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 La verdad en política

La verdad en política

martes 13 de agosto de 2013, 13:52h
Quien dijo que la política es puro teatro sabía de lo que estaba hablando. La política es -no digo qué debería ser- ficción. Y cuando se está en medio de una crisis seria, como la actual, la verdad en política es siempre relativa. "Tu verdad no, la verdad/ y ven conmigo a buscarla". La tuya, guárdatela", decía Antonio Machado. Ni quien la exige en otros, la busca realmente en todos. Mucho menos  en sí mismo, ni quien debe decirla, se atreve a hacerlo. La verdad en política tal vez te puede hacer libre, pero seguramente con la libertad de irte a otra parte porque tu recorrido político se ha acabado. Lo saben todos los que se dedican profesionalmente a este menester y los que llegan como "amateurs", pagan inmediatamente su aventurerismo. A la política hay que ir con voluntad de dar culto al líder, de obedecer disciplinadamente, de buscar padrino, de ser leal hasta en la mentira y de pensar poco por cuenta propia. Eso si se quiere hacer carrera, vivir de la política. Por eso no llegan los mejores o los que llegan acaban siendo como los que estaban.

A los políticos y a los funcionarios deberíamos exigirles un plus de ejemplaridad y un comportamiento honesto que lleve consigo la transparencia, un comportamiento ético, el respeto de la verdad... Pero es difícil que quien no cumple en casa tenga legitimidad moral para exigir comportamiento éticos en los demás. Las malas prácticas en el funcionamiento de los partidos, la falta de democracia interna, el culto al líder, con un poder omnímodo propio de dictaduras bananeras, las sospechas de irregularidades, los créditos condonados por la Banca, etc., no hablan a favor de nadie ni permiten que nadie pueda exigir "la verdad" al otro. También es cierto que en este ejercicio de cinismo que también es la política, nadie quiere la verdad de Machado sino "su" verdad. Escribía Salman Rushdie que "verdad es lo que la mayoría ve como verdad, pero la mayoría puede cambiar de opinión a lo largo de la historia". Incluso a lo largo de unas horas.

Tengo pocas esperanzas de que el caso Bárcenas sirva para lo único que sería útil, para hacer transparente la forma de funcionamiento y de financiación de los partidos, para reformar el funcionamiento del Tribunal de Cuentas y de los órganos supervisores, para que los políticos estén obligados a ser más respetuosos aún que los ciudadanos con las leyes que promulgan. Es importante saber si el presidente mintió o no al Parlamento, si el PP se financió irregularmente y si los sobresueldos se declararon a Hacienda. Pero si aplicáramos la máxima evangélica de que "quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra", el escenario político se quedaría desierto en veinte segundos. Nadie quiere la verdad, sino acabar con el contrario. Ese cainismo de la política, y no sólo de la política, española nos hace un enorme daño. Y la verdad, al final, es la de Campoamor: todo depende del color del cristal con que se mire.

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