el golpe de efecto, el titular del periódico y
sobre todo "y tú mas", para esconder la realidad y confundir a los ciudadanos.
Y todo ello aderezado por un número importante de medios de comunicación -no
todos afortunadamente- al servicio de intereses y grupos muy concretos,
algunos de ellos claramente antidemocráticos, que no solo no informan, sino que
desinforman, manipulan y enredan, contribuyendo con ello a aumentar la
desconfianza. Son demasiados ejemplos los que nos confirman esta realidad.
Para que
los ciudadanos recuperen la confianza perdida se necesita profundizar en la
democracia. Hacerla más real y cotidiana. Extenderla e interiorizarla. Soy de
los que creen que haría falta una refundación del sistema, una
reformulación, un nuevo concepto de democracia mucho más amplio del que nos
dotamos en la Transición y que nos permitió alcanzar amplias cotas de bienestar
y libertad.
No vale ya
un mero lavado de cara, sino que el cambio a de ser real y profundo. Es
necesario actuar con rapidez, vaya a ser que cuando se haga los ciudadanos
hayan dado definitivamente la espalda.
Hoy, un
estado democrático de verdad, debiera ser algo mucho más amplio que aquél en el
que el poder se obtiene a partir de la votación ciudadana cada 4 años, y se
somete solo a examen al final del mandato. El voto periódico de los ciudadanos
es fundamental, pero insuficiente. La acción política, en todos sus
niveles, debe construirse cada día y estar sometida permanentemente a examen
por parte de los ciudadanos, las instituciones y las organizaciones sociales.
Los cambios
pasan por articular mecanismos de democracia real y participativa mucho más
amplios que los existentes actualmente; deben existir unas instituciones de
control y participación social autónomas e independientes, con autoridad y
reconocimiento social, no sometidas al poder político de turno, y mucho menos a
los vaivenes de éste; el poder económico debe estar sometido al político y no
al revés como ocurre ahora, poniendo la economía al servicio de la sociedad y
no de los grupos económicos; debemos tener unos medios de comunicación
auténticamente autónomos e independientes de los poderes económicos y
políticos, cuya autonomía sea real y no una ficción o una quimera, como es en
estos momentos.
En
definitiva, una democracia que será creíble cuando los ciudadanos tengan la
posibilidad cierta de intervenir diariamente en ella y sepan que cuando sucedan
acontecimientos como los que estamos viviendo en nuestro país desde hace
ya demasiado tiempo, existan mecanismos institucionales rápidos y
eficaces, capaces de actuar frente a los responsables directos, ya sean
personas, colectivos, organizaciones o instituciones, por importantes que estos
sean.
Habría que
añadir una nueva cultura ciudadana verdaderamente democrática, que sea
intolerante e intransigente contra todo lo que suponga abuso, engaño,
manipulación, mentira y utilización de las instituciones y el poder democrático
en beneficio propio. Una cultura de defensa de lo público, frente a lo privado;
de lo colectivo, frente a lo individual; donde se prime el esfuerzo
frente al amiguismo y el enchufismo.
Un sistema
que pueda terminar de una vez y para mucho tiempo con los métodos de los
Barcenas y todo lo que esto supone; con los Camps o los Matas; con los
ladrones de los ERES; con los Urdagarin y los Torres; con los Díaz-Ferran o los
Arturos Fernández, con los Bankias, o las CAM, con las estafas de las
preferentes y las de Afinsa; con los políticos o empleados públicos que se
corrompen y con las empresas y ciudadanos dispuestos a corromper. Un sistema en
el que todos sepamos que el que la hace la paga de verdad; y en el que hacerse
rico sin trabajar no sea un mérito o galardón, sino que tenga la reprobación y
el desprecio social.
Este
debiera ser el auténtico debate social, sin olvidar las soluciones crisis y al
paro, que ha de iniciarse desde ya y desde todos los estamentos, siendo el eje
central de un programa capaz de producir los grandes cambios que la sociedad
demanda y el país necesita, que de paso una nueva forma de hacer y entender la
política, que abra las puertas a una nueva generación de personas comprometidas
y capaces, tanto en la derecha como en la izquierda, muy alejada de los
vicios de la actual, capaz de afrontar con seriedad y rigor el futuro de este
país.
Juan Antonio Mata Marfil
Ex presidente del Consejo Económico y Social de CLM
juanantoniomata.blogspot.com